ADN Celam

Mercado Central–Ciudad del Hogar de Cristo: Por el techo, en esta Tierra, con trabajo y cuidando la vida

“En el Mercado Central, donde soñamos que el pan se distribuya a cada familia. En el Mercado Central, donde se pone el cuerpo para que el trabajo le gane al consumo. Ahí estuvo el Obispado de San Justo”. Así se ha presentado el proyecto Mercado Central, una iniciativa promovida por la diócesis de San Justo, jurisdicción sufragánea de Buenos Aires.

Dirigido a personas en situación de alta vulnerabilidad en esa zona de las periferias de la capital argentina, por eso, “ahí está para que la casa de los ‘sin casa’ sea realidad. Para que el techo de ‘los sin techo’ se transforme en hogar. Hogar de Cristo, una ciudad con polideportivo, club, santuario; un lugar donde rezar y compartir la vida y que la vida sea vida en abundancia. Mercado Central – Ciudad del Hogar de Cristo, lugar justo y necesario”.

 




Lo explica —con un compromiso que se trasluce en la conversación que mantuvo con ADN Celam— el obispo de San Justo (Argentina), monseñor Eduardo Horacio García: “El Mercado Central es un lugar emblemático dentro del conurbano bonaerense, un cinturón geográfico que rodea la ciudad de Buenos Aires donde vive el 25% del total de la población argentina, donde circulan miles y miles de personas por día que van a hacer las compras, los camiones que vienen desde distintas provincias trayendo lo necesario para abastecer a la gran ciudad de Buenos Aires (la capital: Caba) y el Gran Buenos Aires (Conurbano)”.

Prosigue el prelado: “Son miles de personas que deambulan entre changas (trueques de poca monta)  y trabajos: changarines, camioneros, también empresarios, dueños de negocios. Una superficie muy vasta, muy grande en el que hay un submundo muy afectado por la droga, la prostitución infantil, el comercio de todo tipo, la violencia de género”.

Y continuó detallando cómo se fueron dando pasos adelante: “Lo que solicitamos el año pasado —y nos han cedido— es un predio, muy cercano a La Salada, mejor conocida como la Feria popular,  y al río Matanza-Riachuelo, donde poder establecer una Ciudad del Hogar de Cristo, lugar destinado justamente a la recuperación de la droga de los jóvenes, muchos de ellos son los changarines, un lugar de albergue para aquellos que no tienen techo, y también posibilitando el acceso a la educación y a un trabajo digno mediante una escuela de artes y oficios”.

Bendecir, soñar, compartir, transmitir

“Lo que hicimos este lunes 29 de enero fue una bendición inicial de la primera construcción que será un parador para dar albergue a todos aquellos que no tienen techo y están deambulando durante la noche en todo el gran espacio que ocupa el Mercado Central. Lo hicimos con los mismos chicos que vienen de otras casas del Hogar de Cristo y que están en proceso de recuperación de las adicciones y en la búsqueda de un futuro digno», ahondó el obispo argentino.

Justamente como “un compromiso de ellos de compartir y transmitir aquello que han vivido en el camino de dignificación de su vida con otros que están en un proceso en el que todavía no ha descubierto la posibilidad que tienen de acceder a una vida más humana”.

Poniendo luz en la oscuridad

Monseñor García remarcó la importancia del trabajo conjunto: “Es un emprendimiento del obispado de San Justo, el Hogar de Cristo y Cáritas en el cual tratamos de abarcar, como en un abanico, a toda esta zona que es, por así decirlo, un poco oscura, marginal, a quien nadie accede, y que quienes lo hagan seguramente será robado o maltratado o inducido a otro tipo de crimen. Lo que hemos hecho es dar comienzo significativamente con una misa a esta Ciudad de Hogar de Cristo en el Mercado Central”.

Los Hogares de Cristo, reunidos en la Federación Familia Grande Hogar de Cristo, son espacios concretos, con referentes concretos en compromiso concreto, andamiados en barrios populares y villas de emergencia que, trabajando articuladamente con Cáritas Argentina, tienen como finalidad dar respuesta integral a situaciones de vulnerabilidad social y/o consumos problemáticos de sustancias psicoactivas, poniendo en primer lugar a la persona y sus cualidades. “Recibir la vida como viene” constituye su motor y horizonte: la vida íntegra con su complejidad y en su totalidad.

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