La misión es de la naturaleza de la Iglesia, es fundamento, dice Mons. Esmeraldo Barreto Farias, uno de los obispos participantes en la I Experiencia Vocacional Misionera Nacional en Brasil que tendrá lugar en Manaos del 5 al 17 de enero de 2023. Siguiendo las directrices de la Iglesia en Brasil, «la misión es un eje que contribuye para que todas las dimensiones y todas las obras, todas las actividades estén marcadas por el espíritu misionero», destaca el Obispo de la Diócesis de Araçuaí.
Misión testimonio del Amor de Dios
«Si todas las actividades no parten de la misión, que es la manifestación del amor, de la misericordia de Dios, todo se volverá hacia nosotros mismos«, según Mons. Esmeraldo, que ve la misión como «ese testimonio del Amor de Dios que se manifiesta en Jesucristo y en las personas, especialmente en los gestos de solidaridad y caridad». Para trabajar esto en los que están en camino de formación «tiene que ser desde el Evangelio», y así «pueden acoger la vida misma de Jesús».
El obispo afirma que «a partir del Evangelio buscar seguir a Jesucristo«, buscando el encuentro, como dice el Papa Benedicto XVI en «Deus Caritas est». Por eso, afirma que «el encuentro con Jesucristo define, porque me da un horizonte, me da una perspectiva para vivir como su discípulo misionero y para vivir como Iglesia».
Un segundo punto es «ayudar a los seminaristas a trabajar en una pedagogía que considere las experiencias concretas», lo que permite «entrar en la mistagogía», subraya el obispo. Refiriéndose a la experiencia a ser vivida estos días en Manaos, afirma que «me hace descubrir los signos de Dios, y en la medida en que yo esté abierto a escuchar la voz de Dios y a descubrir sus signos en las personas, en la realidad, especialmente en los más pobres, en los que viven en las periferias, acogeré en mí lo que Dios me habla personalmente, pero también lo que Dios dice hoy al mundo, hoy a la Iglesia, hoy a las comunidades eclesiales«.
La experiencia misionera no debe ser un corte en la formación
Mons. Esmeraldo insiste en que «la experiencia misionera no debe ser un corte en la formación«, sin tener en cuenta esta experiencia dentro de la comunidad formativa. Por eso insiste en una experiencia «que marque el proceso formativo y que esté en plena conexión con el proceso formativo», algo que no siempre ocurre, como ha comprobado en su misión como obispo, porque las experiencias misioneras no eran asumidas en la vida normal del seminario, lo que demostraba que la actividad pastoral era un recorte que no tenía repercusión alguna en el seminario. Esto le llevó a promover un vínculo entre la vida pastoral de los seminaristas y el proceso normal de formación.
El Obispo de Araçuaí insiste en que ayudar a los seminaristas desde el Evangelio, desde la persona y la misión de Jesús, desde experiencias concretas y que estas experiencias puedan influir en el proceso de formación, no siendo un corte, sino teniendo una interrelación. A partir de esa experiencia en Manaos, Mons. Esmeraldo insiste en que lo importante «es ver la repercusión de esa experiencia, de ese hecho, de ese signo que descubrí en la vida de esa persona, de esa realidad, de esas comunidades, qué repercusión tiene eso para mi vida».
Si no, «seré un actor que llega a esa comunidad, monta un espectáculo, pero luego eso no entra en su vida», insiste el obispo. Junto a ello, subraya la importancia de un acompañamiento adecuado, «para que pueda seguir discerniendo esta experiencia en su vida». Por eso, los formadores que acompañan este proceso «necesitan tener un horizonte claro», insiste, que lleve a descubrir «qué tipo de ministerio ordenado estoy ayudando a preparar a estos jóvenes». Algo que supone una cristología, que supone una visión de la Iglesia, de la persona, de la realidad, de apertura, subraya Mons. Esmeraldo.
Descubrir Jesus que fala
En resumen, subraya que «necesitamos presentar claramente la persona y la misión de Jesús, necesitamos trabajar el proceso formativo con dimensiones intelectuales, espirituales, comunitarias, pastorales, con experiencias concretas, necesitamos integrar estas experiencias, porque de lo contrario nada cambiará en la vida del joven». De ahí que el Obispo subrayara que «necesitamos ayudar a los formandos a comprender que es Jesús mismo quien habla, a partir de las personas, de los hechos y de las realidades«, y junto a ello la repercusión de estas experiencias en la vida de cada uno, insistiendo en que cada formando necesita estar abierto a esta formación como condición necesaria para estar en el proceso formativo.
El hecho de que esta experiencia tenga lugar en la Amazonía lleva a Mons. Esmeraldo a recordar la frase del Papa Pablo VI: «Cristo apunta a la Amazonía«, enviada a los obispos reunidos en Santarém en mayo de 1972. A partir de ahí dice que «esta experiencia tiene que mostrar una apertura a la vida misionera», algo reconocido en las directrices para la formación presbiteral, que lleve a los seminaristas a «entender que no se le está preparando para cuidar un rebaño que está reunido, sino que se le está preparando para una apertura a los grandes desafíos que tenemos desde las muchas periferias».
«La experiencia aquí en la Amazonía apunta a una visión de ecología integral en la que tanto insiste el Papa Francisco en Laudato Si'», destaca el prelado brasileño. «No podemos en la labor de evangelización y también en la labor formativa, no podemos ver de manera dualista la persona y las realidades de la vida, las realidades del mundo«, dice, citando la visión de la ecología integral del Papa como un elemento que «nos hace ver también en el proceso formativo que tiene que ser un proceso integral donde las distintas dimensiones están interconectadas, y al mismo tiempo donde tengo que estar abierto a lo que siento de la presencia de Dios».
Mayor atención a la Amazonía
Por eso, venir a la Amazonía, una realidad que conoce desde que fue obispo de Santarém y arzobispo de Porto Velho, «muestra también que la Iglesia de Brasil necesita abrirse a la misión ad gentes, no sólo fuera de Brasil, sino también a una apertura que nos haga ver más allá de la diócesis«. En este sentido, señala la existencia de diócesis en Brasil donde hay muchos sacerdotes, pero que «casi nunca se abren a otras necesidades de Brasil, donde tenemos tantas necesidades, no sólo del ministro ordenado, sino también la necesidad de apertura a una Iglesia ministerial, una Iglesia que acoja a las personas y las ayude a descubrir su sentido, su camino».
Destaca también la ayuda de esta experiencia en el camino sinodal, «cómo una realidad como esta tan específica de la Amazonía, cómo difunde luz a todo Brasil y cómo nosotros que estamos en otros lugares fuera de la Amazonía, cómo esto puede reflejarse en una apertura hacia la Amazonía«. Mons. Esmeraldo recordó la visión que se tenía hasta hace pocos años sobre la misión en Amazonía, vista como algo para congregaciones o institutos religiosos, y no para el sacerdote diocesano.
La misión naturaleza del presbítero diocesano
Por eso, el Obispo de Araçuaí insiste en que «esta apertura que nos da la Amazonía es para mostrarnos que necesitamos estar abiertos para que también el sacerdote diocesano entienda que la misión es de su naturaleza«, llamando a descubrir que todo sacerdote diocesano tiene que estar abierto a la Iglesia y a las periferias, también presentes en la Amazonía y que serán visitadas durante estos días. En ese sentido, denunció que la Amazonía es vista como algo de segunda categoría, lo que se demuestra en la forma como es tratada por los órganos gubernamentales, en beneficio de las empresas mineras, en beneficio de las grandes empresas.
Mons. Esmeraldo subrayó que «el misionero visitante no está aquí para sustituir al misionero residente. Debe comprender que tanto el que nos acoge en las comunidades como el que va, ambos son misioneros, y necesitan experimentar esta realidad misionera sin que uno quiera ocupar el lugar del otro. Por eso pide a los que participan en la misión que «acojan los signos de Dios en la vida de estas personas y aprendan de ellos», afirmando que «el ministerio empieza desde ahí, yo no he venido a ocupar el lugar de nadie», insistiendo en limitarse a un posible estímulo, aclaración, ayuda, fortalecimiento, a dar un paso más, pero nunca a sustituir.
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Todo ello le lleva a afirmar que «si ocupo el lugar del otro, no estoy contribuyendo a fortalecer este punto tan importante que considero un pilar más de la comunidad eclesial misionera, la Palabra, los sacramentos, la liturgia-caridad y la ministerialidad, que los cuatro están integrados, y la misión como el eje que hace interactuar todos estos pilares».
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