Una reliquia de San Óscar Arnulfo Romero fue entronizada en la capilla de la nueva sede del Consejo Episcopal Latinoamericano este 22 de agosto en Bogotá. Eucaristía presidida por Monseñor Jorge Eduardo Lozano, secretario general del organismo de comunión episcopal.
Al iniciar la ceremonia prelado explicó que los altares suelen tener reliquias de los santos y en lo posible de los mártires, evocando una antigua tradición cristiana según la cual la celebración Eucarística debía hacerse sobre la tumba de los mártires. En este caso se trata de un acontecimiento espiritual de gran importancia para una capilla que se acaba de bendecir y que pertenece a un organismo de comunión episcopal, integrado mayoritariamente por obispos y cuya misión es acompañar el trabajo pastoral de las 22 Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe.
“Todos los obispos estamos llamados al ser testigos de Jesús y el testimonio mayor es acompañarlo en la donación de la vida y Monseñor Romero fue amenazado de muerte en diferentes momentos de su ministerio, pero pudo más el valor de su misión profética, sacerdotal y de caridad, que el cuidado de la propia vida, fue un obispo que defendió la verdad, estuvo al lado de los más humildes y siempre estuvo dispuesto a promover el diálogo,” recordó el arzobispo argentino.
Una gota de sangre
Refiriéndose al proceso para obtener la reliquia Monseñor Lozano indicó que durante la etapa final de la construcción de la nueva sede del Celam, los miembros de la presidencia solicitaron formalmente a la Conferencia Episcopal de El Salvador la posibilidad de contar con una reliquia de este santo obispo y mártir de América, solicitud aprobada por el episcopado salvadoreño. Gesto que el prelado agradeció en nombre del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño.
Así, el altar de la capilla de la nueva sede del Celam contará con una reliquia de primer grado del mártir que de acuerdo con la comunicación oficial firmada por Monseñor José Luis Escobar Alas, arzobispo de San Salvador, está representada en un trozo de la sabana con la que se cubrió el cuerpo de Monseñor Oscar Romero en el «Hospital Policlínica salvadoreña» el 24 de marzo de 1980. De ese trozo de tela se tomó la reliquia que consiste en una gota de sangre del mártir. Entrega que se hizo siguiendo las normas establecidas en el artículo 23 de la Instrucción sobre las reliquias de la iglesia que determinan su autenticidad y conservación en consonancia con la sagrada congregación para las causas de los santos proferida el 8 de diciembre de 2017.
Amor y entrega
En la homilía Monseñor Lozano, invitó a dar gracias a Dios por este Pastor que vivió a fondo el Evangelio y que debe animarnos a mirarnos en el espejo de su vida. Recordando una de las afirmaciones del Cardenal Gregorio Rosa Chaves, uno de sus más cercanos colaboradores, “una Iglesia martirial es una Iglesia atractiva, fascinante;” es así que la vida de san Oscar Romero fue un auténtico testimonio de entrega a Dios a través de amor a los hermanos, pues siempre señaló y cuestionó sin realizar una descripción aséptica de la realidad, lo que lo llevó a denunciar con firmeza y claridad, sin lenguajes ambiguos o elípticos aquello que representaba una vulneración para la dignidad de sus hermanos.
Lo suyo -recordó Monseñor Lozanos- no era la “equidistancia” sino la cercanía con los más débiles, los vulnerables, los vulnerados, pobres, campesinos explotados y oprimidos. En Romero se cumple esto de que los santos don factores de unidad y comunión aun ante el odio de los enemigos.
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El compromiso
Por eso, el prelado aseguró que “dan ganas de imitar su entrega y claridad. Hoy acariciamos y besamos su reliquia, su memoria y su vida,” porque su predicación y sus gestos siempre expresaron esa necesaria cercanía ante quienes se sienten que son nada. “Su alma supo del dolor por el desprecio a la vida que se palpa en cada guerra. Su pueblo estaba padeciendo en esos años enfrentamientos armados. Se afligía su corazón cuando se anoticiaba de las torturas, de las matanzas de campesinos por reclamar sus derechos. Sufría con la violencia fratricida”.
Para Monseñor Lozano uno de los mayores valores de San Romero está en que no evadió la hora que le tocó afrontar, contempló a Jesús y dio la vida por su rebaño, amor que demostró con la entrega de su vida. «Amor a Dios hasta el exceso de dejarse matar por Él; y amor al prójimo, hasta quedar crucificado por los prójimos» es la impronta que nos deja San Oscar Romero en tiempos de anhelos claros por una vida en comunión y sinodalidad.
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