La 39ª Asamblea General Ordinaria del Consejo Episcopal de América Latina y el Caribe (Celam), eligió secretario general a Mons. Lizardo Estrada Herrera, obispo auxiliar de Cusco (Perú). En esta entrevista reflexiona sobre la nueva misión que la Iglesia del continente le está pidiendo, así como sobre diversos elementos que forman parte de su misión como obispo y del caminar de la Iglesia en América Latina y el Caribe.
Acaba de ser elegido secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño, ¿cómo se siente ante este encargo que la Iglesia le está haciendo?
Ante todo, doy gracias a Dios por su mirada, por su compasión, por todas sus bendiciones, agradezco a la Orden de San Agustín a la que pertenezco, agradezco a mis hermanos obispos del Perú, porque hasta ahora soy secretario general de la Conferencia Episcopal, y aquí agradezco la confianza de todos los obispos de América Latina, de la asamblea.
Me siento honrado, me siento también con mucha sorpresa, con sentimientos encontrados, agradecido a Dios, pero también confiando en que Él mismo ayudará a la nueva presidencia, a mi persona, en este caminar. Yo soy nuevo en todo, pero tengo la confianza en Dios y en mis hermanos obispos de América Latina.
Usted tiene poco más de dos años de obispo, fue ordenado en 2021, y una vez un obispo decía que para ser padre uno se prepara en el seminario, pero que ser obispo es algo que llega de repente. Podemos decir que está aprendiendo a ser obispo, es obispo auxiliar, y ahora le encargan una tarea que ya estaba haciendo en Perú, pero ahora de todo el continente. ¿Cómo llevar a cabo ese trabajo de coordinación, de animación de la vida del Celam en el día a día, y cuáles son los desafíos que se pueden presentar para llevar a cabo esa misión?
Agradezco a muchos que me han ayudado durante estos dos años y poco, a Mons. Richard, mi arzobispo de Cusco, que, como papá, como hermano, como amigo, me guía y he aprendido mucho en estos dos años, y a los obispos del Perú, por supuesto, unos más que otros, siempre han estado muy cercanos.
La asamblea es la que da orientaciones de lo que se va a hacer en estos cuatro años, la asamblea da propuestas, directrices, y nosotros de la Presidencia daremos cumplimiento a las propuestas más importantes, como un capítulo general en una congregación o un capítulo local en una comunidad, tiene fuerza y pone propuestas. Durante el periodo que toca servir se debe cumplir aquellas cosas que la asamblea le manda, le dice o propone, y aquellas cosas que tienen mayor importancia, daremos cumplimiento con la ayuda de Dios y con la ayuda de todos los obispos.
Animar la vida del Celam que en los últimos años está marcada en los últimos cuatro años, y así debe ser en este nuevo cuatrienio, como decía el presidente, Mons. Jaime Spengler, que insistió en que no se puede volver atrás en el proceso que ha sido animado por tanta gente y que está ayudando tanto. ¿Qué es lo que usted cree que puede aportar en la animación de los cuatro centros del Celam?
En el tema de la comunión debemos seguir creciendo, el tema de trabajar en sinodalidad, caminar juntos, escucharnos y escuchándonos, escuchar al Espíritu Santo, qué quiere Dios para América Latina, seguir en esto. Una cosa que hemos aprendido en estos últimos tiempos es la conversación espiritual, un método que nos ha ayudado para entendernos, acercarnos, escucharnos y escuchar la voluntad de Dios, sin tanto roce o discrepancia, porque es el Espíritu que va guiando, es el Espíritu Santo que va iluminando.
Por otro lado, tenemos que dar continuidad, no se puede parar, hay un proceso iniciado, y esto debe continuar, con la ayuda de muchísimas personas que integran el Celam. Los centros, que ya tienen un camino, esto debe continuar. Es un proceso, el proceso está en acción, en camino, en movimiento, y no debe pararse aquellas cosas que ya se han iniciado con tanto sacrificio, con tanto esfuerzo. En estos años, con la ayuda de Dios y de los hermanos, dar continuidad a lo que se ha hecho, y enfatizar algunos puntos, por supuesto lo que diga la asamblea.
Usted participó del encuentro de los países bolivarianos de la Etapa Continental del Sínodo y posteriormente participó en Bogotá de la reunión de los secretarios generales de las conferencias juntamente con los presidentes. ¿Qué es lo que ha percibido en la Iglesia de América Latina y el Caribe en la vivencia concreta del Sínodo que el Papa Francisco nos llama a asumir y que en octubre tendrá la primera parte de su asamblea sinodal?
Este proceso nos ha ayudado a reflexionar, a pensar, a dar más protagonismo, a escucharnos. A veces sólo los obispos o sólo los sacerdotes, pero el Pueblo de Dios, claro que somos parte del Pueblo de Dios, pero este en un proceso que ha iniciado y no debe parar. Tanto la apropiación de la Asamblea Eclesial, este texto que tenemos con las directrices, los desafíos, las líneas pastorales, o el proceso que hemos iniciado del Sínodo de las sinodalidad con sus equipos respectivos, nos está ayudando a retomar aquello que siempre ha estado en la Iglesia, aquello que el Vaticano II nos ha impulsado, nos ha enseñado y nos manda.
Decía el Papa Juan Pablo II que el Vaticano II es la brújula que nos guía por donde tenemos que ir. Todavía falta mucho que conocer y vivenciar del Vaticano II y nuestro Magisterio latinoamericano, las diferentes conferencias, Puebla, Medellín, Santo Domingo, Aparecida, reforzar, retomar, regresar, conocer más Aparecida, desde la Asamblea Eclesial. Estamos en camino, un movimiento que no debe parar, con la ayuda por supuesto de todos, que debemos apropiarnos de una manera de pesar, de vivir, de ser latinoamericanos, de ser Iglesia, nuestra, que debemos conocer y amar.
Conocer para amar, en nuestras conferencias episcopales, en nuestras diócesis, en nuestras casas de formación, la CONFER, la CLAR, las diferentes congregaciones religiosas, tanto femeninas como masculinas, incluso nuestros monasterios de clausura. Conocer verdaderamente el caminar de la Iglesia latinoamericana.
Una Iglesia con múltiples rostros, culturas y realidades. Inclusive usted nació en la cultura quechua, habla esa lengua y dice sentirse bien cuando puede hacerlo. ¿Qué pueden aportar esas culturas históricamente marginadas, consideradas de segunda categoría, inclusive dentro de la propia Iglesia, a la Iglesia de América Latina y el Caribe?
El Papa Francisco en su Querida Amazonía, uno de los sueños que nos pone es el sueño cultural, la manera de vivir, de ser, de las personas de los Andes o de la selva. Lamentablemente, por el estado son marginados, pero hay riqueza de vida, de moral, de cuidado de la casa común, riqueza del buen vivir, riqueza de la fraternidad, en quechua el airi. Hay mucho que puede ofrecer para nuestro tiempo, Nuestro tiempo, lamentablemente está fragmentado, políticas, democracias, mucha polarización, intereses grupales o partidarios, familiares en nuestros países y la corrupción que crece y crece.
Nuestras culturas, tanto andinas como amazónicas, nos tienen que enseñar mucho, pero lamentablemente son aplastadas, o son calladas, o amenazadas incluso, y ahí el Papa Francisco nos da una luz en Querida Amazonía, en el sueño cultural. También está el sueño social, sueño eclesial, sueño ecológico, pero en el sueño cultural vemos como estas culturas, estas maneras de vivir, de ser, de creer, nos pueden ayudar, y retomarlas. Quiero una Iglesia inculturada, sacar aquellas cosas buenas de esas culturas y no olvidarlas. Acercarnos a ellos, en la liturgia, hay varias cosas que en el camino Dios nos ayuda a responder a su voluntad.
Culturas que tiene la vivencia comunitaria como algo marcante, fundamental, que marca la vida del día a día. Usted es agustino, que tienen como carisma la vida en comunidad, ¿cómo esa vivencia comunitaria de los pueblos originarios de América Latina, que también está presente en la vida de la Iglesia, puede ayudar a superar los fenómenos de la polarización, del enfrentamiento, cada vez más presentes en la sociedad?
El tema del bien común, recuerdo cuando era pequeño, en mi pueblo, para arreglar caminos, acequias o calles, todos estuvimos ahí en la búsqueda del bien para todos, y nadie decía que no voy, o el airi, yo hago hoy para ti, tu mañana me ayudas. El buscar el bien, incluso de los mayores, es un tema pendiente. Lamentablemente, nuestra realidad está muy egoísta e individualista. Ante esto, nosotros los cristianos, los creyentes, estamos llamados a buscar la unidad, la comunión, caminar juntos, que la sinodalidad nos llama, dar respuestas.
Nuestra sociedad está bombardeada de estas ideas, y es un trabajo no sólo de la Iglesia, tiene que ser de todos, de las universidades, de los colegios, nuestras pastorales. Debemos enfatizar más nuestra cultura, nuestro momento nos llama también a la formación de líderes, con base a la Doctrina Social de la Iglesia, a la luz del llamamiento del Papa Francisco a la buena política, a la economía más humana, el Pacto Educativo Global. Tenemos muchos retos en el camino, nos toca a todos trabajar ante lo que nos pide el Espíritu Santo por medio de nuestro Papa Francisco y nuestros documentos de América Latina.
Ojalá que podamos en nuestros planes pastorales integrar todo esto que se nos viene para este tiempo. Los tiempos han cambiado y para este tiempo necesitamos nuevas formas de hacer llegar Cristo, Dios, la Iglesia, pero creativamente, pidiendo a Dios que nos ayude a responder a su voluntad para mi diócesis, para nuestra América Latina, para nuestras conferencias episcopales.
Como secretario general del Celam, ¿qué les diría a sus hermanos obispos y qué le diría al Pueblo de Dios que camina en estas iglesias que forman parte de nuestro continente?
Somos una familia, el Pueblo de Dios. Quien camina con nosotros es Cristo, a quien vamos es a Cristo. Es pedir al Señor que nos ayude a entendernos, a comprendernos, a darnos las manos como obispos de América Latina. Dispuesto a recibir todas las sugerencias, propuestas, y en la medida de mis posibilidades responder. También por supuesto, pido sus oraciones para este nuevo servicio, para que pueda entregar y corresponder con fidelidad a Dios y a nuestra Iglesia.
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Y al Pueblo de Dios, también soy parte del Pueblo de Dios, a nuestros hermanos, pedir por supuesto su oración. Identificarnos que somos América Latina, que somos una cultura, con nuestras diversidades, pero que eso hace la riqueza. Querer, amar a nuestro continente, pongamos también nuestro hombro donde estemos, llevemos nuestra Iglesia adelante. La oración es la fuerza de Dios, pero la debilidad del hombre, si nos unimos en oración, Dios nos bendice y nos fortalecemos entre nosotros como hermanos que somos.
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