«El dolor de una víctima debe ser el dolor de todos,» se lee en la declaración del Acuerdo Ciudadano por la paz en México. Dolor que permanece latente en una buena porción de la población del país, ante las diversas expresiones de la violencia en muchos lugares normalizadas y casi aceptadas como parte del destino.
Esta misma población lejos de dejarse derrotar por la tristeza o dominar por la venganza, busca caminos para el cambio, un proceso acompañado por la Iglesia que también hace parte de los dolientes.
Articulación interinstitucional
El episcopado mexicano, la Conferencia de Religiosos de México, la Compañía de Jesús, la Comisión Episcopal de Laicos y todos los participantes del diálogo nacional por la paz, ratificaron su compromiso en una declaración en la que proponen construir una Red Nacional de Paz.
Según la propuesta este organismo deberá participar del liderazgo y el compromiso inclusivo, propiciando una articulación interinstitucional, creando mecanismos de diálogo y colaboración, impulsando la implementación de la Agenda Nacional de Paz en los diferentes sectores de la sociedad.
Los resultados deberán presentarse a todos los candidatos y candidatas a un puesto de elección, ya sea municipal, estatal o federal. También deberán desarrollarse espacios digitales que permitan el encuentro, la vinculación, el intercambio de experiencias y la suma de esfuerzos. Para lograrlo la convocatoria de los firmantes en primer lugar, invita a ser parte de la red, privilegiar el diálogo, erradicar la indiferencia y la violencia, adoptando los principios de la cultura del cuidado, el respeto a la dignidad de cada ser humano, la ética del diálogo y la colaboración.
Un trabajo conjunto
Para ello, aseguran que será necesario apropiarse de la Agenda Nacional de Paz y promover acciones que permitan implementarla en las familias, escuelas, comunidades, instituciones, empresas y universidades. Se trata de buscar la vinculación que propicie esfuerzos sostenidos para construir la paz, esto también llevará a exigir a los gobiernos que cumplan con su función de manera eficaz y transparente. «Estamos convencidos de que es posible construir la paz, que podemos vencer las dinámicas de violencia y de destrucción social, sabiendo que no hay soluciones fáciles,» afirman.
Son conscientes de que «la paz es un trabajo conjunto en distintos niveles y con todos los sectores sociales,» desde luego esto implica una suma de voluntades,» la coordinación de esfuerzos y la generosidad de todos para vencer el miedo,» sin desconocer como factor preponderante la indolencia e ineficacia de las autoridades que no se han ocupado de su principal tarea, es decir, «procurar la unidad, la seguridad, la justicia y la paz del país”.
Un diagnóstico que hacen propio a partir de su contenido de verdad y los argumentos que se han compartido dentro de los análisis que nutren su proceso de discernimiento. El Acuerdo Ciudadano por la paz es un camino que han hecho hombres y mujeres de buena voluntad en todo el país y que definen como un «ejercicio de oración, un encuentro de diálogo y búsqueda de esperanza que permita construir el México que queremos y merecemos». Esto consiste en privilegiar el respeto por la vida, la dignidad de todas las personas, el estado de derecho y la superación paulatina de las desigualdades sociales en todas sus causas.
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Superando el rencor
La iniciativa que propone la Iglesia mexicana no busca promover la confrontación ni la venganza, sino la unidad y la reconciliación del país; en el entendido de que todos sus ciudadanos sean protagonistas en la construcción de la paz y la justicia. El objetivo es que «nadie debe sentirse excluido y se logre la participación de las familias, comunidades, pueblos, las ciudades, instituciones, fuerzas políticas y la nación entera».
Para la Iglesia mexicana es necesario «reconocer que la violencia que se vive desde hace tiempo en México se ha vuelto intolerable”. El dolor de las víctimas es un llamado a sumarse para detener la escalada de violencia y comprometerse con la construcción de paz.
La Agenda Nacional de Paz es el fruto de la escucha de más de 18 mil participantes en los conversatorios, foros de justicia y seguridad y del diálogo Nacional, que en el fondo surgen de la fe y la esperanza en que es posible actuar desde la vocación propia a la fraternidad, un compromiso de los creyentes abiertos siempre a la solidaridad y la esperanza.
Buscamos trascender de una cultura de violencia hacia una cultura del cuidado, de la paz, respetando la dignidad de todas las personas sin distinción siendo artesanos de la paz, donde los jóvenes sean protagonistas del futuro y que las buenas prácticas se multipliquen, para influir en las políticas públicas y en los procesos legislativos.
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