Este 20 de enero, la 128.ª Asamblea Plenaria Ordinaria del Episcopado Peruano comenzó con una solemne Santa Eucaristía celebrada en la Parroquia San Antonio de Padua, presidida por Mons. Miguel Cabrejos Vidarte, presidente de la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), y concelebrada por Mons. Paolo Rocco Gualtieri, Nuncio Apostólico en el país, junto con Mons. Carlos García Camader, primer vicepresidente de la CEP, y los obispos del Perú.
En su bienvenida, Mons. Cabrejos se dirigió con humildad y gratitud a los presentes: “Estamos reunidos en esta Iglesia, en esta parroquia de San Antonio de Padua, para celebrar esta Santa Misa pidiendo al Espíritu Santo que nos guíe, nos ilumine, nos fortalezca en esta semana en que tendremos la Asamblea Ordinaria del Episcopado Peruano”, anunció.
También pidió a los fieles que recen por los obispos, “para que esta asamblea produzca frutos pastorales y de bien para la Iglesia en el Perú”.
El Reino de la verdad
Durante su homilía, Mons. Cabrejos reflexionó el pasaje evangélico que relata el diálogo entre Jesús y el procurador romano, Pilato. Dijo que el Reino de Cristo se fundamenta en la verdad, una verdad que trasciende el poder terrenal y se arraiga en la bondad, la fidelidad de Dios y la evangelización: “La verdad, en el lenguaje bíblico, tiene muchas resonancias”, explicó.
A su vez, enumeró cinco dimensiones esenciales de la verdad: La revelación de la bondad del Padre de la Misericordia; la fidelidad de Dios a sus promesas de salvación; el anuncio del Reino Divino; la evangelización como acción misionera; y Cristo mismo como encarnación de la verdad.
El arzobispo también exhortó a los fieles a discernir esta verdad y a vivirla en sus conciencias: “Si se deja que las palabras de Cristo penetren en el corazón y en el alma, el discípulo está fuera de la lógica del poder, del dominio, de la fuerza del engaño y de la mentira… Pero también nos encontramos delante del reino de Cristo, cuya meta es la búsqueda de la verdad y de la justicia, o sea, el Evangelio”.
San Agustín, modelo de Sinodalidad
La autoridad eclesial recurrió a la figura de San Agustín para reflexionar sobre “la renovación de la Iglesia en clave sinodal”. Recordó que el santo obispo de Hipona, en su época, enfrentó desafíos similares a los actuales, como migraciones masivas y tensiones internas dentro de la comunidad cristiana.
“En San Agustín podemos contemplar un maestro de humanidad, fue un gran constructor de comunión, por tanto, de Sinodalidad. Y en polémicas propias de su época contra donatistas y pelagianos, siempre estuvo preocupado por la unidad de la Iglesia”, señaló Mons. Cabrejos.
Además, resaltó el compromiso del santo con la Sinodalidad, que no aparece en los escritos de San Agustín, peros sí en su vida pastoral, caracterizada por la escucha y el discernimiento comunitario: “San Agustín no fue, es un testimonio de Sinodalidad; aprendamos de él a trabajar por la verdadera renovación de la Iglesia”.
“Para que haya verdadera Sinodalidad, debe haber primero comunión”
Mons. Cabrejos remarcó que, “para que haya verdadera Sinodalidad, debe haber un caminar y un discernir juntos, debe haber primero comunión, debe acontecer una acción conjunta con el Pueblo de Dios, en la que la autoridad apostólica no se ejerce tiránica ni la obediencia es servir, sino que requiere una hegemonía de la confianza mutua de los sucesores de los Apóstoles y el resto del Pueblo de Dios, solo en esta clave se edifica verdaderamente la Iglesia”.
La celebración de la Eucaristía fue descrita como el máximo signo de sinodalidad, donde la unidad y el amor trinitario se hacen presentes: “No hay otro momento de más intensa Sinodalidad que la celebración de la Eucaristía, que es encontrarse en la unidad y encontrarse en Dios anuncio y anticipación de la reunión escatológica en la que el hombre no será enemigo del hombre”.
El arzobispo Cabrejos recordó las palabras de San Agustín: “Mi cuerpo vive sí de mi espíritu y tú pues quieres vivir del Espíritu de Cristo, mantente en el cuerpo de Cristo”.
La Sinodalidad es un proceso dinamizador
“La Sinodalidad debe ser un proceso, no solo clarificador, sino también dinamizador”, dijo el arzobispo, enseñando que, San Agustín, ejemplo de Sinodalidad práctica, vivió en profunda comunión con su comunidad, discerniendo la voluntad divina y enfrentando los desafíos históricos con la palabra y el testimonio de vida.
“Lo más grande que nos une es la fe la fe en Cristo. Estimados hermanos, todos lo sabemos hermanas, es el bien común de la Iglesia”, dijo el arzobispo Cabrejos, y advirtió que las divisiones suelen surgir por diferencias menores y perspectivas humanas mezquinas: “El obispo no es un señor, sino un servidor; no es propietario de la viña de Dios, sino un humilde operario que la administra, la Iglesia no es suya”.
En este sentido, es necesario recordar que el obispo no debe actuar con sentido de propiedad sobre la Iglesia, las almas, las conciencias o los bienes eclesiásticos. Su vida debe reflejar la dedicación plena a la comunidad, siguiendo el modelo de Cristo, con la dignidad y la autoridad que nacen del servicio. La edificación de la Iglesia es una continuidad guiada por el Espíritu Santo a lo largo de la historia.
Aprovechar el Kairós
Mons. Miguel Cabrejos alentó a los obispos y fieles a trabajar juntos por una renovación eclesial que sea fruto del amor y la esperanza. Citando a San Bernardo, recordó que “todos los tiempos tienen sus noches, pero a todas las noches les sucederá un amanecer” y exhortó a todos a confiar en la Providencia Divina para enfrentar los desafíos del presente con corazones abiertos a la acción de Dios.
“Ojalá nos ayude a todos los pastores, especialmente a los obispos, para que sepamos aprovechar este Kairós, y logremos mirar alto y lejos. Alto y lejos es nuestro reto y nuestra esperanza. Que el Señor y la Santísima Virgen María nos den las gracias de trabajar en la Iglesia en el Perú”, concluyó la autoridad eclesial.
Bajo la guía del Espíritu Santo y la protección de la Santísima Virgen María, los obispos del Perú trabajan para construir una Iglesia más unida y sinodal.
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