La disputa territorial entre Venezuela y Guyana por el Esequibo ha sido un tema recurrente en la historia de ambos países, pero en los últimos años ha cobrado mayor relevancia debido al hallazgo de recursos naturales en la zona y a las tensiones diplomáticas entre ambas naciones. Ante este escenario, la Iglesia en Venezuela mantiene su llamado constante a la paz, la concordia y la resolución del conflicto por vías diplomáticas.
Mons. Carlos Alfredo Cabezas, obispo de Ciudad Guayana, comparte con ADN Celam su visión pastoral sobre esta disputa en la vida de los fieles y la necesidad del diálogo como camino hacia la reconciliación. Desde su experiencia en una región cercana al territorio en disputa, cuenta cómo las comunidades fronterizas han sabido convivir en armonía a pesar de la incertidumbre geopolítica, y reitera el compromiso de la Iglesia en la promoción de la unidad y el bien común.
En esta entrevista, Mons. Cabezas aborda también el rol de la Iglesia en la construcción de la paz, el acompañamiento a las comunidades afectadas y la responsabilidad de los líderes políticos en la búsqueda de soluciones que privilegien la fraternidad entre los pueblos.
Que los conflictos se resuelvan por la vía diplomática
Pregunta: Desde su papel como pastor en una región tan cercana al conflicto, ¿cómo percibe el impacto de la disputa del Esequibo en la vida de los fieles?
Respuesta: Tengo que decir que el pueblo venezolano es un pueblo con los valores nacionalistas muy arraigados, tiene mucho sentido de pertenencia, incluso a lo largo de la historia ha seguido y vivido el conflicto que hay con la Guyana Esequiba.
Sin embargo, en este momento, el pueblo, sobre todo los fieles, y el pueblo que hace vida en la zona cercana al territorio de Esequibo, lo percibe con una cierta normalidad, en el sentido de que la gente está más preocupada por el día a día, por el tema de que llevar a la casa para comer, por la misma situación de crisis que vive el país, y no hay conflictos entre las poblaciones. Eso es lo que yo percibo, como no lo ha habido nunca, entre los dos pueblos se ha dejado que este que este conflicto se resuelva por las vías diplomáticas.
Y yo creo que esa es la percepción que tiene el pueblo, que a pesar de que de vez en cuando surge el tema por alguna razón, en este caso, por lo que ya sabemos, el pueblo está bien, más bien confiado en que estas disputas se resuelvan a nivel de gobierno y por la vía diplomática.
Paz, concordia y diálogo
P.: ¿Qué llamado hace la Iglesia en Venezuela ante la creciente tensión por el territorio en disputa?
R.: El llamado que siempre ha hecho, el llamado a la paz, a la concordia, al diálogo, a resolver los conflictos por la vía diplomática como tiene que ser y como ha sido a lo largo de la historia que lleva el conflicto de este territorio en disputa.
P.: ¿Cómo puede la Iglesia contribuir a la paz y al diálogo en esta situación?
La Iglesia siempre está con las manos tendidas para el diálogo, para aportar donde se le llame a la resolución de los conflictos, y siempre en vías de buscar la paz. Ciertamente, entre las poblaciones no hay conflicto, de hecho, en esta zona nosotros tenemos comunidad de guyaneses, una cierta población de guyaneses, y ahora en Guyana, por la migración venezolana, la migración golpea al pueblo venezolano, también hay venezolanos allí, y la relación es más bien de cordialidad y de fraternidad.
De modo que la Iglesia siempre llama al diálogo y a la paz, y está dispuesta también a colaborar cuando se le pida su colaboración.
Que prevalezca el diálogo
P.: ¿Qué mensaje daría a quienes buscan avivar la confrontación en lugar de promover soluciones pacíficas?
R.: Sin duda el mensaje es de sinéresis, de buscar aquello que nos une y no lo que nos divide, y de resolver el conflicto por las vías ordinarias, que, en este caso, son las diplomáticas y las relaciones entre los gobiernos, tanto de Guyana como de Venezuela.
P.: ¿Qué llamado haría a los líderes políticos y a la sociedad civil para abordar este conflicto desde una perspectiva de bien común y no solo de intereses nacionales?
R.: Los líderes políticos de ambas naciones tienen mucha responsabilidad en la manera en que manejan estas situaciones de conflictividad, de disputas y de relaciones.
El llamado a los líderes de ambas naciones es a que prevalezca, por encima de cualquier otra realidad, el diálogo, el entendimiento, en función de la solución del conflicto y de la paz.
La Iglesia acompaña a la feligresía
P.: ¿Cómo puede la Iglesia acompañar a las comunidades que se sienten afectadas por esta disputa territorial?
R.: La Iglesia ha acompañado a los feligreses que hacen vida en la frontera, especialmente en el territorio de la parte venezolana donde es aún más poblado. Ahí tenemos comunidades guyanesas, inclusive. Nosotros simplemente apostamos sin duda por la paz y siguiendo con el trabajo que la Iglesia siempre ha hecho, que es el de evangelización, el de ayuda a los más necesitados; y estoy seguro de que la Iglesia guayanesa también está haciendo lo mismo.
Yo insisto en que las poblaciones más bien viven en cordialidad y en comunión. Y eso se debería aprender, esa respuesta que el mismo pueblo da deberían aprender los que están encargados de manejar los conflictos, sobre todo los líderes políticos de ambas naciones. Aprender de sus pueblos, que son pueblos pacíficos, que buscan el diálogo, el entendimiento, la concordia y la colaboración.
Cristianos, agentes de reconciliación
P.: ¿Cómo podemos, como cristianos, ser agentes de reconciliación en medio de discursos que a veces pueden promover la división?
R.: Las comunidades están preocupadas por otros temas, por el pan de cada día, por el trabajo, por en búsqueda de mejores servicios sobre todo en la zona del sur de nuestra diócesis, que es la que hace frontera con el territorio Esequibo; incluso está el problema de la minería, este que afecta mucho en todos los sentidos, a ambas comunidades, porque no es solo del lado venezolano, sino también del lado guayaneso el problema de la minería ilegal y de todo lo que conlleva este tipo de circunstancias en la que vive nuestro pueblo.
Lógicamente como cristianos estamos llamados a sembrar los valores del cristianismo que son: la paz, la reconciliación, el perdón, que son inherentes a la vida del cristiano.
P.: ¿Qué mensaje de esperanza y unidad ofrece a los fieles ante este conflicto geopolítico que ha despertado tantas emociones en la nación?
El mensaje de unidad y que recuerden que los pueblos lo que quieren es promover el desarrollo. Invitar a poner lo mejor de sí para la solución del conflicto. Y el Gobierno debería aprender de la forma en que el pueblo maneja sus relaciones.
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