En el quinto Domingo de Pascua las tres lecturas de la liturgia nos permiten construir la arquitectura espiritual de la Iglesia, asegura Mons. Miguel Cabrejos en su reflexión semanal. Cristo es el fundamento, la piedra viva y bien lo afirma San Pablo «Nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, que es Cristo».
Analizando el Evangelio de San Juan, el presidente del Celam recuerda que Cristo nos lleva a descubrir el amor misericordioso del Padre y en su denominado discurso del «adiós,» se elevan hacia el cielo estas declaraciones presentes en el pasaje evangélico de este domingo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida,» lo que podemos entender como el fundamento y culmen de la Iglesia de Dios, es su base terrena y su vértice celeste.
El camino al Padre
Así explica el obispo peruano «Jesús es el camino que guía a Dios a través de la verdad de su revelación, del Evangelio y Él nos hace llegar a aquella Vida divina que Él comparte con el Padre y el Espíritu Santo,» de ahí la importancia de comprender que quien «ve al Padre», descubre la presencia suprema, eficaz y salvífica de Dios.
Trayendo a la memoria una antigua oración bizantina el prelado aboga para que nuestros ojos fijos en los suyos sepan reconocer la luz de su divinidad, leer en sus labios las palabras del Padre, vislumbrar en sus manos sus obras y seguir sus pasos que siempre nos conducen a la gloria de su reino.
Al respecto el presidente de la Conferencia Episcopal peruana explica lo anterior, mencionando tres pasajes de la Sagrada Escritura, empezando por el libro de los Colosenses donde leemos que en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, los seres visibles e invisibles, todo fue creado por medio de él y para él.
Luego está en el segundo capítulo de Filipenses aparece escrito «para que, al nombre de Jesús, se doble toda rodilla, en el cielo, en la tierra y en los abismos…» o en el capítulo 22 del Apocalipsis: «Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que es y que era y el que ha de venir».
Practicar la justicia
Partiendo de esta base, advierte el arzobispo de Trujillo, se levantan las paredes de la Iglesia constituida de piedras vivas como afirma San Pedro. «Son los cristianos de cada comunidad local los que con su existencia levantan un templo mucho más noble que cualquier edificio artístico de culto».
Un templo en que aclara el obispo se celebran sacrificios que no consisten en el ofrecimiento de animales como en el Antiguo Testamento, sino de verdaderos sacrificios espirituales.
Esto agrega el prelado, lo anticiparon los profetas en la liturgia “hombre, te ha sido enseñado aquello que es bueno y aquello que el Señor pide de ti: practicar la justicia y amar la piedad”. Al igual que en la carta de Pablo a los romanos ya se describe este culto “ofreced vuestros cuerpos como sacrificio viviente, santo, agradable a Dios”.
Fe y caridad
Frente a ello Mons. Cabrejos explica que el cuerpo es la vida cotidiana y el principio de las relaciones interpersonales y sociales; es del cuerpo que paradójicamente se sube a Dios el “culto espiritual”.
En este sentido insiste en que al interior de la Iglesia están los ministros del culto, los apóstoles que mantienen el empeño en la oración y el ministerio de la Palabra, lo que implica el anuncio del Evangelio siendo testimonio vivo de la resurrección. En ese mismo orden están los diáconos que se dedican al servicio de la asistencia y la solidaridad en relación con los pobres, especialmente los más necesitados porque «fe y caridad se entrelazan de modo irrompible,» advierte.
Finalmente está el pueblo de Dios, la estirpe elegida, el sacerdocio real, la nación santa, el pueblo entero que fue elegido venía consagrado, para ser sacerdote entre los pueblos de la tierra, para “proclamar las obras maravillosas de Dios”.
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Vivir para contar
Así precisa el obispo peruano a los pies de la roca que es Cristo, toda comunidad cristiana está consagrada por un sacerdocio santo, esto quiere decir que junto a los apóstoles tienen el deber de presidir el culto y anunciar la palabra de Dios a la Iglesia. «Todos los fieles deben ser testigos de Cristo resucitado», sin temor, en medio del mundo, respondiendo a las preguntas y a las esperanzas de los hombres.
Esto nos lleva a concluir que este domingo se ha descrito el fundamento de la Iglesia a la que pertenecemos, el camino que nos conduce al Padre «las paredes, el culto, los ministros, el pueblo, de la Iglesia de Dios. Esta es la planimetría espiritual con el ábside hacia el cual converge toda la construcción,» afirma.
Y fundada sobre Cristo, «la Iglesia sube hacia Cristo y al Padre. Y este es el sentido de la triple autorrevelación que Jesús pronuncia en el testamento de la última Cena que hoy leemos» y del que debemos dar testimonio pues de muchas formas hemos experimentado en nuestra vida ese amor misericordioso.
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