ADN Celam

Bogotá, D.C., mayo 1 de 2022

Hermanos y hermanas:

En el Día Internacional del Trabajo y de San José Obrero, reciban el saludo fraterno y solidario del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe.

Recordamos hoy la huelga de Chicago (1886), en demanda de “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”, reclamando así condiciones de trabajo más humanas, respecto de las 10 a 14 horas que se laboraban cada día en ese entonces. La movilización concluyó con cinco condenados a muerte y tres a prisión perpetua, quienes dieron la vida por sus hermanos. Su lucha logró la jornada de trabajo de 8 horas diarias en todo el mundo.

La Iglesia no olvida que ¡Tanto confía Dios en el trabajador, que puso a Su Hijo, nuestro Maestro y Señor, bajo la protección del carpintero José!. Jesús creció en el taller de su padre adoptivo, aprendiendo y ejerciendo su oficio hasta la edad adulta.

El trabajo digno es un derecho y un deber y es la clave de la cuestión social (Cfr. Laborem Exercens). Permite atender las necesidades de la familia y contribuir en comunidad al desarrollo de la sociedad entera. Dios creó el universo y encargó al ser humano continuar su obra mediante su inteligencia y sus manos. ¡Las manos humanas son las manos de Dios!; y nuestro Señor Jesucristo nos dice en el Evangelio: “mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo” (Jn 5,17).

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