El 1° de mayo se celebra el Día Internacional del Trabajo en recuerdo a los “mártires de Chicago” y del día de San José Obrero, padre adoptivo de Jesús y carpintero de oficio. Es decir: un trabajador que le transmitió a su hijo lo que sabía hacer y con lo que alimentaba a su familia. Una cadena de amor bien concreto.
Con este marco, los obispos uruguayos dieron a conocer un precioso texto que pone en valor la dignidad de trabajo y “el esfuerzo cotidiano”, destaca al “trabajador rural (…) y a los emprendedores del agro y la industria (…) motores de riqueza, prosperidad y felicidad pública”.
A su vez, se involucraron en el tiempo electoral —el 27 de octubre los uruguayos participarán de elecciones generales—: “Nuestra Conferencia Episcopal se une al anhelo colectivo por un compromiso firme de los candidatos en la búsqueda del Bien y por un discernimiento consciente por parte de los votantes, valorando la promoción y el cuidado del trabajo”.
Y advierten que aunque el trabajo “sigue siendo un pilar fundamental de la existencia humana (…) en algunos sectores de la sociedad, puede estar desvaneciéndose”.
En sintonía con este siglo XXI en el que la Inteligencia Artificial y las nuevas tecnologías amenazan con reemplazar la mano de hombres y mujeres en el mundo del trabajo, los obispos le hablan al Estado y marcan la importancia de “promover activamente la creación de nuevos puestos de trabajo, fomentando la inversión y el desarrollo en diversas áreas de producción, asegurando al mismo tiempo una remuneración justa para todos los trabajadores”.
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Subrayan también “la protección de los derechos básicos de los trabajadores y del cuidado de nuestra Casa común” y la salvaguarda de “la dignidad y el bienestar de todos los hombres y mujeres que contribuyen con su esfuerzo a la construcción del tejido social, en la mutua colaboración”.
“Hacemos un llamado a la unidad de los Orientales, recordando nuestras raíces y concretando en nuestras acciones los valores de ‘libertad, justicia y compasión’ presentes ‘en el alma de nuestro pueblo’ (…) es esencial que nos unamos en la búsqueda del bien común, priorizando el bienestar de todos por encima de las ventajas personales. Solo así podremos construir una sociedad más justa, solidaria y próspera para las presentes y futuras generaciones”, justipreciaron con esperanza.
Y, por supuesto, confiaron a San José Obrero y a la Virgen de los Treinta Y Tres “los destinos” de su Patria en este texto que firman las máximas autoridades del episcopado uruguayo: monseñor Arturo Fajardo, obispo de Salto y presidente; cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo y vicepresidente; y monseñor Heriberto Bodeant, obispo de Canelones y secretario general.
UY Mensaje 1º de Mayo 2024
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