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Mons. Miguel Cabrejos: «La salvación no conoce fronteras políticas y culturales, todos la pueden acoger»

En el segundo domingo del año la Iglesia nos invita a celebrar la Solemnidad de la Epifanía y Mons. Miguel Cabrejos nos recuerda que para las Iglesias de oriente esta fecha es la verdadera celebración de la Navidad que en griego se entiende como la manifestación del Cristo en la carne del hombre.

No obstante, el presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y caribeño advierte sobre la tentación de perder de vista la meta a la que nos conduce San Mateo, no podemos quedarnos únicamente en los rostros de los protagonistas del texto bíblico, es decir, «en los rostros de los reyes magos y cada uno con sus dones. El oro para la realeza de Cristo, el incienso para su divinidad y la mirra para su muerte».

Salvación sin límites

Para Mons. Cabrejos el relato de los reyes magos nos recuerda que «muchos se mueven y se hacen peregrinos de la verdad. Pero entre estos, no vemos solo rostros conocidos, sino que los desconocidos son multitud» porque como señala el evangelio de Mateo: “Muchos vendrán de oriente y occidente y se sentarán a la mesa en el Reino de los cielos, mientras los hijos serán lanzados a las tinieblas”

En este sentido el prelado insiste en que la narración de este viaje plantea la universalidad de la salvación que se encarna en estos personajes venidos de oriente, «la salvación no conoce fronteras políticas y culturales, todos la pueden acoger». Y resulta importante comprender que esta salvación nos lleva a Cristo, por caminos inéditos y a menudo misteriosos. «Llegan multitudes de cristianos “anónimos”, que lo buscan y confiesan, quizá sin pronunciar su nombre. Ellos llevan su oro, su incienso y su mirra, es decir su justicia, su amor y el olor de las buenas obras,» afirma.

Así Mons. Cabrejos explica que este viaje tiene una meta lograda, por lo que resulta muy significativa la imagen presente en el relato de San Mateo en la que se presenta a los reyes Magos como los perfectos creyentes, postrados en adoración. «A quien lo busca con corazón sincero Dios se hace encontrar; el itinerario no es como el de las caravanas que se pierden en el desierto, sino que conoce la meta».

Desapegarse, salir, buscar

En realidad, el texto de San Mateo «es la historia de un viaje del espíritu, de una conversión a Cristo,» explica Mons. Cabrejos. Así, la estrella indica un camino riesgoso, el camino de la fe, que de acuerdo con el obispo peruano es semejante al camino que hizo Abraham que emprendió la ruta «sin saber a dónde iba» o como subrayó el filósofo Levinas al recordar el regreso de Ulises a Ítaca, al referirse a un quieto vivir, un pasado nostálgico y tranquilo que se oponía a la historia de los hombres bíblicos que dejan la patria por una tierra desconocida porque al final “nosotros no tenemos aquí abajo una tierra estable, sino que buscamos una futura,” indica.

Para el presidente de la Conferencia episcopal peruana el viaje de los reyes magos constituye un emblema para la vida cristiana entendido como una expresión del desapego, el salir y la búsqueda, lo que relaciona con el episodio sucedido a orillas del lago de Galilea, ese «sígueme» que invitó a los discípulos a dejar las redes, la barca y al padre, para seguirlo.

«Quien permanece ligado a los pesos de las cosas, a varios apegos, a los egoísmos, no puede convertirse en un peregrino hacia Cristo,» asegura el arzobispo de Trujillo porque el peligro de quien está convencido de poseerlo todo y de hacerse acreedor o único poseedor del monopolio de la verdad, empieza a ser semejante a los sacerdotes de Jerusalén que actuaban como fríos intérpretes de una Palabra que no involucra, que no convierte.

Rumbo a la verdad

«Instalarse demasiado sin experimentar la necesidad de Belén y quedarse en la visión de una Nazareth, es decir, en algo así como una aldea insignificante de la cual no puede salir nada bueno,” se constituye en un riesgo según indica el obispo. En esta procesión hacia la verdad y la luz que hacen los magos, es posible compararla con la gran procesión de la Iglesia que como en el libro del Apocalipsis se trata de “una multitud inmensa, que ninguno podía contar, de toda nación, raza y pueblo y lengua”.

Incluso agrega el prelado, aún después de haber pasado por el valle de la muerte «el que busca a Dios sale adelante y ve perfilarse el horizonte del lugar que Dios le ha preparado, como aparece en el salmo 23 «ante mi tu preparas una mesa…porque tú estás conmigo”.

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Una luz marca el horizonte

De esta forma el obispo peruano invita a reconocer en Cristo la estrella verdadera, la que guía nuestra existencia, una figura reiterativa en la Palabra Santa, en libros como el apocalipsis donde aparece definida como “Yo soy la raíz de la estirpe de David, la estrella radiante de la mañana,” o en el libro del profeta Isaías al decir que “el pueblo que caminaba en las tinieblas vio una gran luz, sobre aquellos que habitaban en tierra tenebrosa, una luz les brilló”.

Mención que también hace el obispo mártir Ignacio de Antioquía, mientras era conducido para ser expuesto a las fieras y se dirigió a los fieles de Éfeso. “Una estrella brilló en el cielo más que otras estrellas en el nacimiento de Jesucristo; su luz fue más allá de toda palabra, y su novedad despertó el estupor; todas las otras estrellas, junto al sol y a la luna, formaron un coro en torno a la estrella que sobrepasaba a todas en esplendor”.

Una conclusión que para el presidente del Celam, también vale para nosotros que hemos buscado la verdadera estrella de los magos: “Deja, pues, que la luz del cuerpo celestial actúe sobre los sentidos de tu cuerpo, pero con todo el amor inflamado del alma tú recibes dentro de ti, aquella luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo”.


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