Este 11 de octubre se cumplen 60 años de la primera sesión del Concilio Vaticano II, abanderada por el entonces Papa Juan XXIII, cuyos propuestas fundamentales son ahora una realidad: celebrar una liturgia más cercana a los fieles, adoptando el idioma vernáculo, un nuevo ecumenismo y un nuevo acercamiento al mundo.
Rafael Luciani, teólogo venezolano e integrante de la Comisión de asesores del Sínodo de la sinodalidad de 2023, conversó con ADN Celam desde Roma. Ha explicado que Angelo Roncalli, quien sería elegido Papa y adoptaría el nombre de Juan XXIII, vivió en un ambiente donde el cristianismo se comprendía doctrinariamente.
Por ello, “a los primeros meses de ser elegido comenzó a implementar distintos cambios en la Iglesia cómo fueron los recortes de los altos estipendios de la Curia, el reconocimiento de los Derechos laborales de los laicos y laicas en el Vaticano y nombró a Cardenales de otros continentes”.
Eso no es todo: “Se suponía que Roncalli sería un Papa de transición y sorpresivamente convocó a un nuevo Concilio, de ahí que el 25 de enero de 1959 hizo formal este anuncio como el XXXI Concilio Ecuménico, a la postre Concilio Vaticano II”.
Fue el 11 de septiembre de 1962 en un radio mensaje cuando dijo que “de cara a los países pobres la Iglesia se presenta como es y quiere ser, la Iglesia de todos pero especialmente la Iglesia de los pobres”.
Un mes después de este mensaje, el 11 de octubre de 1962 inaugura el Concilio Vaticano II, en el que pronunció esta sentencia: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia la palabra primero nos indica hacia dónde se tienen que dirigir especialmente nuestras fuerzas y nuestros pensamientos”.
Luciani explica que con “esta palabra Juan XXIII estaba sintonizando a la Iglesia en el marco de una búsqueda del Reino para ser fiel a Jesús de Nazaret. La Iglesia ya no podía hacer creíble por sus jerarcas, sino por su servicio a la humanidad”.
Vaticano II y la sinodalidad
Para el teólogo venezolano, “el Concilio Vaticano II abre la posibilidad de un aggiornamento de la Iglesia, pero también de una Iglesia que se quiere reformar como luego dirá Unitatis Redintegratio en sus números 4 y 6: una Iglesia que se abre al mundo para aprender del mundo”.
Por supuesto, el sínodo sobre la sinodalidad “rescata este espíritu del Concilio Vaticano II y quiere escuchar al mundo para aprender del mundo. De ahí que sea tan importante concebir que estamos ante un acontecimiento que no solo comenzó el 11 de octubre de 1962, sino, que lleva a la Iglesia en una recepción del mismo a lo largo de los distintos pontificados y en el momento actual estamos en la recepción más completa que parte de la eclesiología del pueblo de Dios”.
Se trata de “un pueblo de Dios en camino y, por tanto, haciendo un caminar entre obispos, laicos, laicas, presbíteros, religiosas, religiosos con miras a una iglesia sinodal para el Tercer Milenio”, por ello, “es importante pues rescatar la importancia del Concilio Vaticano II y la profundización que este tiene hoy en día a la luz del sínodo sobre la sinodalidad”.
“Uno de los giros más importantes del Concilio Vaticano II y que hoy vemos con mucha claridad en su recepción actual es el paso de una Iglesia romanizada a una Iglesia globalizada en la que los distintos pueblos y culturas puedan ser representados y sean los motores para un cambio de la vida y la misión de la Iglesia”, acotó Luciani.
Fieles a Jesucristo
Rafael señala otro aspecto fundamental en la comprensión de este acontecimiento eclesial: La categoría Iglesia pueblo de Dios. “En el capítulo II de la Constitución dogmática sobre la iglesia la Lumen gentium se presenta una definición sólida. Se plantea que pueblo de Dios es un sujeto activo de la misión de la Iglesia de ahí que laicos, laicas, presbíteros, religiosas, religiosos y obispos son comprendidos a la luz del bautismo con una dignidad igual”.
Por ende, con una participación real del sacerdocio, “en el sacerdocio común de todos los fieles, corresponsables en la misión de la Iglesia en el mundo” y “esta eclesiología que ofrece el Concilio Vaticano II hoy es profundizada y podemos decir que encuentra una más completa definición en el llamado a construir una Iglesia sinodal”.
De ahí que el sínodo sobre la sinodalidad es un proceso que “recibe al Concilio Vaticano II y lo pone en marcha con una consulta a todas las diócesis y comunidades del mundo con la finalidad de generar un camino de reflexión y de discernimiento sobre la Iglesia, su misión, su quehacer, su responsabilidad”.
Sobre todo una Iglesia que “escuchando debe aprender, una Iglesia que aprendiendo debe convertirse y al convertirse sea la más fiel a Jesucristo como plantea Unitatis Redintegratio, una iglesia semper reformanda es una iglesia que quiere ser fiel a Jesús de Nazaret”.
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