Hacer balance agradecido de acciones de gran calado es importante pasado un tiempo y más después de la experiencia del año pasado del Diplomado sobre abuso en contextos eclesiales. Una experiencia valiente y misericordiosa para acompañar uno de los mayores dolores de nuestra Iglesia.
Entrevistamos para ADN Celam a la hermana Alejandra Elbaba (argentina) quien formó parte del Equipo Coordinador del Diplomado en Cuidado y Protección de Niñas, Niños, Adolescentes y Personas Vulnerables (NNAyPV) que se llevó a cabo de modo presencial en Bogotá (Colombia) del 1 de agosto al 25 de noviembre de 2022.
¿Cómo fue esta experiencia tan profunda y trascendental para la vida de la Iglesia desde el centro de la organización? ¿Y en lo personal, cómo lo viviste?
El Diplomado en Cuidado y Protección de Niñas, Niños, Adolescentes y Personas Vulnerables (NNAyPV) ha sido una experiencia de verdad preciosa. Preciosa porque la hemos trabajado como se trabaja una piedra preciosa. Preciosa porque el Espíritu ha derramado muchísima gracia sobre cada una de las personas que hemos participado, en particular sobre los y las estudiantes, docentes que estuvimos a cargo, los que viajaron desde otros lugares, coordinadores, tutores. Puedo decir que he visto el paso de Dios. Entonces preciosa también en este sentido y creo que seguirá siendo preciosa por sus frutos.
En lo personal lo que más me ha impactado y me ha enseñado —me pone de verdad de rodillas— es ver la obra de Dios en cada una de las personas. En el Diplomado presencial los y las estudiantes tuvieron una tutoría personalizada lo que nos permitió el acompañamiento cercano, firme y misericordioso. A la vez, nos permitió —a mí me permitió— ser testigo de la transformación que puede obrar el Espíritu en nuestros corazones.
Cada vez que hablamos de cuidado y protección/prevención y cuidado, el mismo Papa y todos decimos “necesitamos una gran conversión” porque hay cosas en nuestras comunidades, en nosotros mismos, en nuestra Iglesia que son directamente factores de riesgo para el abuso.
En los 4 meses de este Diplomado intensivo lo que se produjo fue una gran una gran conversión del corazón, procesos de mucha sanación interior, de reconocer, aceptar y abrazar la propia historia. A veces también una historia de abusos, de ser abusados. También darnos cuenta de que nosotros mismos hemos abusado de poder, de conciencia. Al emerger estas situaciones se hace tan presente la gracia, la obra de Dios que, con su misericordia, nos va diciendo por dónde nos va sanando las heridas y sentimos que nos dice a cada uno “ve y haz tú lo mismo”.
¿Quiénes concurrieron al Diplo?
El grupo de estudiantes estuvo conformado en su mayoría por religiosas de vida apostólica y una contemplativa; laicos y laicas; sacerdotes y religiosos varones. Fue un grupo que se comprometió.
El programa y la metodología del Diplomado los llevó de frente a involucrarse porque se trató de un espacio en el que no solamente se dieron clases y se escucharon clases, como en cualquier curso, sino que estuvo involucrada la vida y donde la espiritualidad tuvo muchísimo sentido, muchísimo valor y fue lo que impregnó el día a día.
Las jornadas fueron intensas: desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde. Todas las mañanas comenzaban con un espacio de oración, a veces la Eucaristía, a veces una oración en el jardín, siempre centrados en la Palabra: una motivación del Espíritu que impregnara ese día. La espiritualidad fue una dimensión muy importante del Diplomado. También fueron muy favorables los docentes que hemos tenido —en general excelentes expertos—, sobre todo las personas que hemos invitado de Roma, España, Argentina, Puerto Rico, Colombia. Han sido personas cabales, excelentes docentes y han dado su sapiencia y también lo han hecho desde su propia vida.
¿Se fueron notando cambios en la interrelación de los estudiantes? ¿Cómo se vinculaban?
Se formó una comunidad estudiantil porque, claro, compartir cuatro meses es bastante, se han creado amistades y queremos que siga: le propusimos formar una comunidad de aprendizaje (ya en marcha) donde los ex alumnos que vayan saliendo de estos Diplomados —si Dios quiere lo vamos a repetir este año y el año próximo si recibimos las ayudas económicas necesarias— sigan profundizando en las causas y las consecuencias del abuso, y en todo lo que podemos hacer para la prevención.
En esos cuatro meses hemos sentido que despertamos conciencias, abrimos conciencias y corazones para ver dónde están los factores de riesgo en nuestras comunidades de Iglesia sobre todo, también en la familia, en nuestra cultura, en nuestras sociedades. También trabajamos en cómo hacer para favorecer y fortalecer y promover los factores de protección.
Al finalizar el último mes, ha sido muy bonito que cada uno de los estudiantes preparara un proyecto que tenía que ver mucho con su realidad: les pedimos que el proyecto sea realista, no una tesina pensando en otras cosas, sino que donde cada uno esté, vea cómo y qué harán por la prevención y la protección. Han salido 22 proyectos preciosos que hoy las y los estudiantes ya están poniendo en práctica en sus países, en sus comunidades, en sus congregaciones, en sus diócesis.
¿Ya están viendo frutos de este Diplo?
Hace un mes y medio tuvimos una reunión por zoom con la Comisión de Cuidado y Protección de la CLAR, de la que formo parte. Vimos ya ahí sentados a nuestros ex alumnos que están trabajando en las comisiones nacionales o en sus comunidades, en sus congregaciones. Somos cada vez más los que de una manera suave, sutil —como es y nos dice también el Evangelio, capilarmente— nos vamos comprometiendo a todo lo largo de nuestra América Latina en el cuidado; compromiso a partir de lo que estudiamos, de lo que investigamos, de lo que profundizamos. Hay muchos proyectos de investigación y de docencia. Esto nos va a ayudar mucho como Iglesia. Tengo mucha fe y esperanza en que esto será muy sanador.
Y ya como letanía, como invocación, lo de la Palabra: “sus heridas nos han curado”. Las heridas de Jesús, como dice Pablo, nos han curado. Si bien somos un grupo de personas —ojalá seamos cada vez más— que tenemos que tocar esta dimensión tan dolorosa de la Iglesia, esta herida tan profunda, tengamos la confianza haciendo algo, no solamente diciendo que el tiempo la sanará. Y remarco: más que “el tiempo”, “en el tiempo” haciendo lo que tenemos que hacer se sana. Sus heridas nos van a seguir curando, las heridas de las víctimas, las heridas del Cristo crucificado en las víctimas. También lo que queremos es mitigar —si no podemos erradicarlo de raíz—los abusos y prevenir para que se potencien los factores de protección, la salud que tenemos también en la Iglesia y sean lugares seguros para todos. Somos cada vez más los que trabajamos en esto.
Entendemos que la presencialidad ha sido un factor de conversación al planificar las próximas instancias formativas.
Todavía hoy nos piden un diplomado híbrido o simplemente virtual. Nosotros respondemos que, por un lado, que hay mucha oferta virtual, gracias a Dios. Pero vemos que este tema y esta conversión necesita de una comunidad y necesita de poner todo el corazón, la vida, el cuerpo en esta temática. De esto estamos convencidos.
A la vez distinguimos una señal si tu congregación hoy no puede prescindir de ti tres meses entonces tampoco te va a dar la libertad para que tú después te puedas dedicar. Porque el punto es que queremos que este Diplomado lo hagan personas que se van a comprometer al menos durante los próximos 5 o 10 años de su vida en esta acción de la prevención y la protección. Si tú te vas a comprometer, tu congregación, tu Iglesia local, tu colegio, tu institución, tiene que dejarte 3/4 meses para que te dediques a esto. Es muy significativo si tú sigues pidiendo un diplomado virtual porque muy seguramente lo vas a hacer a medias. Por supuesto que quienes estamos acompañando a las víctimas, que quienes estamos capacitando y formando en prevención, también tenemos otros trabajos y compromisos en nuestras comunidades; pero sabemos que esta tarea es absolutamente prioritaria porque sentimos el llamado del Espíritu y no porque la hayamos elegido.
Si hoy me preguntan a qué me dedico, digo: me ha empujado el Espíritu para aquí, nunca lo hubiese pensado. A medida que camino me encuentro con más personas heridas por el abuso eclesial, por la manipulación de conciencia, por el abuso de poder, por el abuso espiritual y también por el abuso sexual al interior de nuestra Iglesia. Hay mucho por hacer. ¿Que no todos vamos a estar en esto? Por supuesto, pero algunos nos tenemos que seguir comprometiendo.
Este Diplomado fue organizado por el Cebitepal y la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR).
* Alejandra Elbaba es Hermana Dominica del Santísimo Nombre de Jesús. Lic. en Psicología (UBA), Máster en Estudios Comparados de Literatura, Arte y Pensamiento y Doctora en Humanidades (UPF). También posee un Diplomado en Protección de Menores del Centre of Child Protection, de la PUG. En su Congregación, se desempeñó como animadora de comunidad, formadora y en ministerios de gobierno. Trabaja en Educación y es la Delegada General de Protección de la Niñez y Personas Vulnerables. Es miembro de la Comisión de Cuidado y Protección de NNAyAV de la CLAR y de la Conferencia Argentina de Religiosos y Religiosas (CONFAR).
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