Hace 39 años, Venezuela vivió un acontecimiento histórico que marcó la vida de muchos fieles: la primera visita de un Papa al país. San Juan Pablo II, en su paso por Maracaibo el 27 de enero de 1985, dejó un mensaje que penetró en el corazón de los jóvenes: “Ustedes son la esperanza de la Iglesia y del mundo, ustedes son mi esperanza”. Entre quienes recibieron este mensaje se encontraba Lety Mariela Pérez López, una joven que, inspirada por el encuentro con el Pontífice, encontró su vocación en la vida consagrada como miembro del Instituto de las Esclavas de Cristo Rey.
Desde entonces, la religiosa Lety Pérez ha sido un testimonio de amor, fe y esperanza, virtudes que la han impulsado a trabajar por la construcción de un mundo más fraterno y justo: “La virtud de la esperanza me ha permitido vivir la vida cotidiana de mi país, por compleja y adversa que sea, con una perspectiva proactiva que me anima a superar el miedo y el desánimo y a tratar de vivir en una dinámica de compromiso y trabajo transformador basada en mi carisma y mi espiritualidad de Esclava de Cristo Rey”.
Un carisma que “busca ayudar a los demás a encontrarse consigo mismos, con Dios, con sus hermanos y hermanas, y juntos hacer posible un mundo más humano, más fraterno, justo y digno para todos a través del apostolado de la enseñanza, la propuesta de los Ejercicios Espirituales según el método de San Ignacio y el trabajo social y de evangelización”, declaró para Vatican News.
La vida religiosa en Venezuela
Como parte de la junta directiva de la Conferencia Venezolana de Religiosos y Religiosas (Conver), la religiosa Pérez López ha podido constatar los desafíos que enfrenta la vida religiosa en Venezuela. A pesar de ser una comunidad reducida en número y en edad, la vida consagrada en el país sigue siendo un referente de esperanza para los más necesitados, respondiendo con valentía a la crisis social y económica que atraviesa la nación.
La labor de las congregaciones, además de la Evangelización como principal tarea, abarca la educación, la salud y la defensa de la vida en sus diversas formas: “Las comunidades de religiosos y religiosas asumen el reto de trabajar por lograr la justicia social en Venezuela, me ha permitido ver, a través del trabajo de acompañamiento, que nuestra vida religiosa en el país es frágil en número, en edad, en posición social, pero con un deseo inmenso de seguir apoyando a nuestro pueblo en medio de una realidad que no es fácil de resolver y manejar”.
“Tenemos una historia marcada por el entusiasmo, por la búsqueda de respuestas a los problemas de la población, por el llamado a la misión, a las nuevas fronteras, al diálogo con las organizaciones sociales, al apostolado intercongregacional, al despertar de la fe en la Iglesia cristiana”, detalla, y asegura que “la vida consagrada en Venezuela sigue sembrando esperanza y sigue comprometida en la construcción de la paz, tratando de estar cerca de la vida de los pobres, comprendiéndolos, fortaleciendo sus organizaciones, haciendo presente a Jesús, defendiendo la vida a través de la educación, la asistencia sanitaria, centros de acogida para niños, jóvenes y ancianos”.
Vida Consagrada, signo de esperanza
En un país donde la realidad es compleja, la vida consagrada sigue siendo un signo de esperanza. A través de iniciativas como Avec – Fe y Alegría en educación; Avessoc en salud; y otras instancias de formación y reflexión teológica. Los religiosos y religiosas continúan su misión de acompañamiento al pueblo venezolano.
Su trabajo es un testimonio vivo de que la fe no se rinde ante la adversidad y de que, como expresó San Juan Pablo II, la esperanza sigue encendida en aquellos que dedican su vida al servicio de los demás: “Vivimos desde los diferentes carismas, esforzándonos por ser fieles, tratando de vivir con sencillez y austeridad en nuestras comunidades, dejando brillar la alegría a pesar de las adversidades a las que todos estamos sometidos por la situación del país”.
“Somos la vida consagrada venezolana, con sus méritos y defectos, al servicio de la evangelización en sus diversas dimensiones, con compromiso, humanidad y profesionalidad, dando testimonio del amor de Dios a través del servicio a los más necesitados”, expresó.
Para la religiosa Lety Pérez, su vocación es una respuesta concreta al llamado de Dios y un compromiso permanente con la justicia y la fraternidad: “Doy gracias a Dios porque la llamada a mantener la fe y la esperanza para superar la «tentación de fuga y de evasión» del pasado sigue dando sentido a mí sí de hoy, siguiendo el ejemplo de María de Nazaret”.
Le puede interesar: 4 febrero – Memoria beato Pironio: Recordado con admiración, en marcha la causa y viva su devoción con esperanza y sinodalidad
Suscríbete gratis por a nuestro canal de Whatsapp https://bit.ly/4hbWWN0
Participa en los cursos y diplomados del Centro de Formación Cebitepal https://bit.ly/cebitepal_24
Post a comment