A través del documento “A imagen de la Trinidad. Antropología y sinodalidad – Aportes para la II Asamblea Sinodal. Octubre de 2024”, la Comisión Animadora del Eje de Mujeres en la Iglesia y la Sociedad contribuyó a los aportes generales que envió el Celam a la Secretaría del Sínodo 2021-2024.
Este tema —y desde diversas perspectivas— fue planteado en octubre del 2023 en aquella inolvidable aula del sínodo, con sus mesas redondas en las que participaron por primera vez las mujeres; de hecho, muchos artículos periodísticos que cronicaron aquellos días hablaban de las “mujeres del sínodo”.
En el mismo sentido, el documento-síntesis del sínodo de octubre se hizo eco del deseo de “promover una Iglesia en la que hombres y mujeres dialoguen para comprender mejor la profundidad del plan de Dios, en el que aparecen juntos como protagonistas, sin subordinación, exclusión ni competencia”.
Estos conceptos son recogidos explícitamente en los aportes de la Comisión Animadora del Eje de Mujeres. Vayamos a ellos.
De la esponsalidad a la trinitariedad: un giro antropológico
“Sin desconocer la pluralidad de posiciones que suscitan las afirmaciones de la Asamblea Sinodal, urge discernir en el Espíritu qué caminos pueden abrirse, también desde la teología. Este trabajo quiere ser un aporte para reflexionar acerca del impacto que produce en las mujeres y en los varones el giro antropológico que suscita dejar de interpretar las relaciones de género en clave esponsal para comprenderlas en clave trinitaria”, se explica.
Antecedentes del modelo trinitario
- MODELO PATRIARCAL – RELACIONES DE SUBORDINACIÓN JERÁRQUICA
Es aquel en el que las mujeres, consideradas inferiores a los varones, les deben obediencia, están a su cuidado, y en muchos casos han sido (y son) objeto de la dominación masculina.
“Este dualismo jerárquico ha tenido pretensión de universalidad, ya que ha asignado tanto a la esencia femenina como a la masculina atributos permanentes, inmunes al paso del tiempo y válidos para cualquier cultura. Esta identidad esencial es considerada innata, inherente al ser varón y al ser mujer y por tanto, define sus roles por naturaleza. A partir de funciones vinculadas a la condición biológica, (sobre todo ligadas a la unión sexual y a la procreación) se han desprendido cualidades que se han enraizado en la naturaleza femenina y masculina y que disponen de modo innato a determinadas ocupaciones”, se describe en el informe.
Polaridades y horizontes culturales
¿Qué es lo masculino y qué lo femenino en este modelo? En ese orden, la respuesta parte desde binomios que polarizan: fuerza-debilidad, iniciativa-receptividad, producción-reproducción, actividad-pasividad, mente-cuerpo, razón-intuición, público-privado, sí mismo-otro, sujeto-objeto, civilizado-primitivo. Estas aparentes antinomias marcaron una época en la cual también se enroló la misma Iglesia —el magisterio pontificio así lo dice— y el dominio del varón sobre la mujer se mostraba como natural.
Asimetrías, desigualdades, relaciones basadas en el poder tienen aun hoy permanencia en la construcción de vínculos de diversa índole y en ámbitos bien diferentes entre mujeres y varones.
2. MODELO DE ESPECIFICIDAD SIN DESIGUALDAD – RELACIONES DE COMPLEMENTARIEDAD
Nacido del Concilio Vaticano II, considera a mujeres y varones como dos modalidades de la persona humana buscando hacer justicia a las especificidades de hombres y mujeres pero haciendo un excesivo desarrollo ontológico a partir de la genitalidad, “de la que hace derivar cualidades esenciales para cada sexo. Este modelo de especificidad no deja el espacio suficiente para la consideración de la encrucijada cultural, histórica, social, que ha moldeado los marcos de referencia de comprensión de los vínculos interpersonales entre varones y mujeres”.
En este punto, el documento nos va acercando a problemáticas que todavía nos ocupan cuando dice que “el modelo de la especificidad, corre el riesgo de sustentar aquello que rechaza: la desigualdad entre varones y mujeres, si le asigna a unos la iniciativa y a otras la receptividad. Esta antropología ha tenido también consecuencias eclesiológicas: mantener este modelo fundamenta tanto unos roles estrictos en las relaciones varón-mujer, que refuerzan el sexismo, como una concepción asimétrica de los vínculos entre el clero y el laicado”.
Y llegamos al modelo trinitario
3. MODELOS HOLÍSTICOS – RELACIONES DE RECIPROCIDAD
Vienen en son de superar los vínculos de dominación, uniformidad y complementariedad. Plantean las múltiples diferencias que nos constituyen como personas, sin que esto implique un correlato de especificidad a partir de alguna de ellas. ¿Qué significa esto? Que en “este modelo se privilegia la integración de las diferencias más que su polarización. Por tanto, la sexualidad no es considerada el único factor que distingue a los seres humanos”. Ni dualismos ni igualitarismos que cancelan diferencias.
En esta visión antropológica, “las condiciones de toda relación humana, tanto biológicas como sociales, son consideradas como reveladoras del cuerpo de Cristo y del Reino de Dios”. Y aparece “la reciprocidad como categoría superadora de la sumisión que oprime y de la complementariedad que inmoviliza en conductas y roles prefijados”.
Reciprocidad en la que “no hay quien mande ni quien obedezca, quien domine o sea dominado, quien se sienta más que otros/as o menos que otros/as. Porque quien se dona en una verdadera actitud de reciprocidad ha reconocido que el tú es capaz de entregarse libremente a sí mismo con generosidad y el encuentro provoca esa circularidad del don que no nos pertenece, se entrega lo recibido, promoviendo el dinamismo del intercambio y la solidaridad”.
“Vivir recíprocamente las relaciones intraeclesiales es el camino de la sinodalidad” afirman y suman: “Anclar las relaciones mutuas en el misterio del Dios uno y trino, nos invita a contemplar la realidad de los demás, del tú personal, desde lo que es y tiene y no desde lo que le falta; cuestiona un planteo de relaciones complementarias en las cuales unos generan y otras reciben configurando un universo de estereotipos conforme a la condición sexual que perpetua y naturaliza las asimetrías de género. Porque a la Trinidad nada le falta, ni en la unidad ni en la distinción. En la Trinidad todo es común y las tres personas no se complementan entre sí para ser quienes son”.
APORTES DE LA COMISION ANIMADORA EJE MUJERES - CELAM (1)
Cuánta riqueza de la reflexión colectiva acunada en la conversación en el Espíritu. Cuánto camino por delante para nuestra Iglesia que escucha necesitada de esas voces que acercan sus inquietudes maduradas en los intercambios grupales, las meditaciones, la conciencia de la construcción de un mañana que parte de un hoy eclesial.
Falta poco para octubre y el camino ya se está andando. Juntos.
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