«El camino sinodal que venimos recorriendo juntos como Iglesia durante estos años es el mayor signo que debemos saber descubrir hoy y ahora, no se nos dará otro signo, es el signo de Dios para nuestro tiempo, para nuestra Iglesia, es la mayor sorpresa de Dios para todos nosotros,» fueron las palabras de Monseñor Alfredo José Espinoza, arzobispo de Quito al dirigirse a los participantes en el reciente Encuentro Sinodal para los países bolivarianos que bien aplica para todos los creyentes del continente, más allá de la Asamblea efectuada en la capital ecuatoriana.
Un horizonte común
En la emblemática Iglesia del Sagrario en el centro de Quito, el prelado insistió en que no podemos cerrar ni los ojos ni el corazón, no podemos dejar de escuchar lo que Dios nos está diciendo y que desde su percepción «nos está gritando» porque quizá hemos sido o somos, sordos a la voz del Señor presente en muchas realidades que deberían cuestionarnos.
Recordando algunos fragmentos del mensaje del Papa Francisco para la presente Cuaresma, el prelado destacó la manera en la cual el Pontífice apelando a la sencillez establece una profunda relación entre el tiempo litúrgico que estamos viviendo y el momento de la Iglesia universal, lo que justifica diciendo que si bien el proceso sinodal puede parecer un camino arduo y por instantes un trecho desalentador para quienes lo emprenden, no podemos perder de vista que al final el fruto es maravilloso y sorprendente, mucho más porque nos ayuda a entender la voluntad de Dios para la propia vida.
Abrirse a la novedad
Para asumir el llamado del Papa, el primado de Ecuador recordó que si bien sabemos que la novedad de Cristo hace parte del cumplimiento de su alianza y sus promesas; estas, nunca pueden separarse de la historia del Padre con su pueblo.
Y para él, abrirse a la novedad, implica buscar nuevos caminos, evitando cualquier posición o actitud de inmovilismo, alejándonos de experimentaciones o novelerías pasajeras. Así Mons. Espinoza advierte la necesidad de vivir el tiempo Cuaresmal y el camino sinodal en clave de transfiguración personal y eclesial, lo que ha de llevarnos a fijar la mirada en el propio examen de conciencia y la comprensión de quien tenemos al frente.
Escuchar para entender, analizando las razones que nos motivan de manera decidida, pensando en quienes hablan y los argumentos que nunca antes imaginamos.
A quienes y como
Quizá ante el interrogante que todos tenemos sobre quienes han de ser escuchados y los argumentos para hacerlo, el arzobispo de Quito hace énfasis en algunas poblaciones concretas, partiendo de que Dios está presente en los integrantes de cada colectivo.
Al respecto la primera solicitud del obispo es escuchar al señor en los pobres. Se trata del mayor signo de este camino sinodal, una invitación a sanar las heridas del mundo con quienes mejor comprenden los sueños de igualdad, amor y justicia que solo pueden provenir de Dios.
En segundo lugar, están los descartados históricos. Indígenas, afrodescendientes y culturas minoritarias, porque siempre nos ayudarán a vivir el Evangelio encarnado en las realidades más diversas, haciéndonos entender que es posible mirar con amor a quien piensa diferente.
Jóvenes y laicos servidores
Igualmente están los jóvenes, tantas veces invitados por el Papa Francisco a soñar armando líos por el mundo y con la suficiente disponibilidad para apostar por una Iglesia nueva, abierta a su voz y al ahora de Dios.
Por otra parte, advierte el prelado, están los laicos, de los que ya el Concilio Vaticano II decía están en su hora. Al respecto el primado de Ecuador afirma que «hoy debemos dar esa sorpresa como Iglesia, vivir esa hora, debemos concretarla y ponerla en marcha».
La solicitud del prelado es a escucharlos con urgencia, especialmente a los que acompañan los procesos de animación en las parroquias, los que viven la experiencia de sus carismas al interior de los movimientos, los que sueñan con ministerios de catequesis, acolitado y lectorado; los mismos que la jerarquía debe tener presente “no son sus empleados,» como lo expresó el Papa a los obispos de Chile.
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Iglesia de la escucha
Esa misma escucha también darse entre nosotros, afirma el arzobispo de Quito, porque la nuestra debe ser una Iglesia de la escucha, la que sueña un nuevo camino. «Recordemos que los caminos se hacen al andar con fe, esperanza, valentía, compromiso y decisión», por lo que es necesario encontrar esos caminos que no cree deben ser nuevos, sino renovados, porque hacen parte del proceso de abrirnos al Dios de las sorpresas y de los signos concretos.
Igualmente están las que el arzobispo de Quito denomina como las otras escuchas, las del mundo digital y las redes sociales. «Escuchemos la voz de la mujer y su papel protagónico y participativo en la iglesia. Escuchemos la religiosidad popular como un lugar y tiempo teológico de evangelización, purificación, conversación y acompañamiento pastoral”. Dijo.
En ese sentido invitó a soñar con una iglesia nueva que responda a las solicitudes que Jesús hace y los creyentes exigen. «Pongamos nuestras manos para que Dios trabaje, pero también pongamos nuestro corazón, pongamos nuestros sueños, pongamos la vida en la misión que tenemos,» concluyó recordando que no debemos perder tiempo para salir de prisa a servir y a vivir la alegría de ser los artesanos de una Iglesia en salida.
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