«La nuestra no es una asamblea parlamentaria, sino un lugar de escucha en la comunión”, afirmó el Papa Francisco durante la misa de apertura de la 2.ª sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión» este 2 de octubre.
Tomando como punto de partida a san Gregorio Magno, el Pontífice recordó que lo que alguien tiene parcialmente, lo posee de modo completo otro, y “aunque algunos tengan dones particulares, todos pertenecen a los hermanos en la caridad del Espíritu».
Así inició la homilía de la ceremonia efectuada en la plaza de San Pedro que en la memoria litúrgica de los santos ángeles custodios, marca el inicio de un tiempo de escucha, diálogo y discernimiento colectivo que representa para una buena parte de la Iglesia en el mundo la esperanza, un nuevo paso del proceso hacia el cambio. En la reflexión sobre la Palabra Santa el Papa tomó como punto de partida tres imágenes para analizar el momento histórico que vive la iglesia universal: La voz, el refugio y el niño.
El eco de Dios
Asumiendo la realización del Sínodo como ese viaje en el cual el Señor pone en nuestras manos la historia, los sueños y las esperanzas de un gran Pueblo de hermanas y hermanos esparcidos por el mundo, el obispo de Roma recordó la importancia de «liberarse de lo que, en nosotros y entre nosotros, puede impedir a la caridad del Espíritu crear armonía en la diversidad», porque desde la fragilidad humana existe el riesgo para «quien con arrogancia presume y pretende tener el derecho exclusivo sobre la voz del Señor” y entonces “no sea capaz de escucharla».
Dirigiéndose a padres y madres sinodales el Papa insistió en que toda palabra sea acogida con gratitud y sencillez para que alcance a convertirse en el eco de lo que Dios ha entregado buscando el beneficio de sus hermanos.
«Cuidemos de no convertir nuestras aportaciones en puntos que defender o agendas que imponer», indicó por el contrario estas contribuciones han de ser dones para compartir, con plena disposición incluso, para que se pueda sacrificar lo que es particular, o discernir si es que esto puede considerarse en aporte para crecer en unidad o algo que haga parte de ese plan de Dios que rige y determina lo mejor para la vida de los pueblos.
Una actitud que de no ser superada advierte el Papa, podrá incidir negativamente y entonces «acabaremos encerrándonos en diálogos entre sordos, donde cada uno trata de llevar agua a su molino, sin escuchar a los demás y sobre todo sin escuchar la voz del Señor».
En esta línea haciendo la comparación con el tránsito por el desierto aclaró que «las soluciones a los problemas que se nos plantean no las tenemos nosotros y que al presumir de autosuficiencia, es posible morir arrastrando a los demás. Es preciso recordar que “con el desierto no se bromea y si uno no presta atención al guía, es muy posible morir de hambre y de sed”.
Dones por armonizar
Así la recomendación del Papa a los miembros de la asamblea sinodal es a «escuchar la voz de Dios y de su ángel, si de verdad queremos continuar nuestro camino con seguridad, más allá de los límites y las dificultades».
Pasando a la segunda imagen de la homilía, la concerniente al refugio, el Vicario de Cristo explicó que en este caso el símbolo son las alas que protegen y que definió como esos «instrumentos poderosos capaces de levantar un cuerpo del suelo por sus movimientos vigorosos, fortaleza que no las exime de plegarse y estrecharse para ofrecer protección a las crías, siempre necesitadas de calor y protección.
Para Francisco esta imagen es el símbolo de lo que Dios hace por nosotros, pero también es un modelo a seguir, particularmente en este tiempo de asamblea sinodal, porque si bien se sabe que el grupo está integrado por hombres y mujeres de diversas latitudes «hay muchas personas fuertes, bien preparadas, capaces de elevarse a las alturas con movimientos vigorosos de reflexión y brillantes intuiciones», lo que debe asumirse como una riqueza que nos estimula, empuja y obliga con frecuencia a pensar más abiertamente para avanzar con decisión, porque nos invita a «permanecer firmes en la fe, incluso ante los desafíos y las dificultades».
Abrazar, proteger y cuidar
Se trata de lo que considera «un don que debe armonizarse, en el momento oportuno, con la capacidad de relajar los músculos e inclinarse, para ofrecernos los unos a los otros un abrazo acogedor y un lugar de cobijo», lo determinante es que todos sus integrantes se sientan libres de expresarse y para ellos requieren de percibir a su alrededor la presencia de amigos que los quieren y respetan, los aprecian y desean escuchar lo que tienen que decir».
Actitud que insistió no ha de tomarse únicamente como una técnica o método para explicar o facilitar el diálogo, mucho menos como la mejor forma para velar por el adecuado desarrollo de una dinámica de comunicación grupal. Se trata de tener claro que esto hace parte de la vocación de la Iglesia, entonces abrazar, proteger y cuidar, es parte de su naturaleza y debe ser un lugar de acogida y encuentro de la que recuerda se deriva su «fuerza moral, belleza espiritual y ejemplaridad» por la que es reconocida.
De esta forma recordó que la Iglesia necesita “lugares pacíficos y abiertos”, donde la prioridad esté en creer ante todo en los corazones, donde cada uno se sienta acogido como el niño que acude a los brazos de su madre, esa criatura alzada contra la mejilla de su padre».
La verdadera grandeza
Análisis que encadenó con la reflexión sobre la imagen del niño, al que Jesús en el Evangelio pone en medio de los discípulos «invitándolos a convertirse y a hacerse pequeños como él» y a lo que agrega la prioridad de recibirlo, porque quien recibe al niño, lo hace a él mismo», frase que puede sonar a paradoja pero que el Papa asegura es fundamental para quienes hacen parte de la Asamblea sinodal.
Si bien «el Sínodo, dada su relevancia, pide a todos ser “grandes” de mente, de corazón y mirada, por la trascendencia y delicadeza de las cuestiones a tratar, y la amplitud de los escenarios que abordarán es imprescindible saber que no podemos apartar de la mirada del niño, “a quien Jesús sigue colocando en el centro de nuestras reuniones y mesas de trabajo, para recordarnos que la única manera de estar a la altura de la tarea que se nos ha confiado es haciéndonos pequeños y acogiéndonos recíprocamente, con humildad”, como niños, porque bien lo dijo el Papa Benedicto XVI, durante la homilía en la Fiesta del Bautismo del Señor el 11 enero 2009 solo «haciéndonos pequeños cómo Dios se «demuestra cuál es la verdadera grandeza, más aún, qué quiere decir ser Dios”.
Para el Papa «no es casualidad que Jesús diga que los ángeles de los niños «en el cielo están constantemente en presencia del Padre celestial» es decir, que los ángeles son como un “telescopio” del amor del Padre.
Una homilía que el Santo Padre concluyó deseando que los miembros de la Asamblea sinodal vivan días bajo el signo de la escucha, la custodia recíproca y la humildad, para escuchar la voz del Espíritu, “para sentirnos acogidos y acoger con amor, y para no perder nunca de vista los ojos confiados, inocentes y sencillos de los pequeños, de los que queremos ser voz, y a través de los cuales el Señor continúa apelando a nuestra libertad experimentando una gran necesidad permanente de conversión.
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