«En una Iglesia constitutivamente sinodal se ha de buscar un equilibrio entre la función primacial del obispo de Roma, como garante de la unidad de toda la Iglesia y la necesaria autonomía de las Iglesias locales», afirmó el profesor José San José de Prisco, durante el foro teológico pastoral sobre el ejercicio del primado y el sínodo de los obispos.
El ministerio petrino
¿Cómo ser una Iglesia sinodal en misión? es la pregunta base de las reflexiones del sínodo, lo que exige revisar la dinámica que une la sinodalidad, la colegialidad y la primacía de acuerdo con el Instrumentum Laboris del sínodo. Se trata de analizar entre otros temas, las implicaciones ecuménicas presentes en el estudio sobre el obispo de Roma que fueron publicadas por el Dicasterio para la unidad de los cristianos el pasado mes de junio.
Bajo la moderación de Klára Antonia Csiszar, los profesores Catherine Cliford, Mons. Timothy John Castello, Dário Vitali y José San José de Prisco presentaron su visión del tema.
Este último sacerdote oriundo de Valladolid aseguró que el proceso sinodal en curso está dando lugar a la reflexión sobre la mejor forma de diseñar un nuevo modo de ejercer el ministerio petrino y la función de la curia romana que sabemos tiene un papel esencial en la acción de la Iglesia.
Al respecto, el consagrado ofreció sugerencias prácticas desde el ámbito del derecho canónico que aplican a los principios fundamentales sobre el servicio de la curia como aparece descrito en la constitución apostólica Praedicate Evangelium, cuyo deseo es caminar hacia una sana descentralización en coherencia con la teología propuesta por el Concilio Vaticano II, respecto al ejercicio del episcopado y la relación con las Iglesias locales.
Autonomía en Iglesias locales
Así partió del marco eclesiológico que está fundado en el concepto de la comunión de las Iglesias y no desde el modelo tradicional de la Iglesia universal, lo que en su opinión ofrece razones para apelar al principio de la subsidiariedad pensando en la creación de leyes e instrumentos que ayuden a garantizar la unidad de la Iglesia.
En una Iglesia constitutivamente sinodal, San José de Prisco afirma que es necesario retomar la teología del episcopado, corrigiendo la trayectoria y aquellas formas que incurrieron en desviaciones, por lo que asegura que la búsqueda de una necesaria autonomía para las Iglesias locales, pasa por el empeño de mejorar los procesos que ayuden a articular las competencias de las agrupaciones de Iglesias, especialmente en los episcopados y las provincias eclesiásticas.
«Es necesario devolver a las diócesis su status de elemento constitutivo de la comunión de Iglesias, para que no se consideren circunscripciones administrativas de la Iglesia universal», advierte.
Para San José de Prisco más allá de reclamar una «saludable descentralización o la aplicación del principio de subsidiariedad” se trata de reconocer que los obispos y sus asambleas legítimas, tienen competencias que les pertenecen y a menudo se ven “limitadas al concentrar en manos del Romano Pontífice y la Curia la determinación de muchas normas que han de guiar la disciplina de las Iglesias de las cuales los obispos son responsables”.
La dinámica de la comunión
Igualmente, explicó que «la comunión de las Iglesias exige que los mecanismos de consulta e intercambio contribuyan en el proceso de alimentar y proteger la unidad de la Iglesia en su conjunto».
Lo que estaría en coherencia con lo que se conoce como la “Reservatio papalis” o acto mediante el cual el Pontífice se reserva ciertas acciones para su propia potestad cuando lo considera necesario. En esta línea aseguró que es necesario «hacer un estudio detallado desde el punto de vista teológico y canónico sobre las cuestiones que deben ser reservadas al Papa y cuales devueltas a los obispos”, porque en el Código de Derecho Canónico de 1983, no se delimitan los asuntos que deben reservarse al Papa.
Intervención que concluyó aclarando que una saludable descentralización nunca menoscaba la dimensión jerárquica de la Iglesia, por el contrario da potestad ejecutiva a las Iglesias e instituciones eclesiales locales lo que corresponde a una puesta en práctica de la dinámica eclesial de la comunión que da valor a la proximidad y la sinodalidad.
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