El asesinato de las hermanas Jeanne Voltaire y Evanette Onézaire el pasado 1 de abril en Mirebalais, Haití, enluta a la Iglesia, y deja en evidencia el grado extremo de violencia que atraviesa la nación, donde la vida se vuelve cada vez más frágil frente a la brutalidad de las bandas armadas y el abandono de la comunidad internacional. Para muchos, su testimonio de fe, entrega y servicio las eleva como verdaderas mártires de este tiempo.
Mons. Jean Désinord, obispo de Hinche, diócesis a la que pertenece Mirebalais, se encuentra afectado por el asesinato de las dos religiosas y por la violencia desatada en su territorio, ubicado a unos cincuenta kilómetros al noreste de la capital, Puerto Príncipe. Una auténtica guerra, según relata, desatada por bandas armadas que, tras hacerse con el control del 85-90% de la capital, intentan ahora ampliar su dominio a otras regiones del país.
“La Iglesia es ‘culpable’ de estar al lado de la población, de ser el último bastión de la educación”, lamenta el obispo. Por eso, dice, también han sido atacadas las religiosas. Y no solo ellas: “al menos uno de nuestros presbíteros fue asaltado por los mismos individuos armados que obligaron a los sacerdotes a permitirles el acceso a la iglesia antes de disparar al guardia que les precedía”, relató Mons. Désinord en una entrevista concedida recientemente a un periodista Bruno Desidera, de la agencia de noticias SIR.

Mons. Jean Désinord, obispo de Hinche
Pregunta: ¿Cuál era la actividad de las dos monjas asesinadas? ¿Qué legado dejaron?
Respuesta: Las hermanas Jeanne Voltaire y Evanette Onézaire, como muchas hermanas de la Congregación de las Hermanitas de Santa Teresa del Niño Jesús, dedicaron su vida a la educación. Ejercieron este servicio con alegría, pasión y amor, dedicándose incansablemente a la formación intelectual, humana y espiritual de niños y jóvenes. Siguiendo los pasos de su fundador, el padre Farnèse Louis Charles, creyeron en el desarrollo y la realización de la persona haitiana, ofreciendo a los jóvenes la oportunidad de desarrollar su potencial a través de una educación integral.
A través del servicio de la educación, que practicaban como una segunda vocación, plantaron semillas que brotaron, crecieron y dieron fruto. Las numerosas generaciones de jóvenes que formaron son las huellas que dejaron en el mapa social del país. Su misión, vivida con donación y compromiso, y sus vidas totalmente entregadas al servicio de los más vulnerables, son un testimonio elocuente de su fe, que se ha convertido en luz y signo de esperanza a los ojos de nuestra sociedad.
P.: ¿Qué pasó y qué está pasando estos días en Mirebalais?
R.: El año pasado, algunas bandas intentaron atacar Mirebalais, pero la población local y la policía las repelieron. Volvieron la noche del 31 de marzo al 1 de abril, con una fuerza mayor y más armas. A pesar de la feroz resistencia de la policía y de la población local, que se organizó en milicias populares, los bandidos consiguieron imponerse tras lanzar un ataque espantosamente violento. Entraron en la ciudad, dispararon a todo lo que se movía e incendiaron edificios residenciales y comerciales. Tras el ataque, la hermana Jeanne Voltaire y la hermana Evanette Onézaire intentaron huir de su casa para refugiarse con el conserje de la escuela. Los criminales llegaron a la casa y, en su frenesí asesino, ejecutaron fríamente a las dos monjas y a varios otros ocupantes de la casa.
Este acto ignominioso es una pérdida irremediable, un signo de degradación moral y un desafío a los principios en los que se basa la convivencia humana. Actos tan crueles, cometidos con impunidad, fomentan la idea de que se pueden sacrificar vidas humanas sin consecuencias, creando un clima de injusticia que desestabiliza la sociedad. Todavía no se han recuperado los cuerpos de las víctimas. De hecho, los bandidos siguen ocupando la zona donde se produjo el asesinato.
Hasta el jueves 3 de abril, los bandidos ocupaban la mayor parte de la ciudad de Mirebalais. Gracias a los refuerzos llegados en helicóptero desde Puerto Príncipe, las fuerzas de seguridad luchan ahora encarnizadamente contra los bandidos, con la esperanza de dar la vuelta a la situación. Miles de habitantes de Mirebalais han abandonado la ciudad, llevándose consigo lo estrictamente necesario. Se han dispersado por otros pueblos de la zona de Haut-Plateau Central, como Thomonde, Hinche, Maïssade y Los Palis.
P.: Entonces, ¿la violencia se extiende ahora también fuera de la zona metropolitana de Puerto Príncipe, en el centro del país?
R.: Las bandas intentan constantemente conquistar más territorio. En particular, la ciudad de Mirebalais es objeto de su deseo desde hace mucho tiempo. Mirebalais tiene un valor estratégico para los criminales, que obtienen armas y municiones a través de la frontera entre Haití y la República Dominicana. Al controlar la ciudad fronteriza de Mirebalais, pueden asegurarse de que sus mercancías no sean interceptadas. Además, pueden instalar sus puestos de control en esta transitada carretera.
Por otro lado, la presencia de las bandas en la ciudad de Mirebalais también podría abrirles el camino hacia la conquista de otros territorios. Si decidieran proseguir su marcha hacia Haut-Plateau para llegar a Hinche, la capital del departamento, y no encontraran resistencia, podrían continuar fácilmente hasta Cap-Haïtien. Cada vez que las bandas conseguían vaciar una prisión de sus ocupantes, reforzaban sus filas con delincuentes curtidos en mil batallas. Fue lo primero que hicieron cuando entraron en Mirebalais, provocando la fuga de más de 560 presos. Además de controlar el 85% de Puerto Príncipe, la capital, las bandas siguen extendiendo sus tentáculos a otras ciudades del país.
P.: ¿Cómo da y puede dar testimonio la Iglesia?
R.: En este Año Jubilar, en el que se nos invita a ser signos de esperanza, ha llegado más que nunca el momento de que la Iglesia se levante en medio de este sufrimiento, camine junto al pueblo de Dios y sea para él un signo de esperanza.
El asesinato de las hermanas Jeanne Voltaire y Evanette Onézaire, que se asemeja a un martirio, es un testimonio elocuente para la Iglesia. ¿Acaso las palabras «testigo» y «mártir» no tienen la misma raíz griega, «martyros»? Eltestimonio cristiano va acompañado de pruebas y sufrimientos. Por consiguiente, la Iglesia proseguirá su misión con la misma determinación. No dejará de denunciar las causas profundas de la violencia de las bandas, como la pobreza, el desempleo, la falta de educación y la desigualdad social. La Iglesia seguirá desempeñando su papel en la promoción de la justicia social, haciendo oír su voz ante las autoridades para que se pongan en marcha políticas públicas más justas e inclusivas que ofrezcan alternativas a los jóvenes tentados por la violencia.
La Iglesia seguirá adelante, permaneciendo fiel a su mensaje de amor, reconciliación y justicia, y dando testimonio de esperanza en situaciones desesperadas.
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