Mons. Gustavo Rodríguez, arzobispo de Yucatán (México) es vicepresidente de la Conferencia Episcopal Mexicana y presidente de la Red CLAMOR, que acompaña a los migrantes, refugiados y víctimas de la trata, y acaba de ser elegido presidente de Cáritas América Latina y el Caribe.
Un servicio que asume como respuesta a la voluntad de Dios, en una Cáritas que busca la promoción humana. Eso lo ha buscado en su trabajo en la Red CLAMOR, abogando por un urgente trabajo de la Iglesia, de los gobiernos y de toda la sociedad.
Su presidente ve como desafío para Cáritas la incidencia, buscando apoyar las necesidades concretas de los diferentes países. Siempre caminando juntos, escuchando con el corazón, y ayudando a descubrir que Cáritas es parte de la obra evangelizadora de la Iglesia.
La Iglesia le ha pedido un nuevo servicio como presidente de Cáritas América Latina y el Caribe, ¿cómo ha acogido este nuevo pedido?
Todos los oficios que la Iglesia nos encomienda son llamados de Dios, así es que pues se acepta la voluntad de Dios. Como me decía un sobrino, ya que San Óscar Arnulfo Romero intercedió por mí para que me recuperara de una grave enfermedad, ahora se cobra el favor y me pide que tome este servicio, él que es uno de los patronos de la Cáritas latinoamericana y del Caribe.
Una realidad que, como sucede en todo el mundo, pero especialmente en este continente, dada la situación social, económica y las grandes desigualdades que existen, donde podríamos decir que la Cáritas es más importante, ¿por qué esa importancia?
Por todas las desigualdades que hay en nuestro continente. En todo el mundo hay desigualdades, pero acá en América Latina son más acentuadas, también en el Caribe. Por eso es muy importante ese servicio de la Cáritas, para atender no solamente la asistencia de los necesitados, sino también sus derechos humanos, también la promoción humana, y esto se puede hacer muy bien desde la Cáritas.
Una de las realidades que la Cáritas acompaña es la de los migrantes, lo que usted conoce muy bien en su condición de presidente de la Red CLAMOR. ¿Qué es lo que ha ido descubriendo personalmente y en qué le ha enriquecido en su vida personal, espiritual, ese acompañamiento a los migrantes y refugiados, a las víctimas de la trata?
En lo personal ha habido un crecimiento por la sensibilidad hacia estos hermanos y hermanas, que son Cristo vivo, pues Él dijo, fui forastero y me recibisteis. Hay un testimonio espiritual y un testimonio muy grande de toda la gente en la Iglesia que vive entregada a este servicio. A mí me tocaba la coordinación, la presidencia, y todavía me toca, vamos a ver si ese cargo lo pasamos a algún otro obispo, para entregarme yo al servicio de la Cáritas. Pero el testimonio de tantas religiosas, tantos laicos, tantos sacerdotes y obispos que siguen trabajando al servicio de nuestros hermanos migrantes.
A mí en lo personal también, me tocó durante siete años ser obispo de una diócesis de frontera, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, México. Así que ahí también viví más de cerca, más en concreto la realidad y necesidad de nuestros hermanos migrantes. Pero como todos sabemos, desde 2018 se ha desbordado ese fenómeno, y es mucho más urgente el trabajo de la Iglesia, de los gobiernos y de toda la sociedad.
Sabemos que Cáritas tiene muchos frentes, muchos desafíos, ¿Cuáles serían los principales frentes, desafíos, donde Cáritas América Latina y el Caribe debería actuar en los próximos años?
Uno de los frentes principales, y que puede apoyar a las Cáritas de cada nación, es en la incidencia, porque la Cáritas tiene un nombre. Y teniendo ese nombre, esa autoridad, puede hacerse presente en distintos foros para apoyar las necesidades concretas de los diferentes países. Pero también, un poquito compartir la visión que se tiene desde Cáritas Latinoamericana y del Caribe con todas las naciones de América Latina, y así damos el mejor servicio. Estar siempre atentos a lo que venga de allá, de las mismas naciones, los reclamos, las necesidades, estar atentos a ellos para caminar verdaderamente en sinodalidad.
Habla de sinodalidad, en la Cáritas trabajan desde obispos, como usted, pero también muchos voluntarios en las Cáritas parroquiales, hombres y mujeres que desde su sencillez dedican su tiempo a ayudar a aquellos que muchas veces la sociedad pone del lado de fue. ¿Cómo esa sinodalidad se vive en el día a día de la Cáritas?
En cada parroquia, unidos a la diócesis, en cada diócesis unidos a toda una nación, a todo un continente. Somos Iglesia, en todos los niveles más amplios o pequeños ahí está la Iglesia. La sinodalidad, caminar juntos, implica estar atentos a los demás, no tanto a lo que yo quiero hacer, sino en lo que voy descubriendo en la escucha, en el diálogo con los demás que se necesita que yo haga. Estar muy atentos y escuchar no solamente con los oídos, sino con el corazón, hacer con amor esa respuesta a lo que escucho que se necesita.
Hablada de incidencia y podemos decir que una de las grandes incidencias en el mundo de hoy es el Papa Francisco, alguien que incide positivamente en favor de aquellos que muchas veces nadie escucha. Él dice que Cáritas es la caricia de la Iglesia para con las personas más vulnerables. ¿Cómo hacer realidad hoy, en América Latina y el Caribe, esa caricia de la Iglesia?
La misma asistencia es una caricia muy agradable, muy grata, para todos los pobres y necesitados. Pero ya después otro tipo de auxilios, la Iglesia puede mostrar lo que realmente es su maternidad a través de todos esos auxilios, y sentirse realmente amados. He comprobado que hay gente que no ubica la relación de la Cáritas en la Iglesia, que es parte de la Iglesia, pero cuando se enteran quedan gratamente convencidos y evangelizados por esta obra de caridad, porque es obra evangelizadora. La Iglesia sólo existe para evangelizar, pero es hacer el bien, apoyar al necesitado, esta es obra evangelizadora.
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