Este Domingo del mar el Papa Francisco ha invitado a orar por quienes laboran en el sector marítimo y quienes cuidan de la biodiversidad marina durante la oración del Ángelus.
También, en la advocación de la Virgen del Carmen, ha pedido su intercesión por la paz en medio de tantos conflictos bélicos: “No olvidemos a la martirizada Ucrania, Palestina, Israel y Myanmar”
En su intervención, también el Santo Padre – citando el Evangelio del día – recordó que Jesús ha enviado a sus discípulos en misión: “Los envía ‘de dos en dos’ y les recomienda que lleven con ellos solo lo necesario”.
Ha pedido detenerse a contemplar esta imagen: “Los discípulos son enviados juntos y deben llevar con ellos solo lo necesario”, por ello, “que María, Reina de los Apóstoles, nos ayude a ser verdaderos discípulos misioneros, en la comunión y en la sobriedad de vida”.
Custodiar la sobriedad
Francisco ha destacado que el anuncio del Evangelio “no es en solitario, sino juntos” y, además, como “una comunidad” que sabe custodiar la sobriedad: “saber ser sobrios en el uso de las cosas, compartiendo los recursos, las capacidades y los dones”.
“También ser sobrios en los pensamientos y en los sentimientos, abandonando las propias visiones parciales, los prejuicios y las rigideces que, como un equipaje inútil, lastran y entorpecen el camino para favorecer, en cambio, la confrontación y la escucha, haciendo así más eficaz el propio testimonio”, acotó.
Los discípulos van ligeros de equipaje, así pues ha pedido a todos a pensar en sus propias familias o comunidades para que seamos “capaces de avanzar y de llevarnos bien, compartiendo lo que hay, renunciando todos a algo y apoyándonos mutuamente”.
Anuncio misionero
El Pontífice destacó que el anuncio misionero “encarna la belleza del mensaje de Jesús en la concreción de la vida”, por ende, “una familia o una comunidad que vive de esta forma, de hecho, crea a su alrededor un ambiente rico de amor, en el que es más fácil abrirse a la fe y a la novedad del Evangelio”.
Ha advertido que “si no nos escuchamos, si prevalecen el individualismo y la envidia, el aire se vuelve pesado, la vida, difícil y los encuentros se convierten más en una ocasión de inquietud, de tristeza y de desaliento que de alegría”.
“La comunión y sobriedad son valores importantes para nuestra vida cristiana y para nuestro apostolado, valores indispensables para una Iglesia verdaderamente misionera, a todos los niveles”, añadió.
Ha dejado tres preguntas: “¿Siento el gusto de anunciar el Evangelio, de llevar, allí donde vivo, la alegría y la luz que proceden del encuentro con el Señor? ¿Me esfuerzo por caminar junto a los demás, compartiendo con ellos ideas y capacidades, con la mente abierta y el corazón generoso? ¿Sé cultivar un estilo de vida sobrio y atento a las necesidades de los hermanos?”.
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