Red Clamor junto con el Celam, Caritas Internationalis y Caritas América Latina y el Caribe están concretando de modo presencial —en estos días y hasta el 29 de septiembre— su VII Asamblea General muy cerca de la conmemoración de la 110° Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado. Elvy Monzant es el secretario ejecutivo de la Red Clamor y conversamos con él sobre el evento y también sobre la complejidad de migrar pensando en un migrante encarnado en este tiempo, en nuestro mundo.
Pregunta: ¿Podría contarle a la audiencia de ADN Celam, de qué se trata esta séptima asamblea de la Red Clamor, cuál es su objetivo?
Respuesta: La VII Asamblea General de la Red Clamor tiene tres momentos especiales en este año 2024.
La Primera parte: darnos cita organizaciones de la Iglesia católica que en América Latina trabajamos para acoger, promover e integrar a las personas en movilidad forzada y que desde hace algunos años venimos caminando juntos, tejiendo esta red que pretende responder a los clamores que brotan del pueblo migrante que para nosotros son también los clamores de Dios, los clamores de los pobres, los clamores de la madre tierra, que causa también la movilidad forzada para juntos construir espacios de articulación, experiencias de comunión, de sinodalidad que nos permita servir más y mejor a nuestros hermanos migrantes refugiados y víctimas de trata.
Para la Red Clamor es un momento de encuentro, de fraternidad de alegría venir delegados de más de 60 organizaciones de la Iglesia Católica en América Latina que conformamos parte de la Red Clamor. Pero luego, este año —gracias una alianza con Caritas Internationalis— hemos invitado también a participar a nuestra asamblea a delegados de organizaciones de los cinco continentes del mundo —Oceanía, África, Asia, Europa, también de Estados Unidos— para hacer una mirada más amplia, para más allá de las fronteras geográficas, mirar la realidad migratoria en el mundo, sentirnos parte de una Iglesia universal, de una Iglesia católica que tiene al tema de la migración como una de sus prioridades.
Y, en el marco de esta celebración del 40 aniversario de la Declaración de Cartagena —lo que hemos llamado Cartagena +40— tenemos el Seminario MigraRed, organizado por Cáritas Internationalis, Red Clamor, Cáritas América Latina y por la Red África-Asia para también como Iglesia tratar de fijar nuestra posición, hacer nuestras propuestas de cara a lo que ha sido el proceso de Cartagena y, sobre todo, de las propuestas que tienen que hacerse a los Estados para derribar muros y construir puentes de inclusión, de participación, de inserción socio-laboral y cultural de los migrantes.
Y por último pero no menos importante, para a unos días de comenzar el Sínodo de la Sinodalidad, tener nosotros también una experiencia de sinodalidad, caminando junto celebrando la 110° Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado que este año el Papa Francisco nos ha convocado y meditar en torno a “Dios camina con su pueblo”. Tendremos una eucaristía solemne —estamos participando en este evento más de 100 personas de 31 países— en la catedral primada de Bogotá, en comunión con el Papa y con toda la Iglesia universal esta jornada para luego ir a diversas comunidades en la periferia de Bogotá a encontrarnos con los migrantes, con los refugiados, con los sobrevivientes de trata y, con ellos, celebrar la jornada mundial.
Esta es una fiesta de la fraternidad, una fiesta de la esperanza, una fiesta que nos permite reafirmar esta opción que hemos hecho las organizaciones de la Iglesia católica que trabajamos en el ámbito de la movilidad humana de articular esfuerzos para poder acompañar, caminar con los migrantes en la construcción de un mundo más justo y fraterno donde podamos llamar a Dios Padre pero con la certeza de que vivimos como hermanos y hermanas en fraternidad.
Alma de migrantes
P: Su materia son personas en itinerancia, desplazamiento forzado, migración: ¿cómo está el alma de un migrante forzado, cómo, según su experiencia, afecta la mente y psique la experiencia de tener que dejar la patria, la tierra propia, huyendo o escapando de situaciones hostiles?
R: En el alma de los migrantes hay una mezcla de sentimientos, de ideas.
En primer lugar, el que siempre está: el duelo migratorio. Es la añoranza de lo que dejaste, de lo que te obligaron a dejar, la añoranza por el terruño, por los olores, por los sabores, por lo que quereres, por la gente que dejaste, por tu pueblo, tu cultura. Esa sensación de que no eres del lugar en donde estás pero ya tampoco eres de lugar de donde saliste porque no vives allí… Ese luto lo percibimos generalmente presente en casi todos los migrantes.
Una segunda experiencia de vida es la incertidumbre porque el migrante tiene que tratar de construirse un futuro para él, su familia, los que dejaron atrás y en medio de situaciones muy adversas. Trabajando 10 horas al día, de lunes a domingo, sin recibir el salario mínimo, en situación (casi) de nuevas formas de esclavitud porque los empleadores en su gran mayoría se aprovechan de su condición, de los que no tienen documentos, sin acceso a la salud, sin acceso (ni siquiera los niños) a la educación. Entonces, el vivir día a día tratando de conquistar un poquito una vida mejor, de tratar de alcanzar los sueños que se han trazado, pero no sabes qué te va a pasar mañana, si te van a deportar, o si van a crear una nueva ley que te perjudique. Esa sensación de incertidumbre está presente.
Y la última, que es paradójica, es la esperanza y la resiliencia. Los migrantes son capaces de levantarse de sus cenizas, a pesar del dolor que hayan vivido y de la negación de sus derechos, viven con esperanza, son capaces de reinventarse cada día, apuestan por conquistar los derechos que les fueron conculcados en los países de donde vienen, apuestan por soñar en que sí va a ser posible una vida mejor, una vida digna. Por eso los migrantes son valientes, luchadores, no se rinden ante la adversidad, tratan de sembrar la semilla del mañana, de un mañana preñado de justicia, paz y libertad para ellos.
P: Basándonos en la realidad concreta, ¿cómo reciben las Iglesias de frontera del mundo las migraciones que llegan sufriendo violencias tan diversas en sus países de origen? ¿Cambia la solidaridad y acogida ante el migrante de un continente a otro? ¿Hay diferencias? ¿Cómo somos en América Latina y el Caribe?
R: Una gran mayoría de la Iglesia en América Latina está muy sensibilizada frente al tema del migrante y por eso tenemos tantas experiencias de obras en el continente. El mapeo de la Red Clamor registra casi 700 obras de la Iglesia católica en Al, casas del migrante, comedores, centros de asistencia jurídica, centros de atención psicosocial, experiencias de comunidad solidaria, donde la Iglesia responde a los 4 verbos del Papa Francisco: acoger-proteger-promover-integrar a las personas en movilidad.
También hay muchísimas experiencias de parroquias, de familias que atienden a los migrantes que van de paso, que sin un programa establecido sirve un plato de comida, ofrece un cuarto de su casa para que el migrante pueda llegar.
Es decir: encontramos mucha solidaridad, pero desafortunadamente todavía hay mucha gente dentro de la Iglesia —de todas las realidades y de todas las vocaciones— que se hacen indiferentes ante el migrante, personas centradas en lo cúltico-sacramental pero se olvidan lo que nos dijo Jesús sobre el juicio final: lo que hicieron con uno de mis hermanos, a mí me lo hicieron, fui forastero y me recibiste. Se olvidan de que trabajar con los migrantes es dimensión constitutiva de la fe cristológica, que no se puede ser cristiano y no se puede ser provida si no se defienden los derechos de los migrantes, de las personas que han tenido que dejar forzosamente su región.
¿Cómo estamos en el mundo?
“América Latina sigue siendo un continente muy solidario. Vemos que las políticas en Europa son mucho más restrictivas. El pueblo africano vive tragedias enormes. Oceanía y Asia tienen sus propias realidades. Cada continente enfrenta sus problemas. La constante es que hay una gran mayoría de gente de Iglesia que es fiel al Evangelio, es fiel al mandamiento del amor de Jesús, sale al encuentro de inmigrante pero también hay quienes forman parte de lo que el Papa Francisco ha llamado la cultura de la indiferencia. Incluso hay muchos que se hacen cómplices de las políticas racistas y xenófobas que piden a los gobiernos que expulsen a los migrantes, que votan por candidatos que ofrecen explusar a los migrantes.»
«El reto es universalizar y globalizar la solidaridad y la fraternidad.” (Elvy Monzant)
Entre gobiernos
P: ¿Cómo seguir haciendo el bien en materia de refugiados y migrantes sorteando las coyunturas políticas de cada país? ¿Cómo se van dando esos diálogos de construcción de solidaridad y acogida con los gobiernos?
R: En América Latina la mayoría de los gobiernos han asumido políticas de seguridad nacional antimigratorias. En sus discursos, cuando van a las asambleas y foros mundiales, hablan de programas de atención a los migrantes y eso se convierte en letra muerta. La mayoría de los gobiernos cierran fronteras, no otorgan visas en condición de refugiado, violan la mayoría de los tratados internacionales y vulneran los derechos de las personas en movilidad forzada.
Cuando vamos a Naciones Unidas, grandes foros y otros espacios, vemos a los presidentes, a los cancilleres, aplaudiéndose unos a otros, felicitándose por sus políticas migratorias exitosas. Pero luego, cuando vamos a las fronteras y los caminos nos damos cuenta de que eso no es cierto, de que la gran mayoría de los gobiernos están teniendo políticas restrictivas, están violando derechos, las llamadas estaciones migratorias son cárceles y los migrantes no son delincuentes para que se los ponga presos, los deportan sin el debido proceso y cuyas vidas corren peligro en el lugar del que huyeron.
Incidir es imperioso
«Por eso para la Iglesia católica, y en especial la Red Clamor, una de nuestras líneas estratégicas es la incidencia política. Este año hemos estado participando en el proceso Cartagena +40, también en el proceso de Quito, en todos los espacios de cancilleres, gobiernos y Estados, llevando la voz de la Iglesia, exigiendo que esos tratados que han sido firmados por los gobiernos se cumplan, que se ponga al migrante como centro de las políticas públicas porque es un ser humano, que no se le niegue ningún derecho a ninguna persona que no tenga pasaporte o visa, es una ser humano, debe tener derecho a la salud, al trabajo, la educación. Seguimos levantando nuestra voz profética, pero sobre todo, tratamos de abrir diálogos para seguir teniendo incidencia para que se respeten los derechos de las personas en movilidad forzada.»
Comunicación responsable
P: Migraciones y Comunicación. ¿Cómo evalúa usted el impacto en las noticias de los relatos de migrantes, su situación en fronteras de tierra o agua?
R: Desafortunadamente muchos medios de comunicación social tradicionales o digitales, y las redes sociales están contribuyendo a crear matrices de opinión que no son favorables a los migrantes. Muchos mensajes que se transmiten a través de los medios de comunicación propician la xenofobia, el rechazo, la estigmatización cuando presentan a la gran mayoría de los migrantes como delincuentes, a las migrantes como prostitutas, cuando se acusa a los migrantes, por ejemplo, de quitar puestos de trabajo a los connacionales, o de colapsar los servicios de salud. Y pocas veces se resalta el aporte que hacen los migrantes al desarrollo local: los grandes héroes migrantes, los profesionales que están haciendo grandes cosas, la gran mayoría son gente buena y trabajadora. Obviamente que hay algunos que son delincuentes y pertenecen a organizaciones delictivas, pero los medios de comunicación tienen el gran reto de con sus mensajes favorecer la fraternidad, a inclusión social, el derribar los muros que crea la xenofobia, hacer una comunicación al servicio de la vida y de la comunión.
Fuertes en misión y comunión
P: ¿Qué espera de esta VII Asamblea? ¿Cuáles son sus expectativas?
R: Espero que salgamos fortalecidos en la comunión y en la misión. Que sea un espacio para reconocernos como compañeros de camino. Junto con los migrantes estamos haciendo grandes esfuerzos todos los días en todos los rincones de este hermoso continente, en las fronteras, allí donde cada día camina un migrante, allí donde está siendo traficado un ser humano, allí donde hay una persona huyendo de la persecución política solicitando refugio, allí donde el sufrimiento y el dolor está dejando traumas en seres humanos, o donde se necesita una asesoría jurídica ahí estamos como Iglesia para seguir dando testimonio del mandamiento del amor y la misericordia a los que el Señor Jesús nos ha convocado. Y que sirva para fortalecer aún más esta Red Clamor: ya tenemos 17 Red Clamor Nacionales, somos una red tejida con fraternidad, ojalá nos llenemos de la energía del amor para volver a nuestros lugares de origen a seguir integrando a personas en movilidad forzada.
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