«Convierte los corazones de quienes alimentan, el odio, silencia el ruido de las armas que provocan la muerte, apaga la violencia que habita en el interior del hombre”; fueron algunas de las súplicas del Papa Francisco durante el rezo del Santo Rosario que presidió este 6 de octubre en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma.
Vencer la indiferencia
Una invitación a orar por el don de la paz en el mundo entero. Convocatoria que extendió al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede y los miembros de la asamblea sinodal.
Al cumplirse el primer aniversario del ataque terrorista que afectó profundamente a la población israelí y que se le atribuye al grupo terrorista Hamás, el Santo Padre abogó para que sea María quien nos ayude a superar la indiferencia al tratarse de un hecho que despertó una ola de violencia que se viene sintiendo con gran crueldad entre la gente más inocente y ajena al conflicto alimentado por los fundamentalistas.
«Despiértanos del letargo que ha oscurecido nuestro camino y despoja nuestros corazones de las armas de la violencia” y que muy pronto se cumpla la profecía de Isaías, advirtió el Pontífice al recordar el fragmento de la Palabra Santa. «Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra, ni se adiestrarán más para la guerra», abogó.
Custodiar la vida
En el templo que alberga el ícono mariano de mayor importancia en la historia de Roma «la Salud Populi Romani» el Papa Francisco, pidió que sea ella la que “inspire proyectos de paz en las decisiones de quienes gobiernan las naciones”.
Sin desconocer que la «familia humana ha perdido el gozo de la paz y ha extraviado el sentido de la fraternidad», el Santo Padre imploró la mirada maternal de María para que inspire a hombres y mujeres en la misión de «custodiar la vida y rechazar la guerra y cuide a los que sufren, a los pobres, indefensos, enfermos y afligidos”, sin perder la conciencia de proteger la casa común.
Una demanda a la Reina de la paz que los creyentes buscan para que interceda ante Dios frente al drama del duelo, la pérdida, el desarraigo y el abandono, porque en sus palabras solo ella “está dispuesta a acoger nuestros dolores. Ven Madre a socorrernos”, afirmó.
Los nudos del egoísmo
En un tiempo caracterizado por la opresión causada por la injusticia y la devastación de las guerras, el Vicario de Cristo oró por la transformación verdadera de los corazones de hombres y mujeres que muchas veces alimentan, el odio amparados en ideologías vacías. “Silencia el ruido de las armas que provocan la muerte, apaga la violencia que habita en el interior del hombre”, agregó.
Anhelos que desde una de las cuatro basílicas papales de Roma, la que gobierna el monte Esquilino se convirtió en el escenario que unió a creyentes de todo el mundo a través de la plegaria, logrando que el obispo de Roma entregara sus intenciones a la reina del rosario, la misma que desata los nudos producidos por el egoísmo y disipa las nubes oscuras del mal.
Circunstancias ante las cuales el vicario de Cristo cerró diciendo «llénanos con tu ternura, levántanos con tu mano bondadosa y danos tu caricia de Madre, que nos haga esperar el advenimiento de una nueva humanidad” donde la transformación se sienta como en el relato de Isaías “en el desierto habitará el derecho y la justicia morará en el vergel. La obra de la justicia será la paz».
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