La arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico está celebrando 500 años del inicio de la construcción de la Catedral de San Juan Bautista, la segunda de América, una oportunidad para hacer memoria del legado de fe, historia, compromiso y esperanza en el país, como ha destacado Mons. Miguel Cabrejos, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (Celam), en la misa que ha presidido con tal motivo este 14 de mayo, que contó con la presencia del arzobispo local, Mons. Roberto González, que inició la celebración acogiendo a los presentes, del cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua y segundo vicepresidente del Celam, y más de una decena de obispos y varios presbíteros.
Primera jurisdicción eclesiástica con un Obispo en el Nuevo Mundo
Recordando la historia de la Iglesia en el país, el prelado peruano afirmó que Puerto Rico fue “la primera jurisdicción eclesiástica en contar con un Obispo en el Nuevo Mundo”, el palentino Mons. Alonso Manso, llegado a la isla el 25 de diciembre de 1512. En 1523 comenzaría la construcción de la actual catedral de la capital del país, que cuenta con su apariencia actual desde la reforma concluida en 1865, y que desde 1978 es Basílica Menor.
Una Iglesia que, en Puerto Rico, “ha estado siempre cercana al pueblo y comprometida en los aspectos sociales, políticos, económicos y culturales en su propio contexto”, destacó Mons. Cabrejos, siguiendo la propuesta que el Concilio Vaticano II a través de las palabras con las que se inicia la Gaudium et Spes. Una memoria que, siguiendo la liturgia del día, “nos hablan del compromiso histórico-pastoral y cultural de la Iglesia”, insistió. Eso “porque de un lado estamos atraídos y envueltos en la historia, y de otro lado estamos orientados hacia el futuro, hacia la esperanza y agradecidos por lo logrado. Y este es el destino de la Iglesia, porque es de naturaleza peregrina”.
Una Iglesia comprometida con la realidad presente
En palabras del presidente del Celam, “la Iglesia se moviliza en las calles pedregosas y polvorientas del mundo, y espera llegar al horizonte, al umbral del más allá y ver un nuevo amanecer”, algo que aparece en la primera lectura, “un ejemplo del compromiso de la Iglesia en la realidad presente, en las luchas concretas y en la lentitud del viaje terrenal”, mostrando las perspectivas teológicas y pastorales que aparecen en el Concilio de Jerusalén y las decisiones tomadas, mostrando “el equilibrio que se debe tener y las reacciones que se deben evitar”.
Estamos ante “un signo ‘de la encarnación’ de la comunidad creyente al interior de un contexto histórico preciso, ya pasado, pero un excelente ejemplo de cómo debe proceder la Iglesia, porque se mencionan algunos elementos pastorales, que en el futuro son superados por la Iglesia”, según Mons. Cabrejos, que destacó que “la fe cristiana nos invita a la perfección, a la libertad plena de los hijos de Dios a la luz gloriosa del Cristo Resucitado”, lo que se ha ido concretando a lo largo de la historia, también en “la Iglesia en Puerto Rico, con el Testimonio vivo de su Templo Catedral”.
Ser templos de Dios y de su Espíritu
El presidente de la Conferencia Episcopal Peruana reflexionó sobre el papel del Templo en la Biblia, donde Jesús estuvo presente a lo largo de su vida, resaltando en que “la Biblia nos lleva también del templo físico al templo espiritual, pues según San Pablo nosotros somos templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en nosotros”. Algo que también aparece en el Apocalipsis, donde habla de la Jerusalén celestial, “envuelta por la presencia de Dios, signo luminoso de cercanía, de revelación y de presencia divina”. Desde ahí, hizo ver que “la comunión plena con la divinidad es la meta última del camino de la Iglesia”, llamando a vivir “atentos a los signos de los tiempos y comprometidos con los desafíos sociales, existenciales y pastorales para servir al Santo Pueblo Fiel de Dios”, y a participar en este tiempo de Gracia, en el que “el Papa Francisco nos convoca a caminar juntos, en comunión, eclesial y sinodalmente, escuchando al Santo Pueblo de Dios bajo la guía del Espíritu Santo”.
Mons. Cabrejos invitó a ser “constructores, arquitectos del Templo Vivo, espiritual del Santo Pueblo de Dios, con la guía del Espíritu, bajo la protección de la Santa Madre de Dios”, algo que nace del Concilio Vaticano II, donde un Padre Conciliar afirmó que “lo que es permanente es el Pueblo de Dios”, insistiendo en que “el Pueblo de Dios, en tanto expresa la totalidad de los fieles en sus relaciones y dinámicas comunicativas permanentes, es el único sujeto activo y fundamental de toda la acción y misión de la Iglesia”, algo que lleva “a la corresponsabilidad de cada uno de sus miembros”.
Pueblo de Dios como sujeto activo en la vida y misión de la Iglesia
Por ello, “el redescubrimiento del Pueblo de Dios como sujeto activo en la vida y misión de la Iglesia, propuesto por el Vaticano II, va acompañado por el redescubrimiento, a través del propio Concilio, de la dimensión pneumatológica de la Iglesia”, resaltó Mons. Cabrejos. Desde ahí, “escuchar al Pueblo de Dios es escuchar verdaderamente lo que el Espíritu le dice a la Iglesia. La opción de escuchar, ‘consultar al Pueblo de Dios’ depende de este redescubrimiento”.
Para el presidente del Celam, que destacó que “el Espíritu Santo no tiene distinción de ningún tipo para manifestarse”, es importante entender que “al considerar la escucha recíproca como elemento constitutivo de una Iglesia sinodal, la Constitución Lumen Gentium 12 ofrece el marco más apropiado para comprender el modo como se manifiesta ‘la unción del Espíritu Santo’, porque a partir de la escucha se activan una serie de dinámicas comunicativas que median lo que el Espíritu dice a las Iglesias”. Eso nos lleva a la actual “eclesiogénesis”, que “estimula a construir el nosotros eclesial”, según Mons. Cabrejos.
Un nuevo modo eclesial de proceder
Finalmente, desde la actual etapa eclesial, llamó a “generar un nuevo modo eclesial de proceder”, recordando que tiene que tener, siguiendo lo dicho en Episcopalis Communio, “su punto de partida y también su punto de llegada en el Pueblo de Dios”. Ese modelo, lleva a que “en cada nivel de la vida eclesial, la sinodalidad debe adaptarse a un contexto específico, siempre que se sitúe en el telón de fondo de la Comunión, de la Participación y de la Misión”, insistiendo en que “para que Dios trabaje, todo hombre debe poner las manos”, como fue recogido en el Documento para la Etapa Continental del Sínodo por la Iglesia local de Bamenda (Camerún).
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Una actitud asumida por la Iglesia de América Latina y El Caribe, que con el actual Sínodo tiene “la oportunidad de enriquecer su propia identidad como Iglesia, contextualizar la Sinodalidad dentro de la Iglesia y hacer de la Sinodalidad una realidad verdaderamente auténtica en la vida de la Iglesia”. Algo también vivido en Puerto Rico, recordando las palabras del arzobispo, en las que en 2011 llamaba al pueblo local a que “tanto en tiempos tormentosos como en tiempos de paz, y que se convierte en un llamado a la unidad entre las distintas confesiones cristianas en Puerto Rico”. Desde ahí concluyó preguntando: “¿Qué quieres Arquidiócesis de San Juan de Puerto Rico para ti misma? ¿Qué quieres Pueblo de Dios puertorriqueño para ti mismo?”.
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