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Mons. Miguel Cabrejos: “la verdadera esencia de la religión implica cuidar de los más desfavorecidos”

En el domingo que celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, Mons. Miguel Cabrejos recuerda que Dios ha querido revelarse a Sí mismo, no solo como creador, sino también como Padre, Hijo y Espíritu Santo; tres personas y una sola naturaleza.

El arzobispo de Trujillo explica que la Trinidad es amor, es comunión, es gracia sacramental y nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de ese Dios que es Trino. Por eso, “estamos llamados a ser don para los demás, sembrar amor allí donde nos encontremos y ser comunión con los otros».

En este contexto, el presidente de la conferencia episcopal peruana advierte que estamos llamados a vencer la indiferencia ante situaciones como la pobreza y el sufrimiento de nuestros conciudadanos, porque «hay rostros concretos de hermanos y hermanas que sufren por la falta de lo necesario para vivir».

 

Llamados a la acción

Al respecto Cabrejos advierte que «como Iglesia no podemos ser indiferentes, ni insensibles, mucho menos quedarnos callados». La tarea de los creyentes es sembrar amor donde se encuentren, estar en relación permanente con aquellos que les rodean en la misma forma en que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, acompañan nuestra vida.

Para el obispo peruano, la dimensión social no está desvinculada del mensaje salvífico, por el contrario “Jesús tuvo una especial preferencia por las necesidades de las personas y enseñó a sus discípulos que la verdadera esencia de la religión está en cuidar de los más desfavorecidos”. De hecho, en uno de los pasajes del Evangelio de Lucas se lee la frase «denles ustedes de comer» un llamado a la acción que nos recuerda que no podemos separarnos de la vida cotidiana de los pobres. «Pan, trabajo, salud, seguridad y justicia social son derechos fundamentales, en consecuencia, exigencias para vivir con dignidad».

Por eso, al celebrar la Trinidad, lo importante según el prelado, es que «hagamos de nuestra vida un canto de alabanza al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, un canto de fraternidad y solidaridad con los demás».

 

Un mismo Espíritu

Solo así explica el obispo, podemos constatar que los dones espirituales, los ministerios eclesiales, las obras de caridad, solidaridad y fraternidad, nacen del Espíritu del Señor Jesús y del Padre, como lo afirma Pablo en la carta a los Corintios: “hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos».

La reflexión de Mons. Cabrejos nos invita a reconocer que todo el universo habla de Dios uno y trino. «Un Dios creador y Padre misericordioso, un Dios hijo unigénito, la eterna sabiduría encarnada, muerto y resucitado por nosotros; y un Dios Espíritu Santo, que lo mueve todo, el cosmos y la historia, en busca de la plena recapitulación final».

San Agustín hablaba del amor, el amante y el amado, mientras que la revelación permite a los creyentes conocer, la intimidad de Dios mismo, descubriendo que Él no es expresión de una soledad infinita, sino comunión de luz y amor, vida dada y recibida, una fuente inagotable que se entrega y comunica incesantemente en un diálogo eterno entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

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Expresión de amor

Al respecto, el presidente del episcopado peruano explica que «Dios mismo se dio a conocer a través de Cristo. Quien se encuentra con Cristo y entra en una relación de amistad con él, acoge en su alma la misma comunión trinitaria». Entonces esa promesa de Jesús a los discípulos en el Evangelio de Juan: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él», se vuelve clara. La Trinidad entra en la existencia de los fieles ofreciendo la gracia de Cristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo.

En este amor, el ser humano encuentra su verdad y felicidad. Como ejemplo de ello afirma el prelado, podemos citar la comunidad de amor y vida que es la familia, en la que la diversidad contribuye a formar una auténtica comunión. Por tanto, el verdadero misterio de Dios debe buscarse en las expresiones infinitas de su amor que se comunica no de manera nebulosa sino en una figura concreta e histórica: Jesucristo.

Mons. Miguel Cabrejos cierra su reflexión recordando que la obra maestra de la Santísima Trinidad, entre todas las criaturas, es la Virgen María: en su corazón humilde y lleno de fe, Dios preparó una morada digna para realizar la gracia de la salvación y la redención. Es a ella a quien debemos dirigirnos para que, con su ayuda, progresemos en el amor.


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