Un nuevo año se inicia y el Papa Francisco en este miércoles 1 de enero de 2025 celebró en la Basílica Vaticana la Misa en la solemnidad de María Santísima Madre de Dios en el marco de la 58° Jornada Mundial de la Paz que se recuerda el día de hoy.
Con la asistencia de más de 5500 personas en la asamblea, 35 cardenales, 40 obispos y 200 sacerdotes, esta misa estuvo signada por la presencia de la imagen de Santa María de Battipaglia, Virgen de la Esperanza, que porta en su mano derecha el ancla de la esperanza, y en su brazo izquierdo lleva “a upa” al Niño Jesús, ambos coronados.
La celebración litúrgica fue presidida desde la sede por el Papa Francisco y en el altar hizo lo propio el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, junto al cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
Homilía: María es la puerta
El Papa Francisco en su homilía marcó centralmente que “María es la puerta por la que llegó Jesús al mundo”, “Jesús ha nacido de una mujer y es uno de nosotros por eso Él puede salvarnos”. Jesús necesitó pañales y la asistencia de una madre, señaló Francisco, así “los pastores encuentran a un niño frágil”, “Jesús revelará el amor de Dios a través de la belleza de su debilidad”.
Cuidar la vida de punta a punta
“Confiemos este nuevo año a María Madre de Dios para que también nosotros aprendamos como Ella a hallar la grandeza de Dios en la pequeñez de la vida”, exhortó el Santo Padre, “para que aprendamos a cuidar a toda criatura nacida de una mujer, sobre todo protegiendo el don precioso de la vida como lo hizo María, en el vientre materno, la vida de los pobres, la vida de los que sufren, la de los ancianos, la de quienes están solos, las de los moribundos”.
Hacernos cargo de la vida herida
Y continuó: “Y hoy en la Jornada Mundial de la Paz todos estamos llamados a aceptar esta invitación que brota del corazón materno de María, hacernos cargo de la vida herida, dignificar la vida de cada nacido. (…) Pido un compromiso firme para ocuparnos de la dignidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural para que cada persona pueda amar su propia vida y mirar el futuro con esperanza”.
A Ella, el Jubileo
“Encomendémosle a Ella este nuevo año jubilar, entreguémosle a Ella la preocupaciones y sufrimientos, nuestras alegrías, y todo lo que llevamos en el corazón. Ella es madre: confiémosle a Ella el mundo entero para que florezca la paz en todos los pueblos de la Tierra”, rogó Francisco.
Para los obispos y todo el pueblo de Dios
Dirigiéndoles sucesivas miradas a los obispos presentes, el Papa Francisco relató una historia: “En Éfeso cuando los obispos entraban en la Iglesia, el pueblo, con bastones en sus manos, gritaba ‘Madre de Dios’. Y seguramente los bastones eran la respuesta del pueblo que María es Madre de Dios. Hoy no tenemos bastones pero sí el corazón de Dios, su voz. Así que todos juntos aclamemos a la Madre de Dios”. Y todos los asistentes dijeron fuerte tres veces en el templo: “Santa Madre de Dios”.
Mensaje 58° Jornada Mundial de la Paz
El mensaje de la Jornada de este año lleva por título “Perdona nuestras ofensas, concédenos tu paz” y está presentado en cuatro grandes temas desarrollados en 15 puntos:
- Escuchando el grito de la humanidad amenazada
- Un cambio cultural: todos somos deudores
- Un camino de esperanza: tres acciones posible
- La meta de la paz
El núcleo de su Mensaje radica en la restauración de la dignidad de las personas sosteniendo la esperanza con ese propósito. Instó a concretar 3 acciones que buscan esos logros: reducción o condonación de la deuda internacional, promoción de la cultura de la vida e inversión en un Fondo Mundial contra el hambre.
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Para los líderes globales
En el último punto de su Mensaje —dado el 8 de diciembre de 2024— Francisco dice: “¡Concédenos tu paz, Señor! Esta es la oración que elevo a Dios, mientras envío mis mejores deseos para el año nuevo a los jefes de estado y de gobierno, a los responsables de las organizaciones internacionales, a los líderes de las diversas religiones, a todas las personas de buena voluntad.
Perdona nuestras ofensas, Señor,
como nosotros perdonamos a los que nos ofenden,
y en este círculo de perdón concédenos tu paz,
esa paz que sólo Tú puedes dar
a quien se deja desarmar el corazón,
a quien con esperanza quiere remitir las deudas de los propios hermanos,
a quien sin temor confiesa de ser tu deudor,
a quien no permanece sordo al grito de los más pobres.
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