Ante la realidad de las personas en situación de movilidad en México, la Pastoral de Movilidad Humana de este país (DEPMH) ha emitido un comunicado en el que exhorta a la sociedad a redoblar esfuerzos para apoyar a quienes enfrentan angustia, miedo e incertidumbre debido a las recientes disposiciones migratorias del gobierno de Estados Unidos.
Los obispos responsables, Eugenio A. Lira Rugarcía, obispo de Matamoros-Reynosa, y Mons. Héctor Mario Pérez Villarreal, Obispo Auxiliar de México y Secretario General de la DEPMH, remarcan la solidaridad y el compromiso de las diversas Diócesis y organizaciones católicas que trabajan incansablemente en la frontera.
Estas obras de la Iglesia brindan refugio, alimentación, atención a la salud física y emocional, así como asesoría legal a las familias migrantes y deportadas.
Un refugio de esperanza
La red de casas, albergues y centros de acogida se ha convertido en un baluarte de esperanza para miles de personas. Estos espacios ofrecen: Techo y alimento, garantizando un respiro seguro frente a las adversidades del camino; atención integral, que incluye salud física, emocional y espiritual; y acompañamiento legal, facilitando trámites documentales y contacto con familiares.
Para conocer la ubicación de estos centros, la DEPMH pone a disposición el sitio web https://depmh.org/mapa/, donde se puede encontrar información detallada sobre los servicios disponibles.
“A fin de seguir apoyando a nuestros hermanos migrantes y deportados, llamamos nuevamente a toda la sociedad a sumarse a este esfuerzo, particularmente a las arquidiócesis, diócesis, parroquias, institutos de vida consagrada, seminarios, casas de formación, universidades y colegios católicos, grupos laicales y comunidades”, señala el comunicado.
“Podemos ofrecer a todos una esperanza”
La colaboración no se limita a la Iglesia. Se invita también a las autoridades de todos los niveles, así como a las organizaciones religiosas y civiles, a trabajar de manera conjunta para brindar soluciones efectivas y dignas. Este esfuerzo conjunto refleja la enseñanza de Jesús: “Traten a los demás como les gustaría que los demás los trataran a ustedes” (Lc 6, 31).
Este pedido trasciende la ayuda inmediata, es también una invitación a reflexionar sobre las causas estructurales que generan migración y deportación, y a trabajar por un mundo más justo y humano, donde cada persona pueda vivir con dignidad en su lugar de origen.
El comunicado concluye con el compromiso de la Iglesia y sus instituciones con los más vulnerables, renovando la esperanza de que, juntos, sociedad civil y gobiernos, sea posible construir un futuro más solidario y acogedor para quienes más lo necesitan: “Con el deseo de acoger, proteger, promover e integrar a nuestros hermanos migrantes y deportados, renovamos nuestra disposición a sumarnos a los esfuerzos de las autoridades federales, estatales y municipales, así como de las organizaciones religiosas y civiles, convencidos que, unidos, podemos ofrecer a todos una esperanza”.
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