El agua del pozo, el monte sagrado, Samaria y sus habitantes; tres signos presentes en la Sagrada Escritura que, en el tercer domingo de Cuaresma, nos llevan a pensar, así lo propone Mons. Miguel Cabrejos en su reflexión semanal.
El presidente del Celam nos recuerda que la Sagrada Escritura es una invitación a anunciar la buena noticia del Evangelio «con respeto, amor y alegría a todos». Un llamado a romper con las separaciones que a menudo usamos como mecanismo para defendernos, preconceptos que solo encierran nuestros propios miedos.
De acuerdo con Mons. Cabrejos el relato evangélico también está dirigido a quien se siente un poco extraño, alejado, a quien lleva consigo el pasado samaritano y poco ortodoxo, que en la narración busca hacerle saber que «siempre hay alguien que lo espera y lo recibe aún bajo el sol, en el bullicio de un día cualquiera;» lo que solo puede comprenderse como la experiencia de Dios que frente al vacío de la realidad nos devuelve la esperanza.
Un Dios cercano
Así avanza el camino cuaresmal que nos ha permitido vivir diversos momentos. Tras vencer al tentador, hemos subido al monte de la luz para recibir el llamado de Dios a levantarnos y ponernos en actitud de lucha. Ahora se nos pide encontrar a Jesús más allá de las fronteras, en otro territorio en el que necesariamente tendremos que abrir las puertas, hablar con quienes piensan distinto, para descubrir en el corazón del otro la presencia de Dios.
Para ello, explica el presidente de la Conferencia Episcopal peruana es necesario entender tres signos, el primero es el agua del pozo y las palabras de la Samaritana: “Señor, dame de esta agua para no tener más sed,” una solicitud que contiene la pregunta fundamental del creyente. «El cristiano debe buscar el agua que salta para la vida eterna, esto es a Cristo, para no tener más sed,» como afirma el Evangelio de Juan: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba quien crea en mí”.
Diálogo que en aquel momento se desarrolla sobre el agua, que según advierte el prelado en la Biblia tiene un gran significado teológico, en tanto «las palabras de Jesús sobre “el agua viva” nos invitan a retomar el símbolo amado de todas las culturas, la raíz misma de nuestra existencia». El diálogo entre Jesús y la humanidad representado en la Samaritana, muestra a un Dios que se acerca a nuestros padecimientos, para dejarnos ver su rostro misericordioso. Para él no existen cosas imposibles, incluso, podemos superar las dudas que impiden el encuentro, sin miedo a ser testigos del amor, porque los que asumieron el riesgo, encontraron a Jesús.
Anunciar la verdad
Situación que explica el obispo peruano, ha motivado a diversos autores para escribir al respecto como es el caso de Santa Teresa de Ávila cuando dijo que “la sed expresa el deseo de una cosa, pero un deseo totalmente intenso que morimos si estamos privados de ella,” o San Gregorio Nacianceno, el padre de la Iglesia que escribió en su momento “Dios tiene sed de que se tenga sed de él”.
Sin Dios la vida es soledad y angustia, vacío y desierto, en otras palabras, es muerte,» o como señala el profeta Jeremías “mi pueblo me ha abandonado, a mí, fuente de agua viva y se cavaron pozos agrietados que no conservan el agua”.
Continuando con su análisis Mons. Cabrejos, habla del segundo signo que es de carácter geográfico, el monte sagrado de los samaritanos que Jesús transforma en un símbolo, el del verdadero culto. Desde lo histórico el arzobispo de Trujillo comenta que el monte Sión de Jerusalén y el monte Garizim de Samaria, constituían dos altares que rivalizaban en forma exclusiva y a veces hasta mágica sobre la presencia de Dios.
Así, Jesús anuncia que la adoración perfecta aun desarrollándose en un templo, pasa a través de otra dimensión, la que se experimenta “en espíritu en verdad”.
Expresión que en palabras del obispo peruano no debe ser entendida como la exaltación de un culto espiritual separado de la cotidianidad o la realidad de la vida. «El culto inaugurado por Cristo es el culto en el cual el Espíritu Santo actúa en el creyente transformándolo en hijo de Dios,» afirma. Se trata del culto donde viene proclamada “la verdad”, el anuncio de la salvación. De ahí, que Jesús haga una síntesis esencial de la celebración del día del señor. «El Espíritu Santo desciende sobre las ofrendas del pan y del vino transformándolo en la Eucaristía que nos pone en comunión plena con Dios; la Palabra de Dios es escuchada y meditada, es la fuente de nuestra esperanza y es la verdad que guía nuestros pasos,» explica.
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El camino del diálogo
Finalmente está el tercer signo que es topográfico, es el de Samaria y sus habitantes, aquí advierte el prelado, Jesús rompe todos los obstáculos puritanos, los prejuicios y acepta el diálogo con esta mujer considerada por el judaísmo oficial impura y herética. A través del diálogo Jesús conduce a la Samaritana a saborear el agua que quita la sed para siempre y a celebrar a través del diálogo el culto en Espíritu y en Verdad. Resultado de este encuentro con Jesús será el anuncio del Mesías.
Así la invitación del presidente del Celam es a correr el riesgo de acercarnos a Jesus a través de los escenarios cotidianos para que suceda en nuestra vida lo mismo que vivió la Samaritana, un encuentro que transforme la vida y nos ayude a superar cualquier temor o impedimento para el diálogo, hallarlo en aquel que diferente a nosotros tiene mucho por enseñarnos.
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