El Bautismo de Jesús como el momento que marca el inicio de su ministerio público y define el cierre del tiempo de la Navidad, es el tema que aborda Mons. Jorge Lozano en su reflexión semanal.
Partiendo de su propia historia y el momento de su bautismo, el secretario general del Celam, recuerda que en aquel entonces nadie podía conocer con certeza como se desarrollaría su vida; cuál sería su vocación, los tiempos en que se desarrollaría, los lugares que visitaría, los afectos que llenarían su corazón, aquellas cualidades que le distinguirían y los defectos o fragilidades sobre los cuales debería trabajar en forma constante, todo esto era desconocido al saber y entender de sus padres, una circunstancia inherente a cualquier ser humano.
Al respecto el prelado recuerda que, de acuerdo con la Sagrada Escritura durante el bautismo de Jesús, el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma y desde el cielo se escuchó una voz que decía “este es mi Hijo amado en quien me complazco”. Afirmación que desde su opinión Dios sigue haciendo en cada bautismo y sostiene a lo largo de la vida. «Somos hechos hijos de Dios, miembros del Cuerpo de Cristo».
Salvación universal
Trayendo a la memoria la celebración de la Epifanía de Jesús a los reyes magos que desde lejos vinieron para adorar al Niño, el arzobispo de San Juan de Cuyo explica que esta fiesta pone de manifiesto la universalidad de la salvación que Dios nos ofrece.
«En ellos tres vemos el corazón humano que busca a Dios siguiendo señales que le acercan a la experiencia del encuentro,» particularmente porque los sabios no se escandalizan por un Dios que elige venir al mundo por el camino de la pequeñez. Por el contrario, siguen con fidelidad la estrella que los guía. Tras la fiesta de la Epifanía -agrega- llega el Bautismo de Jesús para dar paso desde la Sagrada Escritura al ministerio público de Jesús. «Cada detalle del relato está cuidadosamente contado para ubicarnos en la trascendencia del inicio de la vida adulta del Señor. El Padre nos revela la identidad de Jesús como su Hijo, con la presencia del Espíritu Santo».
Así el prelado indica que después de contemplar al Niño en la Navidad este iniciará su misión de consuelo y misericordia por el mundo. «Jesús es ungido por el Espíritu Santo. La unción y la misión van de la mano,» insiste Mons. Lozano explicando que esta unción es permanente y el envío no tiene marcha atrás. «La unción es algo permanente, no una acción pasajera,» y define su identidad, es decir, nos muestra quien es Jesús.
«Marca la identidad tanto el nombre que se usa para designar a Jesús que será el Cristo, o sea, el Ungido, y tiene que ver con el Bautismo recibido en el río Jordán,» afirma.
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Unción y misión
Esta condición de «ungidos» también se extiende a cada uno de nosotros, también para siempre. «Y así como en Jesús, el Cristo, unción y misión van unidas, en sus discípulos sucede lo mismo».
En esta línea el obispo argentino indica que, a través del bautismo y la confirmación, somos ungidos para desarrollar una misión en el mundo que compartimos con Jesús: «anunciar buenas noticias a los pobres, llevar consuelo a los afligidos; esta es la misión que la Iglesia tiene en este mundo,» porque como en su momento lo afirmó San Pablo VI «la iglesia existe para evangelizar”, una misión decididamente orientada a las pobrezas materiales y existenciales.
El prelado cerró su reflexión recordando la muerte del Papa emérito Benedicto XVI, evocando algunos fragmentos de la homilía del Papa Francisco por este motivo y refiriéndose a su mensaje por la llegada del nuevo año en el que invitó a no tropezarse con las mismas piedras, frente a lo que alguien comentó que “no sólo tropezamos varias veces con la misma piedra, sino que terminamos enamorándonos de la piedra,” por lo que el prelado recomendó prestar atención a esta situación recurrente que puede terminar por esclavizarnos.
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