«Ser una Iglesia más abierta que acoja a todas las personas sin distinción» fue uno de los clamores que se sintió con fuerza durante la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe,» recordó la Hna. Birgit Weiler al analizar esta temática durante la primera sesión del XX Congreso Latinoamericano y Caribeño de Cáritas que dentro de sus prioridades contempla que la organización se una al llamado de la Iglesia universal a vivir la experiencia de la sinodalidad.
Al respecto, la religiosa indicó que para adelantar dicho proceso, el Papa Francisco pide tener presente dos palabras: escucha y desborde. La primera de ellas otorga dinamismo y libertad a los procesos, la segunda impulsa a salir al encuentro de los demás sin miedo, dejándose llevar por el amor creativo que considera y valora al otro sin juzgarlo por ser diferente. Una invitación a vivir un verdadero proceso de conversión pastoral. Para ello advirtió la religiosa, es preciso poner en práctica el espíritu sinodal de los catequistas que hallan en la diferencia una fuente de riqueza.
Todos somos aprendices
En esta línea la misionera alemana aseguró que el proceso de escuchar los clamores de las comunidades, requiere de disponibilidad de la mente y el corazón a la conversión personal, comunitaria e institucional; además de actitudes básicas de paciencia y comprensión mutua como de apertura para pedir perdón y perdonar.
Refiriéndose a los clamores concretos presentes en el texto titulado «Hacia una Iglesia sinodal en salida a las periferias» que recoge las propuestas pastorales de la Primera Asamblea Eclesial, la Hna. Birgit Weiler citó entre otros colectivos, a los jóvenes que en su momento manifestaron su necesidad de sentirse «presentes con una visión crítica y constructiva, para que sean protagonistas y generadores de dignidad e inclusión».
Buscar la conversión
De acuerdo con la misionera esta es una muestra de que la Iglesia «necesita vivir una conversión integral, profunda y continua» para avanzar en la escucha del otro. Una manifestación de esa metanoia que aplica a las actitudes sencillas pero profundas que bien pueden ayudar a superar los comportamientos clericalistas que no solo se presentan en religiosos o clérigos, sino en laicos que producto de la cultura y los débiles procesos en la fe están clericalizados.
Esto, explica la consagrada, implica fomentar una mayor participación de laicos, laicas, religiosas y religiosos en los procesos de discernimiento y decisión. «Una Iglesia en salida a las personas situadas en las periferias sociales, culturales y existenciales,» comenta.
Igualmente está el clamor de las mujeres que como los jóvenes anhelan una mayor participación en los espacios de liderazgo al interior de la Iglesia.
Todo lo anterior lleva a la reflexión que busca «ser cada vez más, una Iglesia verdaderamente sinodal, en la que se valoren los carismas y dones de los hombres y mujeres en las instancias de gobierno eclesial y en los que ellas y ellos puedan contribuir con sus modos de entender y practicar liderazgos en el Espíritu del Evangelio«, lo que debe considerarse como una fuente para el enriquecimiento de toda la Iglesia.
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Una Iglesia que acoge
De esta forma la invitación a los representantes de Cáritas en América Latina y el Caribe es a ser expresión de esa iglesia acogedora que asume esto que hallamos en el texto de la Asamblea Eclesial que incluye a grupos marginados como las personas con orientaciones sexuales diferentes, los miembros de pueblos originarios y afrodescendientes para que exista un mayor conocimiento de sus culturas y tradiciones espirituales; tanto como para quienes hacen parte de los grupos de víctimas de abusos espirituales, sexuales, de poder o conciencia que claman por reparación y prevención de parte de la institución que en algún momento fue fuente de desconcierto.
Planteamientos que no solo hacen parte de la declaración o un documento fruto de la Asamblea Eclesial, sino de un movimiento, un anhelo que se viene gestando en la Iglesia y hallará continuidad en el próximo Sínodo que advierte un vínculo estrecho entre sinodalidad y misión que en palabras del Card. Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos, pone de manifiesto que «la Iglesia no es solo sinodal y misionera al mismo tiempo, sino que solo es misionera si es sinodal y sinodal si es misionera”.
Asumirlo hará que cualquier proyecto misionero solo surja del proceso sinodal, ese capaz de escuchar y discernir, es decir, el que apueste por un ejercicio de verdadero discipulado que represente los anhelos más profundos del pueblo de Dios.
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