Este 13 de julio El Salvador conmemoró 500 años de la llegada del Evangelio a estas tierras. Fue ese mismo día, pero en 1524, cuando se realizó la primera eucaristía en el antiguo Señorío de Cuscatlán.
Monseñor José Luis Escobar, arzobispo de San Salvador, ha compartido dos iluminaciones, durante la misa de acción de gracias, con las que rememoró este histórico acontecimiento: “Confesamos que el corazón de Jesús fue traspasado por el dolor”.
Recordó que Pedro de Alvarado – conquistador español de Centroamérica – con su armada “atacaron sin piedad a los pueblos de Mochizalco, Acatepeque, Acaxual, Tacuzcalco, Miaguaclán, Atehuan y finalmente, Cuscatlán”.
“Muchos murieron en batalla; unos, los usurpadores, por apropiarse de las tierras y riquezas de Cuscatlán de los nativos; otros de éstos últimos en defensa de su soberanía. En cuanto a los sobrevivientes; o bien huyeron o fueron encadenados para ser vendidos posteriormente”, acotó.
Acto de perdón
Una primera clave, frente a la barbarie que significó esta conquista, es que “pedimos perdón por las sombras que acompañaron este proceso de conquista, en el que lastimosamente, la Evangelización quedó sometida a dichas vicisitudes históricas”.
“Lamentamos lo sucedido y pedimos perdón porque el testimonio de aquellos hombres no fue coherente con la fe cristiana que decían profesar. Pedimos perdón por los múltiples genocidios cometidos, por la opresión, por la represión, por la vulneración de los derechos de estos pueblos”, ha dicho.
Además piden perdón por la impunidad de estos crímenes tanto como, por la marginación y exclusión social a la cual fueron sometidas todas estas personas que tranquilas vivían en sus tierras.
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Testimoniar el Reino
En medio de “este pandemónium no faltaron luces”, por eso, “nuestro radical sustrato católico con sus vitales formas vigentes de religiosidad, fue establecido y dinamizado por una vasta legión misionera de obispos, religiosos y laicos que con gran valor superaron las debilidades y cobardías de los hombres que los rodeaban”.
Estos hombres y mujeres de Iglesia “sí supieron dar un verdadero testimonio de su fe cristiana. Los nombres son varios y la historia no los ha olvidado. Entre las Órdenes Religiosas resuenan los nombres de Fr. Antonio de Montesinos, Fr. Pedro de Córdova más un nutrido grupo de religiosos franciscanos, dominicos, agustinos, mercedarios y jesuitas”.
Entre los sacerdotes diocesanos, primeros en llegar a tierras de Guatemala y El Salvador, recordamos los nombres de los Padres Juan Díaz, Juan Godínez, y nuestros primeros párrocos, los sacerdotes Francisco Hernández y Antonio González Lozano.
Mientras que los obispos con su ejemplo testimoniaron el amor de Jesús, como: Mons. Bartolomé de las Casas, Mons. Francisco Marroquín, Mons. Juan Ramírez de Arellano, Mons. Juan Zapata y Sandoval, Mons. Antonio de Valdivieso, que “derramó su sangre por defender a los indios”.
Frutos de la evangelización
El prelado sostuvo que la Iglesia profética de entonces suscribió documentos en defensa de los pueblos originarios, por ejemplo, “destacamos la Bula Unigenitus o Sublimis Deus firmada por el Papa Paulo III, el 2 de junio de 1537”.
“Son abundantes los testimonios cristianos de mucha valentía que hoy agradecemos a Dios, porque ese testimonio de vida, hizo que se arraigara la fe en Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios que por el Espíritu Santo se encarnó de Santa Virgen María”, sostuvo.
En medio de las vicisitudes, las vocaciones “no han cesado de surgir” con todo y los conflictos en esta región como guerras, persecuciones contra la iglesia, aún así, la Iglesia de El Salvador da frutos.
Estos se ven reflejados “nuestros mártires, San Oscar Romero, el Padre Rutilio, el Padre Cosme, Manuel, Nelson y todos sus compañeros, un buen número de ellos ya en proceso de canonización”.
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