40 migrantes de diversas nacionalidades fallecieron por un voraz incendio en las instalaciones de la estación provisional del Instituto Nacional de Migración en Ciudad Juárez, México, donde permanecían recluidos tras ser capturados por las autoridades migratorias de este país.
La red eclesial latinoamericana y caribeña de migración, refugio, trata y desplazamiento Clamor ha expresado su rechazo por lo que ha calificado “un infausto suceso” que cobró la vida de estos hermanos “urgidos por sus aspiraciones de lograr una vida digna a la que tienen derecho, migraron en condición irregular siendo retenidos en dichas instalaciones, como lo ha señalado en comunicado la Dimensión Episcopal de la Movilidad Humana de México”.
Por eso, frente a esta situación “amerita medidas cautelares para evitar la violación a los derechos humanos de las personas forzadas a migrar”.
El drama de los migrantes
Los integrantes de Clamor explican que “el origen del incendio, que ha tenido tan trágica consecuencia, fue producto de reacción interna de los migrantes retenidos en ese sitio, solicitando agua para beber”.
Señalan que esta realidad que “de ser constatada solo evidencia la calidad del drama que acompaña la caminata de estos hermanos, en el que el desconcierto, la frustración, el cansancio físico y emocional, revierte en reacciones que se agravan ante la ausencia de recursos básicos como el agua, o estar en sitios contrarios a la dignidad humana, ya que la migración irregular no justifica la criminalización que los sitúa como delincuentes”.
Han recordado las palabras del Papa Francisco con ocasión de la muerte de migrantes en el Mediterráneo: “Hermanos y hermanas, preguntémonos todos sobre esta enésima tragedia. Es el momento de la vergüenza. Oremos por estos hermanos y hermanas y por tantos que siguen muriendo en estos dramáticos viajes y también oremos por aquellos que pueden ayudar pero prefieren mirar hacia otro lado”.
“No desoigan este clamor”
Ante estos lamentables hechos piden a las autoridades mexicanas “no desoigan este clamor anidado en las vidas interrumpidas, en el llanto de los familiares de los fallecidos con sus esperanzas rotas y sus derechos reducidos a un dato mortal, pero que desnuda un vacío legal y moral, que inicia en las realidades que ellos padecen en sus comunidades de origen”.
“Junto a nuestro dolor como miembros de la familia humana, pedimos que se realicen las diligencias adecuadas, para identificar la parte de la responsabilidad funcional, que ha concluido de forma cruel con la existencia de estos 40 hermanos, para que tales situaciones no se repitan”, han añadido.
Toda vez que elevan sus plegarias por las víctimas y familias, al tiempo que solicitan se realicen “las gestiones, para su plena identificación, y que sus cuerpos sean repatriados de forma expedita y digna, y que sus familiares sean apoyados de manera adecuada, para que esta tragedia, evitable sin duda alguna, no acentúe el dolor de los que hoy lloran a sus familiares”.
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