ADN Celam

Inmunizar corazones contra la pandemia de la indiferencia

Bogotá, 10 de abril de 2022

ADN Celam. Fue un anuncio lleno de incertidumbre. Ese 11 de marzo, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de Salud(OMS), declaraba una pandemia que puso en jaquea la humanidad a causa de un nuevo coronavirus, originado en la ciudad de Wuhan, en China.


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Dos semanas después, el 27 de marzo, el papa Francisco, en una vacía plaza de san Pedro, desnudaba las vulnerabilidades de la sociedad ‘moderna’ en su bendición Urbi et Orbi, con la misma pregunta que Jesús hizo a sus discípulos: “¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?”, para dar paso a un duro reclamo: “Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa.

No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo”. La tormenta entonces comenzaba, pero con una pincelada de esperanza, el Santo Padre dibujó aquella poderosa metáfora: “Estamos en la misma barca”, porque “la tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al des-cubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”.

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Narrativas de solidaridad

Dos años después de aquel terrible mazazo, la esperanza resucita. Hombres y mujeres de Iglesia, el Pueblo de Dios (pastores, vida religiosa y laicos), “construyen un nuevo horizonte”, como apunta Agus-tín Salvia, coordinador de la investigación Balance social del ciclo COVID-19 en América Latina y el Caribe, desarrollada por el Centro Pastoral de Gestión del Conocimiento del Consejo Episcopal Latinoame-ricano (CELAM).

Por ello –prosigue el laico argentino–, “eso significa que no hay lugar para los corazones cerrados, puesto que la Iglesia en salida tiene que estar abierta al laicado, no puede ser una Iglesia del clero para el pueblo, sino del pueblo con el clero”. El actual momento demanda desligarse de cualquier conservadurismo, porque “debemos ser transforma-dores, entender nuevas formas de hacer la Iglesia y de construir nuestra Iglesia, necesitamos nuevas formas de comunicar la palabra, nuevas maneras de acompañar a la sociedad en ese proceso”.

Así como los científicos han buscado formas para encontrar en tiempo récord una vacuna contra el COVID-19, en el seno de la Iglesia se han venido tejiendo narrativas de solidaridad sinodales para responder con eficiencia en tiempos de pandemia, cuyas secuelas sociales pueden resultar más com-plejas todavía.

Por ende, asegura Salvia, “son signos de los tiempos en donde la prédica de una buena nueva resulta muy importante para nuestra sociedad, en un momento cuando se pierden parámetros, se pierden horizontes, se pierden esperanzas, gana terreno la incertidumbre, la oscuridad, el se vale todo”.

Para el investigador, todas estas situaciones son caldo de cultivo para la conflictividad social, donde la pobreza, el desempleo, la corrupción, el hambre, la crisis ambiental y hasta los conflictos armados están basados en el consumo de la vida: cuando “no sirve más, la descarto”. Por tanto, la vacuna para los olvidados está en desarrollo.

Sabiduría de los pueblos moxeños

En San Ignacio de Moxos, en el departamento de Beni (Bolivia), habrá un antes y un después del 31 de julio de 2020. Ese día el pueblo celebraba as fiestas de su patrono, tras meses de un confinamiento “adaptado al bolsillo”, es decir, “una diferencia entre el trato de quien tiene dinero y de quien no tiene dinero”, cuenta el párroco de esta zona, Fabio Garbari.

Por supuesto, los indígenas llevaban la peor parte de este trato discriminatorio. Una pelea campal se avecinaba entre indígenas y autoridades policiales: “Fue un momento muy tenso, porque si aquellos prohibían todo, el mundo indígena decía que ahora es precisamente cuando necesitamos nosotros rezar, especialmente ahora que necesitamos apoyarnos y confiarnos en Dios. Esta es nuestra manera, si ustedes no quieren, quédense en casa, pero déjennos tranquilos”.

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