22 familias indígenas pertenecientes a los pueblos Sikuani, Piapoco y Salive han experimentado una transformación radical de su vida en el último año, sus procesos de trabajo han mejorado y la organización comunitaria ha entrado en otra fase.
Un itinerario que se cumplió gracias al acompañamiento y apoyo financiero otorgado por el Fondo Populorum Progressio que para la ejecución del proyecto entregó al Vicariato Apostólico de Puerto Carreño en Colombia, un presupuesto que superó los USD 24 mil dólares para la construcción de cinco galpones, una huerta y un pozo para el sistema de riego.
Trabajando por un sueño
Monto que los pueblos indígenas invirtieron en la compra de 600 pollos de engorde, 400 gallinas ponedoras, 180 bultos de concentrado, 50 comederos y bebederos, semillas de tomate, cilantro, cebollín, pepino, maíz, ahuyama, piña y tallos de yuca. Además de la compra de materiales y herramientas para la construcción de todo lo necesario para su implementación.
Asentadas en el Vicariato Apostólico de Puerto Carreño, las familias de los pueblos Sikuani, Piapoco y Salive apostaron por la transformación del territorio, un ideal acompañado por el Fondo Populorum Progressio, Mons. Francisco Antonio Ceballos obispo de esta iglesia particular y la localidad, logrando que sus habitantes constituyeran una comunidad autosostenible con los conocimientos necesarios, para proyectarse hacia la organización social, la producción agropecuaria organizada y la comercialización de sus productos.
El proceso se inició con la instalación de los galpones y la preparación de la tierra para la huerta comunitaria con el objetivo de cultivar productos autóctonos. Los galpones cuentan con una extensión de 40 metros cuadrados, en 2 de ellos se trabaja la cría de gallinas ponedoras y tres se utilizan para la cría de al menos 200 pollos. De acuerdo con la norma técnica cada galpón debe contar con sus bebederos y comederos.
La finalidad es que los productos obtenidos sirvan para el consumo de la comunidad y los excedentes sean vendidos, un camino seguro hacia la autosostenibilidad de las familias, además de abrir un espacio de aprendizaje para ellos en diferentes áreas.
Un horizonte común
Otro de los componentes de gran importancia en la ejecución del proyecto fue la participación local de distintos actores, lo que demuestra que juntos somos más. En primer lugar, está la comunidad que permitió el uso de sus territorios, aportó la mano de obra para la realización del sembrado y la instalación de los galpones.
La Iglesia local ofreció el transporte de los materiales, el acompañamiento y la asesoría constante del diácono Silvio Montes encargado de la Pastoral Indígena en la jurisdicción eclesiástica.
Igualmente, participaron en la ejecución del proyecto entidades estatales y civiles entre las que se encuentran el Servicio Nacional de Aprendizaje SENA de la Regional Vichada y la Pastoral Social de la Regional del Sur Oriente. Al trabajo comunitario se agrega el trámite desde lo legal, porque aquí es importante aclarar que parte de las acciones en la ejecución del proyecto auspiciado por el Fondo Populorum Progressio buscan la obtención de los títulos de propiedad.
Así, todo pertenece a las familias, los galpones, instalados en los predios en donde se hallan ubicados los asentamientos de los tres pueblos indígenas y la huerta. Dichos materiales y el producto económico que se derive de ellos será administrado por la Pastoral Social Indígena siempre y cuando el proyecto siga en marcha y alcance un nivel de auto sostenimiento.
Comunidades en peligro
Las familias de estos pueblos indígenas en promedio de seis personas, viven en pequeñas casas construidas por ellos mismos, empleando materiales como el plástico, troncos de árboles y materiales muy sencillos a lo que se agrega que la zona es de difícil acceso y no cuenta con servicios públicos o sociales. La ausencia de mecanismos para sobrevivir era una constante para ellos, situación que los estaba llevando a la actividad informal y a la mendicidad.
De acuerdo con los informes del Vicariato Apostólico de Puerto Carreño se evidencia dentro de las comunidades una gran pérdida de identidad, costumbres y cultura por lo que se ven obligados a vivir de acciones que degradan su dignidad, abandonando actividades como la agronomía, la pesca y la elaboración de artesanías para dar paso al consumo de sustancias psicoactivas y la participación en actividades al margen de la ley.
Situaciones a las que se agrega el olvido estatal que no proporciona a estas comunidades servicios sociales básicos como la educación, la salud, el acceso a servicios públicos como el agua y la energía, mucho menos oportunidades laborales, lo que ha motivado el desplazamiento de las comunidades a los cascos urbanos con el fin de suplir sus necesidades. Lugares en los cuales la respuesta no ha sido la apropiada, por el contrario la discriminación y el racismo son factores que niegan la posibilidad de ofrecer mejores condiciones de vida para los pueblos indígenas.
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Formación y productividad
Así el Fondo Populorum Progressio constata los alcances de este proyecto que busca crear una alternativa de fortalecimiento integral para las familias indígenas a partir de las actividades productivas dentro de su comunidad, lo que empieza por la formación de los miembros de la comunidad en el manejo de huertas comunitarias y galpones; además del majeo de recursos y la organización de su propia comunidad.
Un proceso en dos etapas en las que se destaca la formación que garantiza la continuidad del proyecto y la etapa productiva que une a sus miembros en un objetivo y hace realidad las aspiraciones de una comunidad.
El Fondo Populorum Progressio fue creado el 26 de marzo de 1969, el deseo del entonces Papa Pablo VI era crear un fondo para ayudar a los más pobres. El Pontífice consideraba esta vía como una de las formas más certeras para promover la justicia social y la paz en América Latina y el Caribe. Un ideal que se mantiene y del que son evidentes sus resultados porque son muchas las comunidades en América Latina y el Caribe que aguardan por una oportunidad para desarrollar sus talentos, creer en sus legítimas aspiraciones y trabajar por ellas.
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