El Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam) ha reunido a las agencias de cooperación y ayuda a la Iglesia con “un balance positivo”. Luego de este importante evento – que se va a Alemania en 2025– surgen muchas interrogantes sobre el tema propuesto: ¿cooperación sinodal y solidaria? ¿Cómo implementarla? ¿Cuáles son los desafíos?
Un término que sin duda requiere de un camino largo y de trabajo mancomunado para que en el mediano plazo rinda frutos y no se quede en mero lema. Por eso, ADN Celam ha consultado con algunos referentes para ahondar en estas cuestiones.
“Apoyar a los más vulnerables”
Ana Cristina García es coordinadora regional de América Latina y el Caribe de Cáritas Española en la que lleva 11 años de servicio, “primero apoyando proyectos en Colombia y después como coordinadora regional”.
Lo más desafiante de la cooperación es “poder establecer relaciones de trabajo fraternas, proyectos conjuntos y, por supuesto, atender a las poblaciones más vulnerables”.
Sobre la ‘cooperación sinodal’ piensa que se debe basar en la reciprocidad, corresponsabilidad, subsidiariedad y, en especial, en la confianza de “trabajar como hermanos, más allá de los resultados tangibles, es la construcción del Reino de Dios en la tierra”.
De este encuentro se lleva a España “una sensación de comunión de formar parte de la Iglesia, de una Iglesia fraterna, decidida a salir a ensuciarse en el barro para seguir apoyando a los más vulnerables”.
“Se requiere una cooperación más horizontal”
Marco Mancero, ecuatoriano, es secretario ejecutivo de la Conferencia Eclesial de la Amazonía (Ceama). Define la cooperación sinodal desde “un cara a cara entre los cooperantes y los destinatarios, donde ambos estén a un mismo nivel, es decir, que piensen en un solo cuerpo”.
Explica que los cooperantes son aquellas organizaciones que ofrecen los donativos y los destinatarios son los pueblos, las comunidades que están sufriendo necesidades, “presentan gritos o clamores para que sean escuchados” y es allí donde, se necesita esa sinergia de ayuda y escucha mutua.
“Desde la Amazonía donde he venido yo, y donde he visto amplias brechas de exclusión y desigualdad, hace falta que haya una cooperación más sinodal, no vertical sino más horizontal, en donde se ofrezcan o se reciban los recursos de una forma que podamos hacer más incidencia en los territorios”, aseveró.
Mancero destacó que “la transparencia es importante que todo el cuerpo esté articulado, que el donante sepa en qué fueron invertidos los recursos, los beneficiarios conozcan la procedencia de los mismos y, finalmente, los intermediarios en los territorios sean quienes den fe de esta articulación al verse beneficiados en los procesos”.
“Está articulación es la que entendemos como sinodalidad. Que se piense con la cabeza y el corazón, que no vayan los pies por un lado, el corazón y la cabeza por otro, sino de una forma más armónica”, dice.
“Ponerse las gafas del otro”
Irene Goffredo trabaja para el Dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral. “Soy italiana”, cuenta para referir que está vinculada a la curia romana desde hace tres años, tras un periplo por la Conferencia Episcopal Italiana y desde los voluntariados que hacía con la diócesis de Pozzuoli, en Nápoles al sur de Italia.
Sin ambages define la cooperación sinodal como una revolución – como ha dicho el cardenal [Michael] Czerny – para reducir las asimetrías entre cooperantes y beneficiarios. Sobre todo con lo referido a la toma de decisiones.
“Cooperar de manera sinodal es escuchar, escuchar las necesidades y ponerse las gafas en la perspectiva de los otros “, acota.
“Buscar caminos de encuentro”
Manuel Alberto Huapaya es el secretario general de Cáritas del Perú. Lleva dos años en el cargo. Viene de las filas del movimiento Schoenstatt. Administrador de profesión con especialidad en negocios internacionales.
¿Cooperación sinodal? “Buscar caminos de encuentro que nos fortalezcan no solo al cooperante sino también a aquel que recibe el aporte y la ayuda”, responde, porque cree que lo esencial es “dignificar a la persona”.
Se lleva al Perú una valija de esperanza, puesto que “es una puerta que se abre cada vez más, incluso yo estuve en un primer encuentro el año pasado [en Roma] y en este segundo hemos ahondado en muchos aspectos con mayor apertura”.
“Creo que hay desafíos también que se presentan como escuchamos y recibir las voces de aquellos que están siendo beneficiados para saber los alcances de las acciones emprendidas”, agrega.
“Se requiere crear alianzas”
Heidy Hochstätter, de la Fundación Internacional del Buen Pastor para América Latina, organización presente en 18 países de la región para brindar apoyo a mujeres, niñas, niños en el ejercicio de sus derechos, explicó que la cooperación sinodal “consiste en trabajar desde su identidad como donante con los recursos que se tienen, pero dando participación a los actores locales”.
Considera que debe haber una sinergia entre los donantes, actores y socios locales y quienes participan de los programas, solo así “se puede vivir la sinodalidad, ese caminar en comunión y respondiendo a las necesidades del momento”.
Describe el encuentro convocado por el Celam como un momento especial para América Latina y para toda la cooperación, porque “siento haber vivido un tiempo de reflexión y fraternidad, donde compartimos y discernimos sobre nuestro quehacer como agencias de ayuda, donde se requiere crear alianzas y comunicarnos más para generar un mayor impacto en lo local y donde hay mayores necesidades”.
“Es volver a la lógica de la koinonía”
Para el psicólogo argentino, Nicolas Meyer, coordinador de Cáritas para América Latina desde hace un año, el tema de la cooperación sinodal tiene que ver con las dinámicas de poder que poseen las organizaciones de cooperación, pero también con la mirada y escucha desde los territorios.
Asegura que desde la institución a la que representa, se han planteado la necesidad de mirarse de manera horizontal, “desde una visión de hermanos los cuales entregan, pero también reciben”.
“Por lo tanto, confiamos, cedemos generosamente, abrimos el juego, asumimos que a veces vamos a perder protagonismo, pero en ese compartir vamos a ganar en impacto, en la potencia que puede tener la misión de la iglesia”, subraya.
Este laico argentino, de 41 años, opina que aplicar la sinodalidad “es volver a la lógica de la koinonía donde los discípulos y las primeras comunidades cristianas, ponían todo en común y compartían los conocimientos, dejando actuar al espíritu en los momentos de tensión”.
“Los beneficiarios son los verdaderos protagonistas”
Juan de Monátegui coordina los proyectos de América Latina de Manos Unidas, una Organización no gubernamental para la ayuda, promoción y desarrollo de los países empobrecidos creada en España en 1965 por las mujeres de Acción Católica que atendieron el llamado de la ONU para luchar contra el Hambre en el mundo.
Explica que Manos Unidas centra su acción en el voluntariado, de hecho, “yo soy voluntario hace 7 años”. El laico español además de ser abogado, trabajó por mucho tiempo para la empresa privada como director de recursos humanos.
Para dimensionar el concepto de cooperación sinodal apunta que se debe partir que “los beneficiarios son los verdaderos protagonistas”. Con solo entender que “la gente sabe lo que necesita” sobra una actitud prepotente, por tanto, se debe practicar la escucha.
Así pues, este proceso “debe ser fraterno, partir de un diálogo en el que yo no tengo todas las claves, en cambio la persona a la que voy a ayudar sí tiene todas las claves”.
De este encuentro, se lleva la articulación, conocer a otras agencias de la Iglesia, puesto que “todos estamos trabajando en desarrollo”. También cree que “es una iluminación distinta” por lo que todos “debemos estar inspirados en el Evangelio”.
“Es una experiencia de escucha”
“Cooperación sinodal es más bien una experiencia de escucha, en servir de una forma conjunta y así aprender también el estilo de ser Iglesia”, así expresó María Filomena Canade, representante de la Conferencia Episcopal Italiana, de la oficina de intervención caritativa para el desarrollo de los pueblos.
Precisó que es importante escuchar, conocer y reconocer la labor que otros realizan, sus problemáticas, sus sueños y sus desafíos, porque esto “enriquece y hace más efectiva la labor que realizamos, nos hace sentir una Iglesia que camina unida por la misma línea”.
Esta laica italiana dice que de cada lección aprendida es importante compartir los logros, los saberes, pero también los errores, esto genera una dinámica nueva de aprendizaje a través del otro.
“No se trata de una competencia, al contrario, en esto uno siente que es Iglesia porque tiene la alegría de haber llegado a través de otro, sirviendo así de manera efectiva a nuestro público que son los más necesitados”, señala.
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