En el Trigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Miguel Cabrejos, recuerda que la Palabra Santa de este día nos invita a reconocer que «el Reino de Dios comienza ya, porque Él está presente en medio de nosotros, es más, está dentro de nosotros».
Al analizar el contenido de la Palabra Santa el presidente del Celam indica que en este tiempo, la iglesia nos invita a dar testimonio, perseverar y trabajar. Tres acciones que nos preparan con serenidad para esperar el Reino con plenitud. «Tres estrellas que deben iluminar nuestro camino mientras alcanzamos el fin de nuestra vida,» asegura el prelado.
Entre nosotros
En el domingo previo a la conclusión del año litúrgico, la Iglesia nos ofrece lecturas que nos muestran que somos transitorios, ante lo que el Señor responde a sus discípulos sobre la idea de calcular cuándo y cómo llegará la hora final de nuestro peregrinar por el mundo.
Al respecto, Monseñor Cabrejos afirma que se trata de un panorama lleno de símbolos que tienen la finalidad de exaltar la espera de un nuevo inicio; ante la humana tentación de vaticinar las características del fin. La invitación es a reconocer al Señor entre nosotros como parte de nuestra historia.
«La liturgia de hoy, es una liturgia de tensión, destinada a sacudir las conciencias, más no a aterrorizarlas,» advierte.
Recordando al profeta Amós y la imagen que acuñó sobre el Día del Señor como un momento inevitable; el prelado explica que se refiere sobre todo al instante que hace evidente la presencia de Dios, para instaurar su reino de justicia y paz.
No obstante, el también presidente del episcopado peruano aclara que este día no está señalado en el calendario humano, mucho menos en las previsiones de la naturaleza ya sea que se definan como meteorológicas o astro físicas. Por el contrario, el texto anuncia que ese día «las estructuras que ven a los ricos como vencedores, a los buscadores de placer, a los prepotentes y a los injustos serán derribadas y surgirá un alba de esperanza y de liberación para los pobres, los oprimidos, los que sufren, los perseguidos».
Tus planes no son mis planes
Esto confirma, según Monseñor Cabrejos que «los pensamientos de Dios no son como los del hombre, y el Reino de Dios, no es como los reinos de este mundo».
Para el prelado el Evangelio está marcado por la propuesta de un “reino divino que redima la historia, evidente en el pasaje evangélico cuyo objetivo es neutralizar esas motivaciones apocalípticas,» presentes en la vida de los primeros cristianos y reivindicadas actualmente por los grupos religiosos de carácter fundamentalista y fanático que enajenan y alienan la conducta humana.
La advertencia de Jesús para los discípulos es no dejarse seducir por las que seudo – profecías, sobre la inminente llegada del fin y la sentencia implícita del Señor por sus actos, es decir, ir más allá del temor por los efectos de su futura irrupción para juzgar la historia del mundo, la historia de su pueblo.
Los apóstoles tienen una actitud que el obispo califica de infantil, porque solo reparan en el cuándo y el cómo, signos que de alguna forma les permitiría anticiparse o escapar al juicio divino, pero ante esta curiosidad, Jesús aclara que más bien se trata de orientar a cuantos le escuchan hacia una actitud de compromiso y esperanza. «Cristo, contrario a lo que predican ciertas sectas apocalípticas contemporáneas, no se ha interesado particularmente en el fin del mundo que sigue como un misterio escondido en la mente de Dios,» asegura Mons. Cabrejos.
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Tres actitudes, tres virtudes
En cambio, Cristo sigue la huella de los profetas, revelando una meta de justicia y salvación sobre el mal, un horizonte de liberación, lo que advierte el arzobispo de Trujillo nos lleva a considerar dos aspectos: el primero de ellos es la búsqueda de una meta en nuestra historia, que de seguro no se presentará como en el texto de Malaquías como una explosión catastrófica; sino como un juicio y una salvación que cobijará a los adoradores del Señor para quienes surgirá un sol de justicia.
En segundo lugar, está comprender que Él viene entre nosotros para afirmar que aquel “fin” debe ser construido aquí y ahora, esto significa que no hay una ruptura repentina. «El Reino de Dios comienza ya en el presente”.
La espera de ese Reino en plenitud invita a ejercitarnos en tres virtudes, tres actitudes de acuerdo con Monseñor Cabrejos; esto comienza por ofrecer un testimonio sereno y valiente, pese a las expresiones de odio, los muros que muchos quieran levantar. Luego está la perseverancia, porque la tentación de ceder es fuerte, el deseo de hacer parte de la masa y adaptarse a la opinión es espontánea y nuestra debilidad siempre está al acecho. La tercera virtud es el trabajo que supera los fanatismos desordenados, las agitaciones que distraen y los falsos espiritualismos.
Monseñor Miguel Cabrejos concluye diciendo que dar testimonio, perseverar y trabajar son de alguna forma variaciones de las tres grandes virtudes que deben acompañar nuestra vida: creer, esperar y amar.
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