ADN Celam. En la celebración de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, Mons. Oscar Ojea nos recuerda que “nosotros los cristianos la nombramos cuando nos hacemos la señal de la Cruz”. Según el presidente del episcopado argentino, “la Cruz es signo del amor de Dios, por eso nos saludamos, lo saludamos, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo llevando la mano a la frente y después al corazón”.
Amor de Dios
Reflexionando sobre algo que es común en la vida cristiana, “cuando nos persignamos, hacemos la señal de la Cruz sobre la frente, luego sobre los labios y luego sobre el corazón. Esto expresa la Santísima Trinidad, porque el Padre es el pensamiento en Dios, el designio de Dios, el plan de Dios. El Hijo es la expresión de Dios, lo que sale del pensamiento de Dios. Y luego llevamos la mano al corazón, y el corazón es el Espíritu Santo, el Amor de Dios, nuestra verdadera alma”.
Mons. Oscar Ojea insiste en que “en Dios, pensamiento, palabra y corazón son una unidad. Dios es coherente, Dios dice lo que piensa y ama lo que dice y piensa en esa unidad. Esa unidad se da respetando la autonomía de cada uno de los campos: el pensamiento, la palabra y el corazón, tres personas distintas, pero sin embargo Él es uno”.
Somos incoherentes
Frente a eso, reflexionando sobre nuestras actitudes, el obispo de San Isidro afirma que “en nosotros, en cambio, una cosa es lo que pensamos, otra es lo que decimos y otra lo que amamos, somos incoherentes”. La pandemia “ha pronunciado esta incoherencia y esta división en nosotros”, afirma el prelado, insistiendo en que “la pandemia nos ha dejado con mucho enojo, con mucha tristeza, desaliento, con mucha frustración, y esto ha colaborado bastante para que no conservemos nuestra unidad interior, estamos como dispersos y divididos interiormente. Somos incoherentes no decimos lo que pensamos y no amamos como decimos y pensamos”.
Según el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, “esta contradicción interior en nuestras personas las llevamos a la sociedad, las llevamos a la convivencia social”. En consecuencia, “vivimos un tiempo de muchísima confusión, de falta de unidad, pero también de falta de respeto por los campos, por las diferenciaciones necesarias que tenemos que hacer; es como si hubiéramos perdido la sensatez”.
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Finalmente, señala que “el Espíritu Santo nos ayuda a buscar esta unidad respetando la diversidad. Dios es familia, Dios no es una soledad, pero en la familia de Dios cada uno de los miembros se respeta y cada uno de los miembros tiende a la comunión”. Desde ahí, Mons. Ojea nos hace ver que “tenemos que imitar a Dios, tender a la Santísima Trinidad que es fuente de unidad y fuente de respeto por lo diverso”, pidiendo “que el Señor nos ayude a vivirlo de esta manera”.
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