Terminado el curso de predicadores, que el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam) ha organizado a través de su Centro de formación Cebitepal, Francisco Bermeo, organizador de esta iniciativa, hizo un balance.
Señaló que los participantes han tenido la oportunidad de conocer de primera mano la acción pastoral de los obispos del continente, “muchos no conocían el Celam, en la jerarquía lo conocen, pero en las bases no”. Esto como primera impresión.
Además los 75 predicadores pudieron también compartir espacios de gran nivel de reflexión teológica, experiencial, bíblica y comunicacional con una propuesta metodológica novedosa, incluyendo una experiencia de predicación en una parroquia.
Pero hubo un tema clave: las tentaciones de los predicadores. Al respecto, Bermeo compartió con ADN Celam tres de las tentaciones que todo predicador debería evitar.
1) Soberbia y la autorreferencialidad
El docente y predicador colombiano considera estas dos primeras tentaciones las”más peligrosas”, porque “algunos” creen que “lo saben todo”. No es así, una actitud humilde, permitirá estar más abiertos a lo que otros piensan, inclusive desde las diferencias.
Ejemplos de humildad sobraron en el curso. Aquellos participantes que vinieron desde muy lejos, con mucha experiencia, pero llegaron en actitud ‘quiero aprender’. “De entrada este es un gesto de cercanía y fraternidad, que contrarresta cualquier viso de autosuficiencia”.
2) La improvisación
Otra gran tentación es “como ya me lo sé, puedo improvisar”. Es así como no establecen un plan previo, sin intención, ni profundidad. “Eso es faltarle el respeto al público”.
Están también aquellos que no innovan, se la mantienen con “una hojita desgastada, amarillenta, repitiendo siempre lo mismo y no necesito preparar”. Hizo un llamado, en este sentido, a mantenerse actualizado y a establecer un mínimo de planificación.
3) Relaciones asimétricas
Creerse el sabelotodo. Eso genera brechas entre quienes buscan una Palabra de vida y quienes pueden usar su don para orientar y manipular. “Como yo sé todo, los otros no saben, entonces estoy por encima de ellos”, advierte.
Aquí el antídoto es la conversión pastoral en perspectiva sinodal. Siempre se ha enseñado que hay unos que “saben más” y otros que “menos saben”. No hay espacio para la escucha e intercambio. Esa piramidalidad crea asimetrías y hasta abuso de poder y conciencia.
Por tanto, estamos llamados a cultivar relaciones de fraternidad, cada quien según sus dones y carismas. Esto aplica para el campo de la predicación. Será clave partir de la necesidad de la gente y, especial, recordar que “vinimos a servir y no a ser servidos”.
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