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La Iglesia tiene 14 nuevos santos, Francisco insiste «el vencedor no es el que domina, sino el que sirve por amor»

«El servicio nace del amor y el amor no conoce fronteras, no calcula, sino que se gasta y se da. No se trata sólo de producir resultados, ni de un servicio ocasional; es algo que nace del corazón, un corazón renovado por el amor y en el amor», afirmó el Papa Francisco durante la homilía de la Eucaristía del 20 de octubre, domingo mundial de las misiones, fecha en la que canonizó a 14 nuevos santos entre los que figuran el hermano Manuel Ruiz López, Francisco Mooti, Rafael Massabki, sor Paradis Marie Leonie, Sor Elena Guerra y José Allamano, este último fundador de los misioneros y misioneras de la consolata.

Recordando la importancia de dejarnos interpelar por la Palabra del Señor, en el domingo de la semana XXIX del tiempo ordinario, el Papa presidió el rito de canonización para quienes vivieron el Evangelio, especialmente en ese fragmento según el cual el que quiera ser el primero, ha de ser el servidor de todos.

Apartes de la Sagrada Escritura que nos recuerdan a un Jesús que siendo el Verbo eterno, tomó la condición humana, se abajó, nos mostró un camino de simplicidad, sencillez y servicio. Una actitud que transforma nuestra vida, liberándonos de aquellos escenarios plenos de belleza y corrupción en los que el orgullo, la autosuficiencia y la arrogancia son la carta de presentación.

El Evangelio y el testimonio de los nuevos santos nos ponen ante una verdadera misión de encuentro, ayuda desinteresada, calidez y cercanía, coherente con aquello que la gente espera de la Iglesia y quienes la representan.

Aprender a servir

Así el Papa Francisco insistió en que es el servicio a lo que debemos aspirar: no al poder, en tanto «el servicio es la forma de vida cristiana», porque «cuando aprendemos a servir, cada gesto de atención y cuidado, cada expresión de ternura, cada obra de misericordia, se convierte en un reflejo del amor de Dios», solo así, continuamos la obra de Jesús en el mundo.

Según el pontífice, no se trata de una lista de cosas por hacer, como si una vez concluidas pudiéramos dar por terminado nuestro turno porque «quien sirve con amor no dice: Ahora que lo haga otro”, frente a lo que explicó que “este es el pensamiento de los empleados, no de los testigos».

En ese contexto, el vicario de Cristo recordó a los beatos canonizados como verdaderos «discípulos del Evangelio» que pese lo agitado de la historia de la humanidad, fueron servidores fieles, se trata del testimonio de hombres y mujeres que sirvieron con alegría y sin miedo al martirio.

Todos, según recordó, fueron sacerdotes y consagradas que vivieron el fervor de la pasión misionera, el camino de Jesús, es decir, el camino del servicio porque «su fe y el apostolado no alimentaron sus deseos mundanos ni sus ansias de poder»; por el contrario, «se hicieron servidores de sus hermanos, creativos para hacer el bien, firmes en las dificultades, generosos hasta el final».

Las intenciones ocultas

Un camino para el que imploró con confianza «su intercesión, para que también nosotros podamos seguir a Cristo, seguirle en el servicio y convertirnos en testigos de esperanza para el mundo».

Reflexiones que el Papa fundamentó en el pasaje del Evangelio que nos muestra el diálogo entre Jesús, Santiago y Juan, preguntas que revelan las intenciones que viven ocultas en el corazón y ante las cuales el obispo de Roma recordó que Jesús nos cuestiona y así nos ayuda a discernir, porque las preguntas nos permiten descubrir lo que hay dentro de nosotros, arrojando luz sobre aquello que nos habita y que no siempre es tan claro, por lo que el Pontífice pidió imaginar si fuera Jesús preguntando a cada uno de nosotros «¿Qué quieres que haga por ti?»; «¿Puedes beber mi cáliz?», cual sería nuestra respuesta.

Son las preguntas con las que Jesús pone de manifiesto el vínculo y las expectativas que los discípulos tenían de él, en últimas son esas luces y sombras que caracterizan a nuestras relaciones. “Expresan el deseo de estar cerca de él, pero sólo para ocupar un lugar de honor, para desempeñar un papel importante”, piensan en un Jesús como un mesías victorioso y glorioso, con la esperanza de que comparta su gloria con ellos.

Esto advierte Francisco pone en evidencia que solo piensan en él según la lógica del poder. Sin embargo, «Jesús no se detiene en las palabras de los discípulos, sino que profundiza, escucha y lee sus corazones. Y durante la conversación, saca a la luz el deseo que hay detrás de esas peticiones».

Un Dios de amor

Luego, con la segunda pregunta, Jesús debate esa imagen del Mesías y les ayuda a cambiar de perspectiva a convertirse: «¿Podéis beber el cáliz que yo bebo y recibir el bautismo con el que yo soy bautizado?». En esta forma les revela que no es el Mesías que creen que es; sino un Dios de amor, que «se abaja para alcanzar a los que están abajo; que se hace débil para levantar a los débiles; que trabaja por la paz y no por la guerra; que ha venido a servir y no a ser servido».

En esta línea el Santo Padre explica que «el vencedor no es el que domina, sino el que sirve por amor». Y Jesús de manera continua revela los pensamientos, deseos y previsiones de nuestro corazón, desenmascarando nuestras superficiales expectativas de gloria, dominio y poder.

«Nos ayuda a pensar ya no, según los criterios del mundo, sino según el estilo de Dios, que se hace último para que los últimos sean elevados y lleguen a ser primeros”.

Sin desconocer que las preguntas de Jesús y sus enseñanzas sobre el servicio nos resultan a menudo incomprensibles como a los discípulos, el Papa insistió en que “siguiéndole, caminando tras sus huellas y acogiendo el don de su amor que transforma nuestra manera de pensar, también nosotros podemos aprender el camino de Dios: el servicio”.

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