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Mons. José Luis Azuaje: «Asumir la novedad histórica desde la creatividad pastoral y humanizadora, sin miedos, ni componendas»

«La actual fuerza sinodal que implica el caminar juntos, tejer redes desde la escucha, el diálogo y el discernimiento, supone un compromiso mayor en la participación de todo el Pueblo de Dios, en la labor evangelizadora y en los actos de decisión que afectan a todos,» afirmó Mons. José Luis Azuaje en su intervención durante el XX Congreso Latinoamericano y Caribeño de Cáritas este 2 de junio con la que planteó algunas ideas sobre la esperanza respecto a las cosas nuevas que vienen surgiendo en América Latina y el Caribe.

Para el arzobispo de Maracaibo nos hallamos ante un momento muy especial en la Iglesia, principalmente en América Latina y El Caribe, un tiempo que explica está caracterizado por un gran movimiento hacia coordenadas pastorales y de servicio humanitario de gran proporción, pese a la gran cantidad de voces que anuncian catástrofes y desesperanza.

Responsabilidad eclesial

No obstante, advierte el obispo venezolano, la reciente experiencia de la Pascua y la fiesta de Pentecostés, debe acercarnos a la esperanza, asumiendo la responsabilidad eclesial que corresponde a la misión de Cáritas en el continente.

«Debemos ser muy conscientes de la responsabilidad que tenemos cada discípulo misionero como seguidores de Jesús ante su Pueblo, ante los pobres, ante la historia,» aseguró, ratificando que Cáritas representa la caricia de la Iglesia por sus hijos más necesitados, pero nada nuevo pasará mañana, si ya desde ahora, no lo estamos realizando.

Así, el prelado indicó que la Iglesia en América Latina y el Caribe avanza en su itinerario evangelizador, dejándose interpelar por los desafíos de la realidad, esos signos de los tiempos que se transforman conforme al paso de la historia y que asumiendo su rol de discípula misionera, está convencida de seguir los pasos del maestro porque es consciente que solo así podrá dar respuestas concretas a los desafíos que parten de su propia conciencia, de la identidad del Pueblo de Dios. Se trata entonces en palabras del obispo de «asumir la novedad histórica desde la creatividad pastoral y humanizadora, sin miedos, ni componendas».

Signos transformadores

Esto, advierte necesariamente implica hundir sus raíces en lo que el prelado define como la comunión y la unidad trinitaria que no se priva de abrir el corazón al Espíritu de Dios, presente en cada circunstancia, en cada persona. En esta línea Mons. Azuaje recuerda que soñar con tiempos mejores ha sido una constante en la historia reciente de la Iglesia continental, lo que puede verificarse en su adhesión al Concilio Vaticano II, el pacto de las catacumbas y las posteriores Asambleas generales del Episcopado latinoamericano y Caribeño que describió resaltando sus aportes a esa búsqueda constante de esperanza.

«Medellín que desde su perspectiva abrió el camino de servicio preferencial a los pobres, Puebla que impregnó la cultura del Evangelio de Jesucristo; Santo Domingo, renovó la evangelización haciéndola nueva en su método, expresiones y ardor; Aparecida, fortaleciendo la identidad de los cristianos católicos como verdaderos discípulos misioneros en medio del Pueblo de Dios».

A esto se une la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe que planteó la riqueza de un camino sinodal donde todos tenemos un lugar y existe el deseo de caminar como pueblo, juntos, aprendiendo unos de otros, como lo propone el Papa Francisco que en diversos documentos propios de su Magisterio como Evangelii Gaudium afirma que “sueña con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la autopreservación”.

Una Iglesia sinodal

Lo que para el obispo es un sueño que goza de profundidad, largo alcance y comprometedor quizá no sea fácil de lograr pero confía en el Espíritu transformador, en la fuerza del Pueblo fiel de Dios y la riqueza de la oración manifiesta en este Pueblo, particularmente en la práctica de la religiosidad popular.

Para Mons. Azuaje, América Latina y El Caribe ha aprendido a caminar en unidad y existen varias experiencias donde Caritas ha estado propiciando esa Iglesia sinodal. Muestra de ello es la decisión de trabajar en redes con diversas articulaciones, donde todo se integra a los procesos de escucha y discernimiento que están orientados hacia decisiones fundamentales.

De hecho agrega que el proceso de escucha de la Primera Asamblea Eclesial y los efectuados en la preparación al sínodo de la sinodalidad, son una señal de una región que tiene su modo de obrar eclesialmente, con la inclusión de todos y todas, capaz de promover la participación de las mujeres, jóvenes y pueblos originarios, así como las periferias; esto indica un nuevo modo de ser y de hacer.

Un camino en el que se ha avanzado pero que aún no concluye, porque reconoce que aún hay resistencias por la presencia del clericalismo y diferentes formas tradicionales de abordar los asuntos de la Iglesia. ”Lo importante es que nuestras Cáritas están convencidas que el mejor modelo es caminar juntos, porque es una forma de ser y proponer, no deja a nadie en el camino, ni mucho menos descarta”.

 

Perseguir los sueños

En esta anhelada búsqueda de esperanza el prelado invita a seguir soñando nuevos tiempos, para el continente, esfuerzo al que puede ayudar mucho los cuatro sueños del Papa Francisco en Querida Amazonía.

Un sueño Social que promueva un nuevo sistema económico y político, sabiendo que la economía actual mata, es injusta, crea pobreza y pobres y que la política se encuentra secuestrada por ideologías que velan más por sus propios intereses, implantando tendencias autocráticas y populistas en algunos países.

Un sueño cultural que invite a promover en la región el pacto educativo global, la interrelación de la sociedad, las instituciones, los organismos educativos que generen cultura, promoviendo una mayor comprensión de la realidad en la profundización de la identidad humana y sus valores como fomento de transformación humanizante de la sociedad.

Un sueño ecológico por lo que es algo esencial dentro de la dimensión social de la evangelización e implica una educación y una espiritualidad de la casa común, que construya una ecología integral, es decir, se ocupe de la naturaleza, la humana y la social.

Un Sueño eclesial que promueva una Iglesia con rostro latinoamericano y caribeño. “Se trata de inculturar la fe, que no desprecia lo bueno de las culturas, sino que las acoge y las lleva a su plenitud a la luz del Evangelio”.

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El espíritu de la Asamblea Eclesial

Mons. Azuaje cerró su intervención recordando que es muy importante no dejar dormir el espíritu sinodal de la Asamblea eclesial, caracterizado por su apertura al Espíritu en la escucha y el discernimiento que genere responsabilidades en la misión de la Iglesia, donde todo el Pueblo de Dios es sujeto con las opciones específicas que han brotado en su tradición de servicio, privilegiando la opción por los pobres y excluidos, y una mayor participación de los jóvenes y de las mujeres en responsabilidades pastorales.


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