Fraternidad para sanar el mundo es el tema del 53º Congreso Eucarístico Internacional que se desarrolla en Quito del 8 al 15 de septiembre y la hermana Aldaleny Correa, de la Congregación de las Hermanas Misioneras del Padre Fantino, al compartir su experiencia como participante no duda en mostrar su alegría, el gozo que experimenta por el carisma que tiene su comunidad, el trabajo con los catequistas.
En el día dedicado al análisis de la realidad y los diversos dolores que afectan al mundo, la religiosa dominicana habló de lo que significa para ella llevar algo del amor eucarístico a las personas de su país con la confianza de que esto puede motivarlos a iniciar un camino de transformación en su vida.
Un amor compartido
Al resaltar el tema propuesto por los organizadores del Congreso «Fraternidad para sanar el mundo», señaló que es el Espíritu Santo quien ha ido poniendo en cada persona y conferencista la riqueza espiritual y académica para ir entendiendo el valor y el sentido que tiene para los católicos el significado de la Eucaristía. La idea es “amar cada vez más a Jesús que se nos da en el pan y el vino y esto es algo maravilloso”.
Por otra parte, destacó el trabajo que en ese sentido se realiza por los jóvenes, haciendo uso de los medios de comunicación, especialmente los digitales, por lo que recordó la figura del beato Carlo Acutis, considerado por muchos como «el patrón de Internet» y quien durante su vida utilizó la tecnología como un medio eficaz para transmitir el Evangelio y promulgar el amor por la Eucaristía.
Un ideal que consiste en contagiar a los demás a partir de su propia experiencia espiritual, superando los límites que muchas veces se asocian con la enfermedad o la presunta falta de profundidad espiritual de los jóvenes. “Imitamos mucho al beato Carlo Acutis que tiene una frase hermosísima que me marca hace mucho, dejando un eco interior en mi vida. Él decía que, ‘la Eucaristía es la autopista que nos lleva al cielo’ y así debe ser para todos nosotros los católicos”, observó.
Un alimento espiritual
Desde su opción a la vida consagrada, Correa asegura que ha vivido de muchas formas los frutos del amor eucarístico, por lo que se esfuerza siempre para dedicar un momento del día a la participación en la Eucaristía. “El día que no voy a la Eucaristía me falta algo en mi vida, la Eucaristía es el alimento espiritual que nos llena de alegría y más aún cuando recibimos a Jesús Sacramentado”, comenta.
Una experiencia que ha llevado a la religiosa a constatar que “cuando Jesús llega a una persona, transforma la tristeza en alegría, eso es lo que hace Jesús Eucaristía. Aquel que le ama, aquel que le come, aquel que le conoce a Él a través de la fracción del pan no queda igual, porque Jesús nos transforma con su amor infinitamente eucarístico, llenándonos de paz”.
Pensando en los aportes que este Congreso hace a su misión y al carisma de su comunidad, insiste en el trabajo que adelantan con los grupos de catequistas en República Dominicana, por lo que recordó la celebración de apertura y la celebración de la primera comunión que recibieron 1.600 niños ecuatorianos y el impacto que le causó. “Este acto suscitó en nosotros un gran impulso para seguir formando a los catequistas y que a través de sus enseñanzas, los niños puedan amar a Jesús y contemplarlo cada día”.
Catequistas y líderes
La congregación de las hermanas misioneras del Padre Fantino nació para aliviar y dar aliento a los más necesitados. «Somos como un rayo de luz en medio de tanta oscuridad que existe en el mundo de hoy», un carisma que define su misión y la importancia de dedicar espacios para la formación de la comunidad y en ella los líderes de la base de los creyentes.
Catequistas que serán los primeros en motivar la devoción eucarística como uno de los pasos certeros para profundizar en una vida espiritual que se extienda a la conciencia de que otros nos necesitan y podemos hacer algo por ellos.
Una opción que está más allá de la entrega de ayudas materiales siempre oportunas, se trata de ser testimonio vivo de los efectos del amor eucarístico, ese que no se queda en los actos externos de piedad propios de la cultura, la meta es motivar con nuestra actitud a que otros abran su corazón al verdadero amor eucarístico.
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