En la vida hay personas que marcan y dejan huella con su vida en las familias y comunidades. Dentro de ese grupo está el Cardenal argentino Eduardo Francisco Pironio. Así lo destaca Mons. Jorge Lozano, secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño al cumplirse 25 años de su partida a la casa del Padre, tras una vida de intensa misión al servicio de la Iglesia.
Recordando que en el 2021, el Papa Francisco reconoció las virtudes heroicas del Siervo de Dios declarándolo Venerable, este 5 de febrero el prelado se unió espiritualmente a la oración por su pronta beatificación hecha durante la ceremonia que celebró el aniversario de su Pascua.
Servir sin límites
El arzobispo de San Juan de Cuyo aseguró que el Cardenal Eduardo Pironio, marcó una etapa de gran importancia para la vida de la Iglesia latinoamericana, afirmando que desde su rol como secretario general del Celam (1968-1972), asumió con gran responsabilidad la secretaría de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño de Medellín realizada entre el 26 de agosto y el 7 de septiembre de 1968. Conferencia que tenía dentro de sus prioridades la implementación de las directrices del Concilio Vaticano II y que de acuerdo con Mons. Lozano dejó una impronta particular para la Iglesia del continente, estableciendo en su Documento conclusivo el perfil de un trabajo misionero y comprometido con los descartados del momento.
Posteriormente, recuerda el obispo argentino, el cardenal Pironio se convirtió en el presidente del organismo (1972-1974) aportando con su actuar y reflexión a la praxis pastoral y el Magisterio de la Iglesia expuesto en las Conferencias Generales de Puebla (1979) y Santo Domingo (1992). Tiempos que pese a la presión de la violencia nunca le alejaron de su tierra natal pues precisa Monseñor Lozano “en nuestra patria visitaba permanentemente en las cárceles a sacerdotes, religiosos y laicos, por lo cual fue amenazado de muerte en varias ocasiones”. Liderazgo que hizo vida el llamado de la opción preferencial por los pobres y la transformación constante de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II.
Más allá del continente el Cardenal Pironio también entregó su servicio a la Santa Sede. En 1976 el Papa Pablo VI lo llamó a colaborar con él. En ese mismo año fue creado Cardenal y Prefecto de la Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares. Sin embargo, nunca ocultó su amor por la misión del obispo diocesano, según recuerda el actual secretario general del Celam.
Durante la década de los años 80 el Papa Juan Pablo II lo nombró presidente del Pontificio Consejo para Laicos, en donde trabajó fuertemente por la juventud para la que propuso que la organización de las Jornadas Mundiales de la Juventud se realizara en diferentes partes del mundo y no solo en Roma, como se acostumbraba hasta ese momento, siendo la primera de ellas en Buenos Aires en 1987.
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Contemplar, hablar y actuar
Así Mons. Lozano hizo memoria de las palabras del cardenal al referirse a la consagración de la vida a Dios en las que insistió en “dar lo que somos o lo que hubiéramos querido ser y no pudimos. Dar aquella vida que hubiéramos querido llevar,” seguros de que “la Iglesia que nosotros formamos es la Iglesia del tiempo, la Iglesia imperfecta, la Iglesia pecadora. Es una Iglesia que va haciéndose. Por eso, decía el cardenal, «no nos escandalicemos ante sus debilidades y pecados. Somos la Iglesia de la peregrinación. Pero, precisamente porque estamos en camino, tenemos que ir caminando nosotros también. La Iglesia no está hecha del todo y la tenemos que ir haciendo cada día.”
Nacido el 3 de diciembre de 1920 en la provincia de Buenos Aires fue el vigésimo segundo hijo en una familia que le transmitió la fe y esa alegría y esperanza, que identificaron su vida y que según Mons. Jorge Lozano fueron evidentes en su predicación, en los gestos que le caracterizaron y las actitudes que dejaron ver su constante apertura a la acción del Espíritu Santo.
Así como en la fidelidad a la Iglesia y el convencimiento de la fuerza que tiene la oración cuando se dirige con devoción a la intercesión de María que con el tiempo se convirtió en su fortaleza para aceptar postergaciones y sufrimientos.
“Sean testigos de esperanza. No profetas de calamidades. Ciertamente que el momento que vivimos es difícil. Pero está lleno de la presencia del Señor Resucitado y de la potencia transformadora del Espíritu… No tengamos miedo. No contagiemos pesimismo o desaliento,” afirmó en su momento el cardenal Pironio para recordarnos que solo esa fe profunda e iluminada por los dones del Espíritu Santo, nos hará penetrar en los misterios de Dios y su Palabra para descubrir la presencia del Padre en los cambios de la historia.
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