Nombrar mujeres en espacios de decisión en la Curia Romana es visto como un gesto importante por Emilce Cuda, secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina y miembro de algunos Dicasterios Vaticanos.
Con relación al actual proceso sinodal, Emilce Cuda afirma que la mujer “está haciendo un gran trabajo de corresponsabilidad, hay mucha presencia femenina, muchísima, son las que más hablan, y de ninguna manera están amenazando el lugar del clero, como algunos perciben”. Desde ahí hace ver que “lo que están reclamando es que su palabra sea tomada en consideración”.
Las mujeres tienen conocimiento de la realidad, y no pueden ser vistas solamente como cuidadoras, siendo la Iglesia desafiada a reconocer que “las mujeres en el catolicismo no son solamente las que están en las parroquias, las mujeres, a partir de un Credo, de una fe en Dios y de una confianza en la humanidad, están tomando decisiones en lugares de poder que tienen que ver con el mundo secular”.
Su presencia en la Curia la ve como “un aporte más de lo que yo como profesional pueda aportar viniendo de un espacio como es América Latina”. Una presencia femenina en todos los espacios eclesiales que, aunque pueda ser vista en un primer momento desde la confrontación, “con el tiempo, esas confrontaciones van encontrando espacios de diálogo, no hay que asustarse, hay que pensar, como dice el Papa Francisco, que iniciamos procesos”.
Mujer y en un puesto de responsabilidad en la Curia, algo que hasta no hace muchos años no era posible. ¿Cómo se vive eso en el actual pontificado del Papa Francisco?
Lo más importante es el gesto que tuvo el Santo Padre de empezar a nombrar mujeres en lugares de decisión. Actualmente en la Curia Romana hay dos mujeres, Sor Alessandra Smerelli y yo, luego en la Secretaría del Sínodo, Sor Nathalie Becquart, y otras mujeres más, pero lo que tenemos que ver ahí es que cuando el Papa nombra a esas mujeres, las está nombrando en espacios de decisión.
Y esto no ocurre en otras instituciones, porque se van integrando mujeres, pero muchas veces forzados por la presión de la opinión pública, para cumplir cupos, son mujeres que participan, pero no tienen decisión, y la verdadera participación es poder tomar decisiones, y eso es lo que el Papa está haciendo. Son gestos, pero con la intención de replicarse, no solo en las otras estructuras de la Iglesia católica, sino también en la sociedad civil.
Estamos viviendo un proceso sinodal y mucha gente reclama esa mayor participación de las mujeres, ¿cómo conjugar esas diferentes posturas que existen en la Iglesia y que son lícitas, para encontrar y reconocer realmente el papel de la mujer, no sólo en la Curia sino en toda la Iglesia?
El primer paso es reconocer la dignidad humana en todos. Hablar de la mujer como algo separado, como algo que hay que integrar, me parece que ahí está el primer problema. Hablamos de la dignidad humana de todos, la mujer es parte de esa dignidad humana. La mujer en el Sínodo está haciendo un gran trabajo de corresponsabilidad, hay mucha presencia femenina, muchísima, son las que más hablan, y de ninguna manera están amenazando el lugar del clero, como algunos perciben.
Lo que están reclamando es que su palabra sea tomada en consideración, no simplemente por un mero reconocimiento, sino porque ellas saben cuáles son las causas de los problemas que tenemos en el territorio y son las que hoy están poniendo el cuerpo para solucionarlo. Entonces, esa es la base de la Iglesia y eso es lo que hay que defender.
¿Y cuál es la diferencia, lo específico, que puede aportar esa presencia femenina en los espacios de decisión de la Iglesia?
El conocimiento, un conocimiento de la realidad, un conocimiento de los cuerpos, un conocimiento de las necesidades en todas las edades de la vida, de lo que es cuidar un niño, pero también de lo que es sostener a un esposo, un marido que ha perdido su trabajo sin ninguna posibilidad de recuperarlo, como cuidar a los abuelos, en casas que no tienen espacio. Hay un saber que no se aprende en los libros, es el saber cotidiano de sostener la vida, que eso es lo aportan las mujeres.
Podemos decir que el Papa Francisco ha ayudado a entender que el papel de la Iglesia, el papel de todos los bautizados, es ayudar a sostener la vida. ¿Por qué en ciertos espacios eclesiales se sigue insistiendo en separar entre lo sagrado y lo profano, el mundo y la Iglesia, que es algo que las mujeres podrían ayudar a superarlo?
Las mujeres pueden superarlo en la medida en que no se las vea solamente como cuidadoras, porque a veces la Iglesia las reconoce en los lugares del cuidado, y lo hacen muy bien, pero también los hombres cuidan. El punto es poner a las mujeres en los lugares de decisión, las mujeres también cuidan cuando son parte de los gobiernos, cuando son economistas, cuando son decanas de universidades, cuando son periodistas, hay un cuidado a distintos niveles.
Falta visibilizar y poner en palabras el cuidado profesional y científico que hacen las mujeres, en los Estados, en las fuerzas de seguridad y las Fuerzas Armadas, en el desarrollo nuclear. Todos esos espacios hoy tienen que estar ocupados por mujeres y se está avanzando en ese espacio.
En la Iglesia, ¿qué es lo que falta para que eso sea todavía más reconocido?
Que la Iglesia tiene que reconocer que también hay Iglesia cuando hay un católico trabajando en estructuras científicas, en estructuras académicas y en estructuras de gobierno. Las mujeres en el catolicismo no son solamente las que están en las parroquias, las mujeres, a partir de un Credo, de una fe en Dios y de una confianza en la humanidad, están tomando decisiones en lugares de poder que tienen que ver con el mundo secular.
Esos también son espacios católicos, tenemos que abrir la Tienda, como pide el Sínodo, y pensar que los católicos no están solamente en la parroquia, está llenos de católicos en el mundo, y también las malas decisiones que nos llevan a la crisis socioambiental, también es responsabilidad de católicos.
Usted es teóloga y ha contribuido a la reflexión teológica de la Iglesia, sobre todo a partir de América Latina. Por el hecho de ser mujer, de ser laica, ¿cuál es la especificidad que cree haber tenido con sus aportes a la reflexión teológica?
En primer lugar estar ahí, la presencia de los cuerpos es muy importante. Que esté una mujer sentada ahí, eso ya es un gran gesto y una gran signo. La presencia de una mujer, que a veces incomoda, que a veces es esperada con mucha gratitud, yo he tenido muy buena recepción en la Curia Romana entre mis colegas obispos, entre mis colegas cardenales, digo colegas porque estamos ocupando lugares de trabajo, y no todo es resistencia, también hay una gran integración, y esa integración a la que ellos se abrieron, es gente con una mentalidad abierta, sobre todo este nuevo cambio que está impulsando el Papa Francisco, hace que mi sola presencia ahí sea un aporte más de lo que yo como profesional pueda aportar viniendo de un espacio como es América Latina.
Este Sínodo que la Iglesia está viviendo, ¿en qué puede ayudar en la construcción, en la visión, en la forma de relacionarse dentro de la Iglesia en relación a las mujeres?
Las mujeres ya son una parte muy importante de este Sínodo, de hecho en algunos países se han creado profundas controversias. En el mundo secular, cuando hay un cambio de gobierno, cuando hay un cambio de régimen, al principio hay grandes grietas, hay grandes confrontaciones, pero con el tiempo eso se va acomodando y los extremos se van acercando al centro.
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Pensemos en España, a la caída de un Régimen, como tuvo que acomodarse a eso, pensemos en Argentina, en Brasil, en los países que han tenido dictaduras en América Latina, los procesos siempre fueron de confrontación, pero con el tiempo, esas confrontaciones van encontrando espacios de diálogo, no hay que asustarse, hay que pensar, como dice el Papa Francisco, que iniciamos procesos.
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