La conversación con la Doctora en Teología Maricel Mena, primera teóloga negra colombiana y primera en América Latina en doctorarse, es apasionante y desafiante. Rebotan sus argumentos contra las injusticias que viajan desde tiempos ancestrales y se ven florecer las esperanzas que van tomando forma concreta en expresiones, actitudes, realidades. Finalizado ya el Congreso de Teología Negra que organizó el Cebitepal el 26 y 27 de agosto, profundizar en Teología Negra toma ese impulso develador y no solo nos saca de ignorancias y preconceptos, sino que nos invita a nuevos diálogos que incluyan renovadas perspectivas absolutamente inclusivas.
¿Qué es la Teología Negra? ¿Cómo surgió?
Podemos caracterizar el surgimiento de la Teología y la Hermenéutica Afro en cuatro momentos, que no siempre corresponden a una organización cronológica, pues en las comunidades afro la concepción del tiempo y del espacio es diferente al Cronos occidental. En otras palabras, cada fase no es vista como una superación de la anterior, constantemente vamos y venimos y nos proyectamos hacia el futuro.
El primer momento o fase se remonta a los siglos XV y XVI, cuando los africanos eran comercializados como mano de obra barata por España, Portugal, Inglaterra y Francia. Sin embargo, abarca siglos anteriores pues la historia negra ya comienza en el continente africano. Desde entonces ha habido una larga historia de esclavitud y resistencia que se prolongó durante más de tres siglos. Estos siglos estuvieron marcados por una constante postura profética por parte de los afroamericanos, comunidades que trajeron su cultura y religiosidad de África, pero evangelizaron en un cristianismo que los consideraba infrahumanos. En realidad, se utilizaron medios represivos y discriminatorios para acabar con la religión negra. Sin embargo, siendo un pueblo muy religioso en la religión cristiana, encontraron un potencial importante para su liberación, ya que innumerables rebeliones, boicots, peticiones, fugas fueron inspiradas en la fe cristiana.
El segundo momento de la teología negra de la liberación incluye las luchas por la emancipación de los movimientos abolicionistas y se extiende hasta finales de los años 60. Esta fase se caracteriza por una crítica radical al racismo institucional. Después de la abolición de la esclavitud, Haití 1804, Cuba 1886, Estados Unidos 1863, Brasil 1888 y otros países latinoamericanos, siguió un largo período de segregación racial, política, social, económica y religiosa. Este período estuvo marcado por la lucha de los cristianos afroamericanos contra las instituciones esclavistas que mantenían la ideología separatista. En Estados Unidos destaca la obra y el martirio de líderes religiosos como Martin Luther King (cristiano) y Malcolm X (musulmán).
El tercer momento se inicia en la segunda mitad de los años 60, por ser este el período de surgimiento de la producción teológica académica de la teología negra norteamericana, y se extiende hasta fines de los años 70. En esta etapa se destaca el trabajo de James Cone y otros estudiosos norteamericanos. En América Latina, a la luz de la Teología de la Liberación, las comunidades comienzan a cuestionar el papel de los negros dentro de la categoría de pobres. Así, se establece una correlación entre racismo y clasismo, ya que la mayoría de los pobres del continente presentan estas dos constantes, ya que “ser pobre” y “ser pobre negro” no es lo mismo. Los afroamericanos denuncian el inhumano sistema racista y de clases, y anuncian una vida plena para los negros. De esta manera el Evangelio de Jesucristo trasciende la historia y se convierte en una verdadera fuerza de resistencia y liberación para los pueblos. Pero los teólogos negros fueron un paso más allá al profundizar en las experiencias religiosas negras y desarrollar una teología más indígena.
La cuarta etapa va desde la década de 1980 hasta la actualidad. Además de la crítica al sistema capitalista, las mujeres negras notaron el hecho de que hasta ahora el trabajo de la teología negra había destacado solo a los hombres, en su gran mayoría, los teólogos negros guardaban silencio sobre la situación de la mujer, a pesar de que más de la mitad de la población y de las iglesias negras eran mujeres. Así, a la correlación entre racismo y clasismo, se suma el sexismo (discriminación de las personas por razón de sexo), que pretende deconstruir las asimetrías de género presentes en nuestras construcciones de pensamiento. En efecto, el Evangelio no puede ser real en un contexto de marginación, sexismo y ocultación de la situación de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.
Esta breve síntesis nos ayuda a contextualizar nuestro quehacer teológico, pero es limitada y no permite vislumbrar los principales avances o desafíos que la hermenéutica negra impone a la teología tradicionalista. En este sentido, vemos el surgimiento de trabajos en el área de la Hermenéutica Bíblica Afroamericana, en el ámbito popular y académico, especialmente en las últimas décadas en América Latina y el Caribe. Nuestra hermenéutica tiene raíces en la diáspora afro de todo el continente y los trabajos académicos se caracterizan por superar la dicotomía entre lo popular y lo académico proveniente de la racionalidad cartesiana. En esta búsqueda de hilos articuladores de nuestro pensamiento, destacamos algunos puntos que tampoco corresponden a un orden cronológico. Cada punto plantea tanto logros como desafíos para la teología y la hermenéutica afroamericana.
La Teología negra latinoamericana y caribeña es una teología producida comunitariamente. Hecha por un grupo de mujeres y hombres que integran la vida cotidiana en sus trabajos disciplinares e interdisciplinares. Es una teología que nace de la realidad concreta de racismo y discriminación vivida por nuestras comunidades a lo largo y ancho de nuestro continente. Por eso ella se manifiesta especialmente a partir de nuestras experiencias. Tiene como punto de partida la afirmación de que el racismo y su instrumental operacional, la discriminación racial, constituye una violación a los Derechos Humanos y, en consecuencia, va en contravía de los valores evangélicos.
Esta teología, justifica su razón de ser en el hecho de constituirse en una reflexión sensible a la realidad y a las especificidades de las experiencias de fe de las comunidades que viven en la diáspora latinoamericana y caribeña. Es por esto que el tema del pluralismo religioso, sobre todo, en lo que respecta a las consideraciones con relación a las religiones africanas —Candomblé en el Brasil, Vudú en Haití, Santería en Cuba, el Lumbalú en Colombia—, es una dimensión que se integra al diálogo con el cristianismo. La teología negra latinoamericana y caribeña es pues, una teología cristiana, aunque incluya otras tradiciones de fe. Es una teología abierta por lo que, no incluye única y exclusivamente a teólogos negros, pueden participar personas de otras etnias.
Ante el incremento de crímenes de odio por raza y religión en el mundo y la situación global de pobreza agudizada por la pandemia, hoy más que nunca adquiere validez esta teología de denuncia de las múltiples exclusiones de las que son víctimas el continente africano y su diáspora, entre otras la violencia epistémica, el racismo estructural y la necropolítica de los estados.
¿Qué teólogos y teólogas desarrollan sus ejes?
Gerardina Céspedes, Cleusa Ladeira, Lilian Conceição da Silva, Maria Cristina Ventura, Agustina Luvis, Silvia Regina de Lima, Carmen Margarita Sánchez de León, Marcos Rodrígues da Silva, Pedro Costa Leiva, Günter Padilla.
Feminismo y Teología Negra: ¿Qué puede contarnos de ese trayecto en común?
Las teologías feministas latinoamericanas nacen dentro de la Teología de la Liberación que toman como base la experiencia y reflexión sobre lectura popular de la Biblia que, nacidas desde dinámicas sistémico-estructurales de violencia y poder, destacan el nuevo sujeto histórico y hermenéutico en América Latina: el pobre.
A pesar de que en las décadas de los 60 y 70, las mujeres teólogas y biblistas eran pocas, ya que en aquel tiempo las mujeres tenían poco acceso al mundo de la teología, se percibe una emergencia de su voz en el quehacer teológico en décadas posteriores, provocando paulatinamente relecturas bíblicas desde diferentes ángulos y perspectivas creativas.
No obstante, estas voces femeninas eran prioritariamente blancas y sus discursos estaban racializados. Es así que como mediación teológica se asumen las categorías de género, raza y clase como fundamentales para un feminismo más abrazador de las diferencias. Es así como poco a poco las teólogas negras fuimos abriendo brechas en un mundo patriarcal, misógino, racista y discriminatorio por sexos, y en un discurso también hegemónico de los feminismos históricos occidentalizados.
Desde la teología feminista negra latinoamericana y en diálogo con el ecofeminismo, creemos que para vivir en la ecojusticia reparativa y restauradora partimos de la sospecha de que las cosas no pueden seguir estando como están. Usamos herramientas de análisis crítico y somos autocríticas. Actuamos desde la solidaridad como elección ética y compromiso social. Vivimos el apuro de la sobrevivencia, no solo de cada persona sino de todo el planeta.
La ecojusticia implica una manera distinta de obrar, muy alejada de ser una teoría a la que hay que llegar. Es el espíritu de vida entre nosotros el que nos lleva a una relacionalidad diferente. Es la relacionalidad una ética para todos que exige una contextualización de cada acto superando principios supuestamente universales. Nos hace responsables de nuestras propias acciones para ir más allá de la violencia.
Para una tierra sin males en consonancia con la justicia epistémica proclamamos la necesidad urgente de:
- Descolonizar nuestras mentes e instituciones
- Desmercantilizar los saberes, de la fe, de la escuela, de la salud
- Desprivatizar el dominio público
- Trabajar por el entorno, la naturaleza y la creación.
- Reconocer y validar la sabiduría de las mujeres y de las comunidades ancestrales
- Recuperar la ternura y la compasión desde las entrañas
- Valorar los saberes que ofrece la antropología afro-asiática: desde el corazón, los oídos, la lengua, la boca, pero también los saberes que vienen de los territorios
- Dar protección al débil entre ellos a nuestros niños y niñas víctimas de trata, prostitución y muerte, incluso dentro del espacio privado de las casas e instituciones religiosas
- Luchar contra la corrupción en todos los ámbitos, en especial en el ámbito público
¿Por qué un Congreso de Teología Negra?
¿Y por qué un congreso de “teología”? Respondo a esta pregunta con otra porque considero tan importante hablar de “teología” de manera genérica como de “teología negra”, puesto que en la mayoría de los congresos teológicos no incluyen esta especificidad y, cuando lo hacen, es solo para llenar cuota y sanar conciencias en el sentido de que nos incluyen. Siempre el tema de las teologías específicas es periférico dentro de los grandes temas de la teología. Es necesario que hablemos de teología negra sí, y que la hablemos desde los territorios, desde las comunidades, desde los agentes pastorales que están haciendo una teología renovada e integradora de la diversidad humana. Es necesario que proyectemos agendas comunes de justicia en pro de nuestras comunidades.
Hermenéutica abierta a los signos de Dios
¿Qué es la hermenéutica bíblica negra?
En los últimos cuarenta años aproximadamente, las estudiosas de la Biblia han explorado las implicaciones y las posibilidades de una interpretación bíblica negra feminista que tenga en cuenta el silenciamiento de las mujeres dentro de las instituciones eclesiales. Ellas hasta el día de hoy trabajan aisladamente, encontrándose en reuniones, por casualidad, al lado de congresos de mujeres y hombres blancos y negros. Esto se debe en gran parte al hecho de que todavía son muy pocas. Sin embargo, vienen impulsando una hermenéutica negra feminista en las comunidades afrolatinoamericanas.
De este modo, cartillas de resúmenes de encuentros de comunidades negras, libros, artículos de estudios bíblicos en la óptica de la negritud comienzan a tener audiencia en las diversas iglesias, y lentamente también abren espacios en el mundo académico. Estos estudios pretenden articular las cuestiones religiosas de las comunidades negras y demostrar su presencia en las religiones bíblicas. Los estudios sobre las mujeres negras intentan modificar los temas y enfoques de la línea masculina. Presentan la participación activa de las mujeres y de los grupos marginalizados en las religiones bíblicas, así como también entienden eso como una herramienta de liberación. Estos textos presentan nuevos enfoques con la intención de recobrar la herencia bíblica de las mujeres como un potencial religioso para el presente y para el futuro.
Todos esos estudios surgen de la necesidad de leer los textos bíblicos a partir de las experiencias de vida comunitaria y religiosa tanto de mujeres cristianas como de aquellas pertenecientes a religiones de origen africano en América-Latina y el Caribe. Siendo así, la hermenéutica afro-feminista se preocupa en primer lugar por las situaciones concretas de racismo, discriminación por sexo, clasismo, colonialismo y antisemitismo que marcan las experiencias de vida de las oprimidas de nuestras sociedades. Esto quiere decir que la reflexión teológico-hermenéutica es el segundo momento de una teología primera que es el cotidiano de las mujeres.
Se autopresenta y reconoce como una hermenéutica que quiere manifestar la revelación de Dios en la vida de las mujeres pobres y negras. Interpreta la realidad como una fuente para la emancipación y busca repensar la experiencia de la Divinidad en su corporeidad. Pretende deconstruir los sistemas políticos que esclavizaron, protestando incluso en el silencio, en el toque, en las canciones, poesías, comidas, slogans. Ella se manifiesta a través de diversas formas de expresión: en el lenguaje hablado, en los símbolos, en los gestos, en el cuerpo, en la estética, etc. Se articula en un proceso liberador y de fe de las mujeres negras.
Esta hermenéutica parte no solamente del lugar de dolor por la discriminación y racismo vivenciado por las mujeres negras, sino también de sus luchas y resistencias. Ella se presenta como una teología que va más allá de la simple inclusión de las mujeres negras dentro de la categoría pobres, sin olvidar lógicamente que ellas continúan siendo esclavas del hambre, de enfermedades y de las tasas más elevadas de desempleo. Con todo, rescata a la mujer negra del papel de pobre, criada y esclava, un papel inventado por los eruditos que formaron el imaginario socio-religioso y la coloca como protagonista de una historia de lucha y resistencia, aunque la historia oficial se empeñe en ocultar su poder, sabiduría y resistencia. De esta manera se busca eliminar los clasismos, racismos y sexismos camuflados en la erudición bíblico-teológica.
Dentro de este contexto, percibir y articular el sufrimiento de las personas y del planeta es la condición necesaria de toda política futura de paz, de todas las formas de solidaridad social a la vista de las brechas cada vez más graves entre pobres y ricos. Este es un desafío importante en la era de la globalización neoliberal, puesto que hoy en día en el capitalismo global hay experiencias desechables, hay personas y grupos sociales desechables. Y ese rechazo se acrecienta cuando en las sociedades los estigmas se suman a unos a otros estereotipos desvalorizadores. Tal es la situación que padecen las mujeres, las minorías étnicas, los inmigrantes en general. Lo paradójico de todo esto es que en este modelo neoliberal mientras el mercado se expande, las fronteras sociales y geográficas se cierran cada vez más.
La valoración de una manera de conocer más que la otra está ligada a la propia jerarquización y conveniencia de las personas dentro de un contexto preciso. Es una valoración contextual, circunstancial, cultural, política y social, además de responder a intereses grupales e individuales. En este contexto percibir los signos de Dios en la historia contemporánea es fundamental.
Soñamos que el cristianismo pueda ser lo suficientemente abierto como para revisar y cambiar sus conceptos antropológicos y de Dios. No podemos aceptar que una sola verdad, una sola mirada sobre la realidad, que una única construcción de sentido sea la respuesta para una diversidad que siempre estuvo presente en la historia de la humanidad.
La justicia epistémica reconoce el valor del cuerpo, de la experiencia, de los dolores y olores de las ausencias y certezas, teniendo como base una espiritualidad integrada, política y ética. Se propone rescatar nuestras historias, cuentos, tradiciones, luchas y compromisos que fueron silenciados y demonizados. Invita a revisar, resignificar mitos y símbolos de nuestra ancestralidad con el fin de generar espacios donde vivamos el derecho a ser religiosas (vinculadas). Donde se puedan experimentar relaciones armónicas con las otras y los otros, la naturaleza y lo sagrado es un camino iniciado, aunque lento y en pequeños grupos.
Creemos en la libertad y la justicia para todas y para todos, para el cosmos. Descubrimos la justicia en cada acto de solidaridad. Cuando ejercitamos un derecho ejercemos la justicia y este es un paso importante hacia la reconciliación incluso con nuestro planeta.
Vivir sabroso
¿Hay una sinodalidad distinta en la Pastoral Afroamericana?
Para entender la sinodalidad africana parafraseo la ya célebre frase de la Vicepresidenta de Colombia Francia Márquez, “vivir sabroso”, porque creo que esta filosofía de vida de las comunidades del pacífico colombiano también se aplica a las comunidades de África y su diáspora.
Es una forma de organización espiritual, social, económica, política y cultural en armonía con la naturaleza y las personas, que reivindica ante todo la felicidad como derecho a vivir sin miedo, con dignidad y garantía de derechos.
Es parte de la filosofía Ubuntu sudafricana “Yo soy porque nosotros somos” y la congoleña Mutu “hermandad entre los vivos, los muertos, los hombres, los animales, la naturaleza”. “Vivir felices” es el arte de la escucha, de la inclusión, de las solidaridades propias de la familia extendida de las comunidades afroamericanas. Es el soplo de vida, es Axé, la fuerza vital y política que nos enseña que las cosas, así como van, no van más allá. Es una filosofía de vida similar al “buen vivir”, “suma kawsay”, “suma Qamaña” de los pueblos indígenas de nuestra América, que en todos los casos implica vivir en armonía y equilibrio con la naturaleza, el ser humano y la comunidad.
Por tanto, es una filosofía que nos llama a la acción militante contra los fundamentalismos de todo tipo que segregan y matan a un gran contingente humano. No es una filosofía nueva, es una filosofía ancestral que ha sufrido ataques a lo largo de la historia de Occidente, pero que ha resistido, en las calles, en las favelas, en las periferias, en los territorios, en los terreiros, espacios alternativos no hegemónicos de las prácticas religiosas ancestrales.
En su opinión, los latinoamericanos, ¿qué sabemos de las raíces africanas de nuestros pueblos?
Considero que no saben nada porque no quieren saberlo. Ya llevamos décadas de investigación histórico-crítica en este sentido, pero lo que se percibe es que la falta de conocimiento corresponde a que nuestras lecturas están racializadas, no se leen a los teólogos negros y menos a las teólogas y biblistas que hemos hecho una contribución importante en este campo.
Le puede interesar: https://adn.celam.org/concluyo-congreso-de-teologia-negra-seamos-candelas-vivas-no-podemos-esconder-nuestro-tejido-dialogico-y-sapiencial/
Ecumenismo y Teología Negra. Algunas pinceladas para entender los trayectos eclesiales.
Hasta muy recientemente, los tópicos raza y género estuvieron casi ausentes en la agenda de los estudios teológicos. La situación cambió en parte por la emergencia de las teologías feministas que desafiaron el campo de la teología cristiana, de inicio y no cristiana, posteriormente. De este modo, las teólogas feministas negras acudieron a las tradiciones ancestrales para llevar más en serio las vidas y aspiraciones religiosas de las mujeres, reforzando así nuestra vocación popular y macro-ecuménica.
Pues, aunque el proyecto ecuménico lleve varias décadas en América Latina y el Caribe, nunca se convirtió en un proyecto popular ya que continúa siendo un asunto de las iglesias institucionales y de sus líderes, la mayoría de ellos masculinos. Por este motivo, esta reflexión busca ante todo apuntar para formas activas de resistencia a la exclusión cultural, a los proselitismos hegemónicos, a los fundamentalismos e intolerancias religiosas que promueven el silencio de lo sagrado de los grupos y tradiciones no cristianas, en este caso en particular, de las tradiciones ancestrales africanas.
Al denunciar el ecumenismo de lo masculino y al proponer un macro-ecumenismo cultural y religioso, las mujeres dan un salto cualitativo interesante. Ese macro-ecumenismo no se da solamente entre las iglesias cristianas como es tradicionalmente entendido. Se propone más que un diálogo, una comunión entre el cristianismo y la cultura como caminos de aproximación de un proyecto liberador que respete la opción de las personas; valorando la palabra de Dios en las Escrituras y también fuera de ellas; cuestionando las estructuras patriarcales en el ejercicio del poder en el interior de las iglesias y de los grupos religiosos, aun cuando estos sean liderados por las mismas mujeres.
De aquí se desprende nuestro siguiente desafío que es la búsqueda del reconocimiento de una ciudadanía eclesial, sobre todo cuando se insiste en la inferioridad de las mujeres para el ejercicio de los ministerios. La nueva reflexión cristológica nos ayudará a dar ese paso, al rescatar la imagen de Cristo resucitado comprometido con la lucha integral tanto del hombre como de la mujer negra. Así siendo, el trabajo de las mujeres debe promover la construcción de nuevas identidades femeninas y masculinas. Identidades que superen los estereotipos patriarcales promovidos a lo largo de los siglos y que dignifiquen la vida de las mujeres pobres y negras de nuestro continente.
Una vida
Cuéntenos, por favor, algo de su vida, Maricel: dónde nació, familia, estudios, por qué ser teóloga, sus vivencias como mujer negra en América.
Hablar de mi recorrido académico y profesional es hablar de mi vida, mis experiencias, aspiraciones y opciones que hicieron posible este recorrido. Para ello, considero importante partir de mi testimonio, ya que revela mis opciones personales y definitivas dentro de las áreas humanísticas.
Soy la menor de ocho hijos e hijas de Doña Marina, una mujer luchadora, como tantas otras mujeres latinoamericanas, que crió a sus hijos e hijas sin marido y en la pobreza. Vengo de un barrio en las afueras de la ciudad de Cali, donde el 90% de la población es negra, compuesta por inmigrantes del gran palenque del occidente colombiano, el Departamento del Chocó. Como hija menor, tuve el privilegio de ser la única hija que terminó el bachillerato, estudié en la Escuela Normal obteniendo el título de bachiller pedagógico y, desde muy temprano (1986-1989), comencé a trabajar como profesora de escuela en los barrios periféricos de mi ciudad. Fue allí donde las mujeres negras tuvimos acceso al trabajo.
Desde los 14 años comencé mi militancia en grupos cristianos en el Centro Cultural Popular Meléndez (CCPM), un centro de cultura ubicado en tres barrios populares de mi ciudad, incluido el mío. Este trabajo se inspiró en las propuestas realizadas desde 1975 por el movimiento de cristianos por el Socialismo, en el sentido de sensibilizar a los cristianos, para la construcción de una sociedad estructurada como alternativa al sistema capitalista. El proceso CCPM es parte de un área de influencia similar a las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs). Los ejes articuladores y motivadores de este proceso son los caminos vividos por las iglesias de Centroamérica, especialmente en Nicaragua y El Salvador… El trabajo juvenil estuvo centrado en la figura y seguimiento de Jesús de Nazaret. Y nos inspiramos en el desarrollo de la Teología de la Liberación. La perspectiva abierta, principalmente por Gustavo Gutiérrez, de la necesidad de escuchar las voces del “reverso de la historia” permitió escuchar las voces de mujeres y jóvenes como sujetos generadores y constructores de pensamiento.
Con ese espíritu trabajé como coordinadora del Centro Cultural San Marino, en un barrio de Cali 90% negro, parte del CCPM durante el período 1988-1995. Además de trabajar con las bibliotecas populares, el Centro ofreció cursos de formación que iban desde trabajos artesanales hasta cursos y talleres de formación política, social y teológica. El contacto con los grupos y comunidades de base despertó en mí, desde muy temprana edad, el interés por los estudios bíblicos y teológicos. Los cursos bíblicos ofrecidos por el CCPM aparecieron como una posibilidad de profundización. El encuentro con mi familia paterna en el Estado del Chocó y, sobre todo, con la situación de miseria en que vive el pueblo negro colombiano me marcó profundamente e influyó en mi investigación teológica. Por eso, desde la graduación, mi pregunta teológica se dirigió hacia la posibilidad de ser negro y cristiano. Porque descubrí que el cristianismo que conocía era diferente a las prácticas culturales de origen africano, como los cantos y rituales, que se vivían en los quilombos (arrabales, periferias).
De 1989 a 1993 realicé la carrera de Ciencias de la Religión en la Pontificia Universidad Javeriana – PUJ. De hecho, este fue el título otorgado a las laicas que asumieron el desafío de estudiar teología con los futuros sacerdotes, a pesar de haber cursado las materias filosóficas requeridas por el programa. Desde el primer momento de mi praxis teológica me comprometí con la vida de las mujeres negras. Mi trabajo final de curso fue un proyecto pedagógico realizado con 20 mujeres jóvenes negras, en su mayoría madres solteras y trabajadoras domésticas. Fue un proyecto de inculturación que incluyó el rescate de las prácticas religiosas afrocolombianas.
Un factor importante y definitivo en mi vida fue mi participación en el Curso Bíblico Intensivo (CIB/1992) que realicé durante seis meses en Barranquilla, Colombia. Este curso es promovido por la Red Bíblica Latinoamericana. Aquí continuaron mis interrogantes y el desafío de una lectura negra de la Biblia se convirtió en el hilo articulador de mi pensamiento teológico. Como trabajo de investigación durante estos meses, realicé un estudio bíblico sobre el libro de Rut. Este trabajo fue publicado posteriormente en Brasil con el título “El libro de Rute en una perspectiva negra y feminista”, São Paulo, 1995.
En 1995 viajé a Brasil para realizar mis estudios de maestría y doctorado en Ciencias de la Religión en el Área de Concentración Bíblica, en la Universidad Metodista de São Paulo (UMESP). Las obras se titularon respectivamente: “Proselitismo etíope – una propuesta de lectura de los Hechos 8,26-40” São Bernardo de Campo, 1997 y “Raíces afroasiáticas en los orígenes del pueblo de Israel – una propuesta de reconstrucción histórico-feminista” São Bernardo do Campo, 2002.
Durante estos estudios, seguí participando en movimientos populares, especialmente en luchas contra el racismo, así como en grupos y comunidades cristianas. También trabajé como profesora en el Instituto Teológico São Paulo – TESP (1996-1999) y en la Facultad Adventista da Promessa – FATAP (1988-1999 y 2001-2002). Fui secretaria ejecutiva del Centro de Estudios Teológicos de la Mujer de América Latina – NETMAL (1998-1999) de la UMESP, tiempo durante el cual también fui miembro activo del Consejo Editorial de dicha institución.
Importante en mi trayectoria académica es el viaje de estudios arqueológicos a Israel (1998) y el semestre que pasé como profesora invitada en un instituto alemán que realiza trabajo social con jóvenes y mujeres Burckhardt Haus-Evangelisches Institut für Jungendund Sozialarbeite.V. Berlín und Gelnhausen (2000). Sin embargo, merece especial mención mi experiencia de trabajo con grupos, comunidades y centros de formación universitaria en América Latina y el Caribe, donde he trabajado como asesora o profesora invitada de cursos intensivos. Así como los numerosos ensayos, artículos y libros que he publicado. También mi inserción dentro de diversos movimientos sociales y mi vinculación con importantes instituciones nacionales e internacionales, entre las que destacan el Centro Atabaque de Cultura y Teología Negra, la Asociación Nacional de Investigadores Universitarios de la Historia (ANPUH), la Sociedad de Teología y Ciencias de la Religión (SOTER), la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo (ASETT), la Sociedad de Literatura Bíblica y la Academia Estadounidense de Religión, y miembro directivo de la Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana.
También me desempeñé como docente e investigadora en la Escuela Superior de Teología (EST), donde obtuve mi título pos-doctoral como becaria del proyecto Recém-Doctor otorgado por la Fundação de Amparo à Pesquisa de Estado de Rio Grande do Sul (FAPESRGS). El título del proyecto es “Hermenéutica negra y feminista latinoamericana”. A este proyecto también se concedió una beca de Iniciación Científica. Coordiné el grupo de Investigación de Identidad de la EST, este grupo está conformado por afrodescendientes, estudiantes de pregrado y posgrado.
Fui docente en la Universidad Javeriana de Cali y Bogotá durante 6 años y desde el 2008 me encuentro vinculada como docente de Biblia en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás.
Son muchos los logros y tropiezos en un itinerario marcado por experiencias de racismo, pero también de lucha y ganas de seguir construyendo una línea de pensamiento como legado para mis comunidades. Fui la primera teóloga negra colombiana y la primera teóloga negra en América Latina en recibir un título doctoral. Creo que toda esta lucha inspira a nuevas generaciones de teólogas que siguen mis pasos como constructoras de vida de vida digna para nuestras comunidades.
Recibe gratis por WhatsApp y Telegram las noticias de la Iglesia latinoamericana y caribeña https://bit.ly/3s8H18n
Estos son los 41 desafíos que deja la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe https://bit.ly/3ye5lcK
Post a comment