En su comentario al Evangelio del XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Mons. Óscar Ojea señala que “en la parábola del trigo y la cizaña, el Señor nos invita a ser pacientes hasta el momento de la siega, en el que él va a actuar y va a separar finalmente el trigo de la cizaña”. El presidente del episcopado argentino insiste en que “no es función nuestra”, resaltando que “nos molesta estar mezclados, queremos separar pronto, somos impacientes”.
No juzgar a los demás antes de tiempo
“En este tiempo largo en el que está mezclado el trigo con la cizaña, el bien con el mal, el Señor nos propone un tiempo para nuestra libertad y un tiempo para discernir, para discernir entre el bien y el mal”, según el obispo de San Isidro, que destaca que “esto supone un trabajo continuo, un trabajo asistido por la gracia de Dios, pero un trabajo verdaderamente esforzado. Esto evita que nos creamos buenos de entrada y que juzguemos a los demás antes de tiempo”.
Mons. Ojea recordó las palabras de un autor medieval que decía que “deberíamos tener un corazón de oro para Dios, un corazón de carne para con los hermanos y un corazón de hierro para con nosotros mismos”. Ante ello hizo ver que “generalmente somos muy permisivos e indulgentes con nosotros mismos y tenemos un corazón de hierro para nuestros hermanos y hermanas. Apresuramos el juicio, nos apuramos a creernos buenos y a ver el mal fuera de nosotros, a no reconocernos nosotros también pecadores y esto forma parte de otro discernimiento para poder hacer que en nosotros el bien venza sobre el mal”.
Todos se pueden convertir
El prelado argentino recordó que “los seres humanos tenemos muchas más cosas en común de lo que creemos, somos pecadores. Por eso, esto de esperar el tiempo final evita este juicio apresurado, pero además hay otra razón, es abrirnos a la posibilidad de la conversión de los hermanos”. Por eso, destaca que “nadie es totalmente malo que no se pueda convertir, ni que esté llamado a la conversión. El cristiano confía en la misericordia de Dios y confía en la capacidad del corazón humano para poder volver a él, todo este camino es posible”.
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Finalmente, Mons. Ojea ha invitado a pedir al Señor, “tener esta gran paciencia para esperar el tiempo final, para esperar el tiempo de la separación del trigo y la cizaña, y poder vivir este tiempo anterior aprendiendo a vivir en libertad y aprendiendo a discernir entre el bien y el mal. Esto nos da muchísimo más conocimiento de nosotros mismos y muchísimo más conocimiento del corazón de los hermanos”.
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