La reciente editorial del Programa Universitario Amazónico (PUAM), titulada “Falsas soluciones “verdes” (greenwashing): A cinco años de Querida Amazonía el desafío por una justicia integral continúa”, denuncia cómo muchas de las llamadas alternativas ecológicas no son más que nuevas formas de extractivismo maquillado.
Mauricio López, director del PUAM señala que la llamada “transición verde” también requiere una extracción masiva de minerales y, por ello considera que la crisis ecológica y social que enfrenta la Amazonía no se resolverá con discursos vacíos ni con políticas que simplemente cambian de nombre. La única respuesta real es una conversión integral, “donde los pueblos amazónicos sean sujetos de su propio destino”.
Han pasado cinco años desde la publicación de Querida Amazonía, el documento del Papa Francisco que trazó un horizonte de esperanza y compromiso con los pueblos y territorios amazónicos. Sin embargo, en este tiempo, lejos de reducirse la amenaza contra la región, han surgido nuevas estrategias que disfrazan la explotación bajo una falsa apariencia de sostenibilidad.
El engaño del “capitalismo verde”
A medida que la crisis climática se intensifica, empresas y gobiernos han adoptado un discurso ambientalista que promete soluciones basadas en tecnología y mercado. Sin embargo, como bien advierte el PUAM, muchas de estas estrategias perpetúan las injusticias que han devastado a la Amazonía durante siglos.
Un claro ejemplo es la minería del litio, cobalto y níquel, promovida como la base para la electromovilidad y la energía limpia. Detrás de estos proyectos hay una realidad silenciada: el saqueo de territorios indígenas, la contaminación del agua y la criminalización de quienes defienden sus tierras: “Este modelo sigue dependiendo de la explotación intensiva de la naturaleza, particularmente en biomas frágiles como la Amazonía”, señala la editorial.
Este fenómeno, conocido como greenwashing, no solo genera confusión y retrasa la implementación de verdaderas soluciones ecológicas. La compensación de carbono, por ejemplo, permite que grandes corporaciones sigan contaminando mientras financian proyectos de reforestación que no respetan la biodiversidad local ni los derechos de las comunidades indígenas. Es una estrategia de distracción que no ataca las raíces del problema.
Criminalización de los defensores
El PUAM recuerda que la criminalización de los defensores ambientales sigue en aumento. Casos como el asesinato de Paulo Paulino Guajajara, guardián del bosque en Brasil, evidencian el peligro que enfrentan quienes se oponen a la destrucción de sus territorios. Laudato Si’ ya advertía que “la indiferencia o la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre terminan trasladándose de algún modo al trato que damos a otros seres humanos”. (LS, 92).
La Iglesia en la Amazonía denuncia estas injusticias. Desde la Red Eclesial Panamazónica (Repam) hasta la Conferencia Eclesial de la Amazonía (Ceama), las comunidades eclesiales han acompañado la resistencia de los pueblos indígenas y han impulsado un modelo de desarrollo basado en la justicia y el respeto a la vida.
La editorial del PUAM propone caminos de acción. La educación como un aliado en la transformación de paradigmas. El PUAM ha desarrollado programas que integran la sabiduría indígena con la Doctrina Social de la Iglesia y la investigación científica: “Desde el PUAM, mediante los centros comunitarios de aprendizaje, buscamos ayudar en la formación de nuevas generaciones de líderes comunitarios comprometidos con la ecología integral y la defensa de los derechos humanos”.
“Defender la Amazonía es defender la vida misma”
A cinco años de Querida Amazonía, la Iglesia en la región ha dado pasos irreversibles hacia una conversión ecológica. La creación de la Ceama y el fortalecimiento de espacios como el PUAM son signos de este compromiso. Sin embargo, la lucha no ha terminado. Como bien concluye la editorial, “defender la Amazonía es defender la vida misma”.
El artículo del PUAM es una invitación a abrir los ojos ante las falsas soluciones que perpetúan la crisis ambiental y social. La Amazonía no puede ser reducida a un recurso para el desarrollo económico, sino que debe ser reconocida como un territorio de vida y un espacio de resistencia frente a la voracidad del mercado.
Desde la Iglesia, la academia y la sociedad civil, el desafío es el de construir un modelo basado en la justicia integral, donde la ecología, la cultura y la espiritualidad caminen juntas. Como nos recuerda Mauricio López: “La Amazonía no es solo un territorio en conflicto por la justicia ambiental, sino un desafío espiritual que pone a prueba la credibilidad de nuestra fe. La respuesta de la Iglesia no puede quedarse en declaraciones, debe traducirse en acciones concretas que defiendan la vida en todas sus formas”.
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