En una soleada y fría mañana de este 25 de diciembre de 2024 en Roma, el Papa Francisco, desde la logia central —balcón principal ubicado sobre el pórtico— de la Basílica de San Pedro impartió la Bendición «Urbi et Orbi» que significa “en la ciudad y en el mundo”. En su mensaje pidió enfáticamente la paz para los distintos conflictos armados que están desatados hace tanto tiempo ya en tantos puntos del planeta y describió el profundo y renovador significado de atravesar la Puerta Santa junto al encuentro con Jesús durante el Jubileo que se inició ayer por la noche y se extenderá por todo el año 2025.
El Santo Padre se encontraba acompañado por el cardenal Dominique Mamberti, protodiácono y quien tuvo a su cargo la lectura de la indulgencia plenaria otorgada en la fecha por el Papa; el cardenal Silvano María Tomassi, Observador Permanente emérito de la Santa Sede ante las Naciones Unidas; y por el sacerdote italiano Diego Giovanni Ravelli, maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias.
Más de 30000 personas se dieron cita en la plaza que exhibe durante este tiempo litúrgico un precioso, artístico y vivencial pesebre, junto a un árbol de Navidad coronado con una estrella que, al anochecer, se ilumina de intermitentes luces de colores. La explanada frente a la Basílica tuvo como invitadas centrales a las fuerzas de seguridad vaticanas e italianas con sus respectivas bandas de música. Cada una a su turno ejecutaron fragmentos de sus himnos identificatorios como Guardia Suiza Pontificia y Carabineros de Italia.
¿Qué dijo Francisco en su mensaje?
Luego de contextualizar en el día después del nacimiento de Jesús, señaló lo fundamental de la palabra del Señor: “Yo te amo, yo te perdono, vuelve a mí, la puerta de mi corazón está abierta para ti” (…) “Este es el significado de la Puerta Santa del Jubileo, que ayer por la noche abrí aquí en San Pedro: representa a Jesús, Puerta de salvación abierta a todos. Jesús es la Puerta” (…) “La misericordia de Dios lo puede todo, desata todo nudo, abate todo muro que divide, la misericordia de Dios disipa el odio y el espíritu de venganza. Vengan, Jesús es la Puerta de la paz”.
La invitación no quedó circunscripta a las intimidades personales sino que la trasladó a las naciones: “En esta Navidad, inicio del Año jubilar, invito a todas las personas, a todos los pueblos y naciones a armarse de valor para cruzar la Puerta, a hacerse peregrinos de esperanza, a silenciar las armas y superar las divisiones”.
El Papa Francisco hace público el llamado a la paz en todas sus intervenciones públicas, cita los países y regiones en conflicto, describe los dolores sin fin que provocan los enfrentamientos armados. Esta vez no fue la excepción: Ucrania, Oriente Medio, Palestina e Israel, Gaza, Líbano, Siria; en África, “República Democrática del Congo, así como a las poblaciones del oriente de ese país y a las de Burkina Faso, de Malí, de Níger y de Mozambique”, Sudán y la zona del Cuerno de África. Luego fue a Asia: Myanmar, y en América: Haití, Venezuela, Colombia y Nicaragua. Dio un particular espacio a la isla de Chipre que está en conflicto desde hace 50 años: un país que tiene “lacerado el tejido social y humano”.
Jesús nos espera
“Él nos espera en ese umbral. Nos espera a cada uno de nosotros, especialmente a los más frágiles. Espera a los niños, a todos los niños que sufren por la guerra y sufren por el hambre. Espera a los ancianos —nuestros ancestros—, obligados muchas veces a vivir en condiciones de soledad y abandono. Espera a cuantos han perdido la propia casa o huyen de su tierra, tratando de encontrar un refugio seguro. Espera a cuantos han perdido o no encuentran trabajo. Espera a los encarcelados que, a pesar de todo, son hijos de Dios, siguen siendo hijos de Dios. Espera a cuantos son perseguidos por su fe. Que son muchos”, afirmó el Papa Francisco mostrando lo grande la carpa de Dios.
Gracias y perdón
Agradeció a padres, educadores y maestros; personal sanitario, fuerzas del orden, a los que “llevan adelante obras de caridad, especialmente en los misioneros esparcidos por el mundo” por su “tarea silenciosa y fiel que busca el máximo bien”. Sabemos que nuestro mundo se ve aquejado por enormes desigualdades que entrañan los mismos tamaños de injusticias. En este sentido, Francisco deseó “que el Jubileo sea la ocasión para perdonar las deudas, especialmente aquellas que gravan sobre los países más pobres”. Abramos el corazón a Jesús y traspasemos su Puerta.
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