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Ester Hernández, predicadora y artista dominicana: “En sinodalidad como cuerpo de Cristo cada quien tiene una función”

Ester Hernández vino desde República Dominicana a participar del curso de predicadores, junto a 74 referentes venidos de toda América Latina y el Caribe, que culminó este 29 de noviembre.

Se lleva la “maleta llena” de experiencias y, en especial, el impulso de unidad para llevar a otros “la Palabra” y encender corazones “sin imponer ni discriminar”, sino que es como una propuesta de amor para abrazar y para alcanzar la fraternidad.

No duda en describirse como “mujer amada por Dios y enamorada de Jesús” por lo que además de predicadora, es cantante, artista y compositora. Aseguró que la Palabra de Dios tiene gran poder, “nosotros somos sus portadores”.

El gran desafío para todos los predicadores es “hacer que esa Palabra tome vida en los demás”, que conecte con sus historias a través de la empatía: “Nadie en mejor que otro, estamos hermanados por Dios por ser sus hijos”.

Misioneros de esperanza

Con el llamado del Papa Francisco para celebrar el Jubileo 2025, Ester considera que la esperanza “no es algo etéreo ni lejano”. Se puede vivir desde la cotidianidad con pequeños detalles, sobre todo desde la sencillez.

El Dios de la cotidianidad, que nos sorprende con sus pequeños gestos, él se manifiesta en la brisa, en el agua, en el arrullo de los pájaros, en el frío o en el calor. Por eso, frente a los problemas siempre “debemos recordar que siempre hay una luz, que el Señor nos acompaña”.

Cuenta que justamente en el curso sucedió una anécdota relacionada con el dolor, “a una compañera se le murió su mamá”. Todos la acompañaron en oración y “estoy segura que en medio de su dolor Dios está allí dándole consuelo”. Todos los que creen saben que “contamos con el regalo de la vida eterna, esa es una de las más grandes esperanzas”.

Uno con nosotros

Sobre la sinodalidad – un tema muy presente en el curso – ha detallado que “Jesús era era uno con todos”. Creo que este llamado del Papa atiende ese deseo de una amplia mayoría de carismas y dones en la Iglesia.

Caminar juntos, en medio de estas diversidades, culturas, vocaciones, es una tarea impostergable para todos que “somos el cuerpo de Cristo que es la cabeza”. Por supuesto, ese cuerpo tiene cabeza, manos, pies, corazón, cada quien cumple una función importante, ninguno es más importante que otro.

“Es ser uno en la diversidad, aceptando que el otro es distinto a mí aunque pensemos distinto y aún así ser Iglesia, ser pueblo de Dios”, apuntó. En definitiva, Dios quiere “ser uno con nosotros”.


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