La mañana de este 6 de abril, se celebró la Eucaristía del Jubileo de los Enfermos y del Mundo de la Sanidad, un momento de encuentro en el que el Papa Francisco, a través de su delegado pontificio, Mons. Rino Fisichella, no ocultó que la enfermedad es una de las pruebas más difíciles de la vida. Sin embargo, lejos de verla como un obstáculo, la reconoció como una “escuela” donde se aprende cada día a amar y dejarse amar.
En el corazón del mensaje papal, una promesa profética: “Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?” (Is 43,19). Con estas palabras, tomadas del profeta Isaías, el Papa trazó un puente entre el sufrimiento del pueblo exiliado en Babilonia y las realidades dolorosas de hoy: la enfermedad, la soledad, el abandono, la fragilidad humana, y al mismo tiempo, la posibilidad de que allí —precisamente allí— brote una nueva vida, una conversión, un modo distinto de amar y ser comunidad.
“El lecho de un enfermo se puede transformar en un ‘lugar sagrado’”
“Ciertamente la enfermedad es una de las pruebas más difíciles y duras de la vida, en la que percibimos nuestra fragilidad. Esta puede llegar a hacernos sentir como el pueblo en el exilio, o como la mujer del Evangelio, privados de esperanza en el futuro. Pero no es así. Incluso en estos momentos, Dios no nos deja solos”, aseguró el Santo Padre.
Invitó a abandonarse en el Señor para encontrar la fuerza y experimentar el consuelo de su presencia. También recordó que, en su amor confiado, el Señor quiere comprometernos a “ser ángeles los unos para los otros, mensajeros de su presencia, hasta el punto que muchas veces, sea para quien sufre, sea para quien asiste, el lecho de un enfermo se puede transformar en un ‘lugar sagrado’ de salvación y redención”.
Dirigiéndose al cuerpo médico, el Pontífice recordó que cada acto de cuidado es también un acto de transformación: “El Señor les ofrece la oportunidad de renovar continuamente su vida, nutriéndola de gratitud, de misericordia y de esperanza”. Les pidió que reconozcan la presencia de los enfermos como un don capaz de purificar y encender sus corazones con el fuego de la compasión.
La enfermedad escuela de amor
El Papa se identificó con quienes sufren, compartiendo su propia experiencia de la enfermedad, debilidad y dependencia: “No es siempre fácil, pero es una escuela en la que aprendemos cada día a amar y a dejarnos amar, sin pretender y sin rechazar, sin lamentar y sin desesperar, agradecidos a Dios y a los hermanos por el bien que recibimos, abandonados y confiados en lo que todavía está por venir”.
“La habitación del hospital y el lecho de la enfermedad pueden ser lugares donde se escucha la voz del Señor que nos dice también a nosotros: ‘Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?’. Y de esa manera renovar y reforzar la fe”, agregó.
“No releguemos al que es más frágil”
El Pontífice citó a Benedicto XVI, recordando su encíclica Spe salvi. El Papa emérito afirmaba que ‘la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento’. Francisco reafirmó esta verdad: “Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren […] es una sociedad cruel e inhumana”.
En ese contexto, exhortó a los fieles a no marginar a los frágiles ni a esconder el dolor, sino a hacer de él un camino de santidad compartida: “No releguemos al que es frágil, alejándolo de nuestra vida… Hagamos más bien de ello una ocasión para crecer juntos, para cultivar la esperanza gracias al amor que Dios ha derramado”.
Papa Francisco sorprende al final de la misa
Al final de la Misa, el Papa Francisco sorprendió a los presentes al llegar en silla de ruedas a la Plaza de San Pedro, acompañado por su enfermero. Tras la bendición del arzobispo Fisichella, el Pontífice pronunció un breve saludo: “¡Feliz domingo a todos, muchas gracias!”.
Luego agradeció con afecto la participación y las oraciones por su salud, deseando abundantes frutos para esta peregrinación jubilar. Impartió la Bendición Apostólica a los fieles, especialmente a los enfermos y a quienes sufren.
Según informó la Oficina de Prensa vaticana, antes de salir al encuentro del pueblo, el Pontífice recibió el Sacramento de la Reconciliación, oró en la Basílica y cruzó la Puerta Santa.
Foto: Rome Reports
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