El Centro de Programas y Redes de Acción Pastoral (Ceprarp) del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam) y la Red de Protección de América Latina y el Caribe realizaron la conferencia “El laico como agente provida”, a cargo de MSC. Marco Antonio Gracia Triñaque, maestro en bioética y miembro de la Dimensión de Vida de la Conferencia Episcopal Mexicana.
El encuentro se celebró este 29 de noviembre, de manera virtual, resaltando el rol de los laicos como protagonistas en la protección y defensa de la vida.
Citando a Juan Pablo II, en la carta encíclica Redemptoris Missio, Gracia afirmó: “La misión evangelizadora de la Iglesia está aún muy lejos de cumplirse”, y recordó que “la misión de los laicos en la Iglesia es contribuir a la misión evangelizadora y transformar el mundo a través del evangelio”.
Ser protagonistas en la defensa de la vida
El expositor señaló que, en América Latina, el incremento de políticas contrarias a la vida y la familia, como las leyes que promueven el aborto, la eutanasia y la ideología de género, representan un cambio cultural profundo y una amenaza significativa contra la dignidad humana.
“La cuestión provida es algo que nos tendría que interesar en primer lugar a todos como seres humanos”, Y claro está, nos interpela como católicos y creyentes, “la ley moral concretada en los mandamientos en el quinto que nos dice: ‘No matarás’, nos obliga en conciencia como creyentes, como católicos, a no quedarnos de brazos cruzados ante el reto que enfrentamos hoy en día de la extensión y de la promoción de esta mal llamada ‘cultura de la muerte’”.
“Ante estos desafíos, la Iglesia nos llama a nosotros los laicos a ser protagonistas en la protección y defensa de la vida humana, nuestra participación activa es fundamental para contrarrestar todas estas amenazas que se presentan hoy en día y promover una auténtica cultura de la vida”, sostuvo.
¿Qué implica la cultura de la vida?
La cultura de la vida, según el numeral 5 de Evangelium Vitae, “implica la promoción, el respeto, la protección y la defensa de la dignidad de la vida humana en todas sus etapas, desde el momento de la concepción, hasta su muerte natural”, respondió Marco Antonio, reflexionando sobre la cultura de la vida, que surge como una respuesta a los diferentes desafíos y amenazas que presenta la cultura de la muerte, “que describe una serie de actitudes, ideologías, lobbies, prácticas que van haciendo que la vida humana vaya perdiendo su valor”.
“La cultura de la vida y la cultura de la muerte están en una lucha directa, porque representan visiones opuestas sobre la naturaleza y el valor de la vida humana”, analizó Gracia, dando a conocer que este enfrentamiento no solo es ético, sino también científico. Desde disciplinas como la embriología y la genética, se sabe que la vida humana comienza en el momento de la concepción, cuando se forma una nueva identidad biológica con 46 cromosomas únicos. Sin embargo, la cultura de la muerte establece límites arbitrarios al inicio de la vida para legitimar su eliminación.
Frente a la instrumentalización, la cultura de la vida reconoce a la persona como un fin en sí misma, explicó Marco Antonio Gracia: “Es un sujeto, no un objeto; es un fin y no un medio, por tanto, algo que no puedo usar, manipular o incluso matar a mi antojo”. Mientras que la cultura de la muerte tiende a valorar la vida en función de criterios utilitaristas, la producción, la productividad, la conveniencia, el placer, el estadio de desarrollo en el que se encuentre.
La cultura de la vida
“La cultura de la vida se fundamenta en esa esperanza, esa capacidad de superar las adversidades con dignidad, teniendo presente esa dignidad propia de todo ser humano”, manifestó Gracia, afirmando que, en contraposición, la cultura de la muerte justifica prácticas como el aborto o la eutanasia. Es por ello que “la cultura de la vida implica trabajar por un mundo más justo y respetuoso; un mundo que es capaz de mirar al otro como hermano”.
La cultura de la vida fomenta la educación en valores, en principios, en una moral que busca el bien de las personas, esa felicidad a la que todos anhelamos de manera plena. Según Gracia, la fe y el compromiso con el bien común permiten enfrentar estos retos con fortaleza, confiando en que el amor y la verdad prevalecerán sobre el individualismo y la indiferencia que caracterizan a las tendencias destructivas actuales.
En palabras de los obispos reunidos en Aparecida, Brasil, es esencial estar atentos a las necesidades del otro y no caer en la indiferencia. Gracia pidió ir más allá del miedo, que puede ser un obstáculo para la construcción de la cultura de la vida, “porque nos paraliza, nos hace dudar de nuestras capacidades, de la eficacia de nuestra labor. Sin embargo, estamos llamados a enfrentar el miedo con valentía y con fe, confiando que Dios está con nosotros en cada paso del camino, y si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?”, dijo, en una invitación por trabajar juntos por un futuro más justo y lleno de esperanza.
Nuestra fe en Cristo fuente inagotable de fortaleza
La fe en Cristo es una fuente inagotable de fortaleza frente a los desafíos de la misión pastoral, especialmente en la construcción de una cultura de la vida, enseñó Gracia. Esta confianza en la providencia divina otorga valor para enfrentar el miedo e invita a la Iglesia a estar unida, reafirmando la Sinodalidad. Sin embargo, en esta lucha se deben superar las divisiones internas y trabajar unidos como un solo cuerpo, respetando los carismas individuales al servicio de un bien mayor: la promoción y defensa de la vida humana.
“Hoy en día, como laicos, líderes provida, tendríamos que tener por lo menos conocimientos básicos de bioética, de biología, de filosofía”, opinó Marco Antonio Gracia, instando a los líder provida católicos a formarse para tener fundamentación antropológica sólida, para defender y promover la vida y la dignidad humana.
Igualmente, invitó a “remar mar adentro”, salir de la zona de confort y enfrentar los desafíos con determinación.
No permanecer indiferentes
La defensa de la vida humana exige más que buenas intenciones, requiere acción concreta, dijo el profesional en bioética: “Es esencial involucrarnos en cuestiones políticas, en cuestiones sociales, buscando influir en las decisiones que afectan a la vida humana”, expresó.
Como agentes provida, cada persona tiene la responsabilidad de alzar la voz contra las leyes que atentan contra la vida y tomar la iniciativa en la promoción de una cultura de respeto y protección de los derechos humanos: “Nuestras acciones, por pequeñas que parezcan, pueden tener un impacto significativo en la vida de los demás”.
Gracia exhortó a perseverar en la misión, sembrando la verdad para construir una autentica cultura de la vida.
Dar testimonio con valentía
En este contexto, Gracia dijo que se debe dar testimonio de fe con valentía y determinación para inspirar a otros a unirse a la causa proporcionada; hablar con la verdad, a pesar de críticas o insultos, perseverar en la defensa de la dignidad humana. “Y vencer el mal con bien”.
Recordó que la defensa de la vida es parte integral del anuncio del Evangelio, “no se puede proclamar el amor de Dios sin defender la dignidad de toda persona, desde la concepción hasta la muerte natural”, y se debe hacer con bondad y compasión.
De igual manera, Gracia dijo que se debe apoyar proyectos como casas para mujeres embarazadas, campañas de adopción, asistencia a personas vulnerables y otros, para continuar en la construcción de la cultura de la vida.
En la Iglesia caben todos
“En la iglesia caben todos, cabemos todos, cabe el pecador, el homosexual, la prostituta, tú y yo, cabemos todos”, dijo de manera enfática.
Asimismo, recordó que el perdón es una manifestación del amor misericordioso de Dios, la solidaridad, que es la interiorización del bien común: “La solidaridad implica no pasar de largo, ser capaz de mirar a los ojos y sobre todo de tender una mano amiga a todo aquel que lo necesita”, puntualizó.
La dignidad intrínseca de toda persona, desde su concepción hasta su muerte natural, es un reflejo del amor divino. Documentos como Dignitas infinita recalcan esta verdad, recordando que la promoción y defensa de la vida son responsabilidades que nos corresponden a todos, especialmente a los líderes laicos y agentes provida: “Frente a esta cultura de la muerte, esta cultura del descarte, estamos llamados a construir una cultura de la vida, que reconozca y respete esa dignidad de todo ser humano, que la tiene desde el momento de su concepción y hasta su muerte natural”, reiteró Marco Antonio Gracia.
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